c a p í t u l o c u a r e n t a y u n o

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El viaje hasta el departamento de Javier fue silencioso. Se deslizaron algunas lágrimas en las mejillas de Janie, y el hombre se limitó a colocar su mano sobre el muslo de la chica mientras manejaba.

Al llegar al departamento, Janie cogió su teléfono celular e hizo una llamada.

—Hola, Santiago— dijo luego de un momento. El agente, detrás de ella, escuchaba con atención mientras colocaba su chaqueta en el perchero junto a la entrada—. Sí, estoy bien... Escucha— suspiró—, Frankie... ¿Te llamó?... Bien... ¿Podrían quedarse con él esta noche?... Él... Sí, gracias... No es necesario, estoy bien, de verdad... Solo llámame si pasa algo... Adiós.

Presionó el botón rojo para poner fin a la conversación y dejó caer el aparato sobre la mesa del comedor. Caminó hacia la cocina, y tomó del estante una botella nueva de vodka. Con expresión neutra y mirando al vacío, la abrió y tomó un largo sorbo.

—Janie— dijo Javier, avergonzado, luego de un momento—, sé que estás enojada, pero...

—¿Pero?— la chica soltó una risa apagada y dio otro trago a la botella—. Y no, Javier, no estoy enojada. Estoy tan jodidamente triste que no tengo espacio para el enojo.

El agente no podía reprocharle porque tenía razón. Había sido una jugada desesperada para asegurarse que todo lo que habían hablado en México se cumpliría. Estaba tan preocupado porque Francisco se interpusiera en su relación que no se había dado cuenta que él mismo podría arruinarlo todo. Tragó saliva y respiró profundo. De nada serviría que los dos estuvieran devastados. Janie lo estaba por su culpa, y tenía que arreglarlo.

—Solo...— se giró para observarlo, y se encontró con los ojos de cachorro de Javier. A diferencia de otras ocasiones, no transmitían ternura, sino tristeza. Suspiró y pasó su mano libre por el rostro— prométeme que no volverás a hacer una estupidez como esa, y no hablaremos más del tema.

Asintió, distraído. Mordió su labio para contenerse.

—Bien— se dio la vuelta para apoyar sus manos en el lavaplatos—. Deberías ir a dormir. Ha sido un día largo. Yo iré luego. Quiero... necesito un momento.

Él, mientras Janie tomaba más vodka, caminó hacia ella y la rodeó con sus brazos. La chica chistó.

—¿Por qué nunca te alejas cuando te digo que quiero estar sola?— dijo de manera sarcástica. Parecía que había mentido: si estaba triste, pero también estaba enojada.

—Porque...— la giró hacia él sosteniéndola delicadamente de los hombros, tomó la botella de las manos de la chica para colocarla sobre la encimera y la cogió de la cintura para sentarla junto con la botella. La miró directamente a los ojos, encontrándose con aquella tristeza que pensó que había logrado desaparecer— sé que realmente no quieres estarlo, y solo lo dices para alejarme e intentar protegerme.

Janie rechinó sus dientes.

—Lo que estoy sintiendo ahora, Javi... no tiene nada que ver contigo. No quiero arrastrate a esto.

—Todo lo que tenga que ver contigo, tiene que ver conmigo— acarició su mejilla. Ella bajó la mirada, y él pudo notar vergüenza—. Escucha, Janie, si algo pasó hoy yo...— respiró profundo para intentar mostrarse tranquilo— lo entiendo. Si yo no hubiese ido hasta allá, tú no habrías tenido que quedarte con él...

—Nada pasó— cortó la chica, secándose las lágrimas con un movimiento rápido—. Solo hablamos de cosas y...

—Está bien. Y lo entiendo, Janie— tomó el rostro de la chica y juntó sus frentes—. Puedes sentirte confundida...

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora