c a p í t u l o c u a r e n t a y c u a t r o

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El bar del hotel que Christina, la esposa del contador del Cartel de Cali, Franklin Jurado, solía frecuentar mientras estaba en la ciudad estaba relativamente lleno a pesar de ser apenas las diez de la mañana.

Javier y Janie habían estado de acuerdo que lo mejor era que él se acercara a hablar con ella de manera casual mientras la chica estaba atenta a la situación. Se aproximaría cuando lo considerara oportuno.

Habían entrado al lugar como si no se conocieran, y tomaron asiento en la barra alejados uno del otro. Christina aún no llegaba.

Janie tamborileaba sus dedos en la madera, pensativa. Tomó su teléfono celular del estuche amarrado en su jean y marcó el número de Francisco. Escuchó el tono varias veces, pero no respondió. Maldijo para sus adentros y volvió a guardarlo. Había intentado hablar con él hace un par de horas, pero el hombre no respondía. Podría estar descansando, pues no todos los días recibes tres disparos, pero la ansiedad y culpa de la chica la hacían pensar en que el hombre no quería hablar con ella.

Segundos después, Christina entró al bar. Tenía ojos cansados y preocupados, pero eso no evitaba que se viera elegante con su pantalón de traje y chaleco a juego. Javier miró a Janie e hizo un movimiento rápido de cabeza para indicarle que la mujer rubia había llegado. La chica, que estaba de espaldas a la entrada, asintió sutilmente.

Christina se sentó en la barra, dejando tres asientos vacíos de distancia entre ella y el agente. Este pidió al camarero que sirviera un trago a la mujer, y el hombre obedeció con rapidez.

—Lo envía el caballero— dijo el mesero a Christina mientras colocaba un vaso de gin tonic frente a ella.

La mujer rubia giró a observar a Javier, y este hizo un movimiento de mano para saludarla. Caminó hacia el asiento más próximo para ocupar su lugar.

—Eso fue innecesario— dijo Christina con una sonrisa.

—¿Por qué? Solo...— el hombre la miró de abajo hacia arriba, cosa que a la mujer parecía gustarle— me recuerdas a alguien, y quería hablar.

Janie observaba la escena con indignación pero sin mostrar emoción alguna. Intentaba recordar en qué momento habían acordado que coquetear era parte del plan. Pidió un vaso de vodka puro diluido en un poco de agua al mesero.

—Estoy casada— Christina mostró su mano a Javier, dejando ver su anillo.

—¿Felizmente casada?

—Tiene que ser una broma— dijo Janie para sus adentros mientras escuchaba todo. Tomó el vaso de vodka de las manos del mesero y lo bebió el líquido casi por completo.

—Hola, preciosa— un hombre se apoyó en la barra junto a la chica. La miraba sonriente, y ella no apartaba la vista de Javier mientras rechinaba sus dientes—. ¿Puedo invitarte un trago?

—¿Por qué mejor no te vas a la mierda?— giró hacia él y le sonrió con sarcasmo, mostrando sus blancos dientes.

—Solo quería ser amable— se encogió de hombros el hombre de cabello castaño y barba de hace algunos días. La chica pudo percibir algunas canas a la altura de las patillas. Traía un traje gris con una camisa blanca debajo y sin corbata—. No tenías que tratarme como una maldita zorra— soltó en tono despectivo.

Ella miró la mano venosa del hombre que apoyaba en la madera. Lo cogió por la muñeca con un movimiento brusco.

—¿Con esa boca besas a tu esposa?— dijo mientras colocaba la mano a la altura de su rostro. Lo soltó y volvió a poner los ojos en el agente. El hombre miró a su alrededor, avergonzado, y salió del sitio con pasos decididos.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora