c a p í t u l o t r e i n t a y t r e s

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Francisco caminaba con pasos veloces hacia la habitación de Janie. Se movía entre un pasillo lleno de puertas, y de allí provenían gemidos de hombres y mujeres que se escuchaban a la lejanía. Al llegar a la puerta que buscaba, el hombre la abrió sin dudarlo.

La chica caminaba de un lado a otro, y se detuvo cuando se topó con la mirada nerviosa de Francisco. Sonrió y se aproximó a él para abrazarlo. Este, dudoso, le correspondió el abrazo.

—Janie— la apartó un poco colocando sus manos en los hombros. La expresión de la chica era de nerviosismo, pero no dejaba de sonreír—. ¿Qué ocurrió? Apenas me llamaste vine y...

La chica tomó el rostro de Francisco para darle un apasionado y meloso beso. Él, aún sin saber qué ocurría, volvió a separarse.

—Janie...

—Tengo el nombre— dijo mientras acariciaba el rostro de Francisco. Lo miraba con ojos brillosos—. También tengo una dirección. Lo tenemos, Frankie.

Él dejó caer ligeramente su mandíbula del asombro. No podía creer que después de meses que parecía que no llegarían a ningún lado, tenían lo que tanto habían buscado. Janie asintió, pues el hombre parecía no creerlo.

Segundos después, él sonrió ampliamente. Tomó el rostro de la chica y la atrajo a sí para besarla. Sus lenguas estaban al compás del otro, y ladeaban sus cabezas para alargar el beso. Janie giró, y empujó a Francisco hacia la cama. Este cayó sentado con cierta torpeza, y ella se sentó sobre él.

Él le masajeaba los muslos con cierta brusquedad debido a la desesperación, y Janie tomaba el cabello desordenado del hombre entre sus dedos y cerraba los puños mientras seguían besándose. Francisco subió las manos hacia las caderas de la chica por debajo de su vestido naranja. Cuando Janie sintió su miembro abultarse entre las piernas de ella, se quitó su vestido y lo tiró al suelo, dejándolo ver un brasier y ropa interior negra. Se puso de pie y se arrodilló frente a Francisco. Con manos desesperadas, desabotonaba el pantalón color beige oscuro. Lo bajó un poco, e hizo lo mismo con su ropa interior azul marino.

Debajo de la ropa interior se encontraba su miembro erecto.
—Es tan grande, cariño. Y tan delicioso...— dijo la chica en un hilo de voz y respiración entrecortada. Lo introdujo en su boca como si fuera una paleta.

—Por Dios, Janie...— el hombre levantó la cabeza mientras respiraba con la boca. Ella movía su cabeza de arriba a abajo, pasando su lengua por el miembro de él.

Cerró con intensidad sus ojos por un momento, y después volvió a observarla. Janie no había dejado de mirarlo, y podía notar como sus labios formaban una sonrisa, aún con su miembro en la boca. Tomó el cabello de la chica, y movió su cabeza con más velocidad. Ella, en respuesta, metió el resto del miembro del hombre en su boca, llegando casi a su garganta. Francisco desfiguró su rostro en una mueca de placer. Él jaló el cabello rubio y rizado de Janie para alejarla un poco. Ella se lamió su labio superior, como si hubiese terminado de comer un excelente manjar.

—Eres muy traviesa, Janie— vislumbró toda la escena: ella arrodillada ante él, con mirada deseosa de seguir complaciéndolo. Con su mano libre, acarició la mejilla de la chica, colocando su pulgar en los labios de Janie. Hizo que ella abriera su boca y él acarició levemente su lengua—. Me encanta que seas tan traviesa y boca sucia, porque eso me da la oportunidad de castigarte.

—He sido muy mala chica, oficial— Janie bajó un poco la cabeza y miró al hombre. Sus labios formaron un sutil puchero.

Esto lo excitó aún más, y tomó el rostro de la chica con ambas manos para besarla con desesperación. Tanto, que parecía que iba a morderla. Podían escucharse sus gemidos al momento de que tomaban aire. Él se puso de pie, desprendiéndose de sus zapatos y pantalones, mientras Janie hizo lo mismo. Con brusquedad, Francisco la giró y la colocó contra la pared.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora