c a p í t u l o c u a r e n t a y n u e v e

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Janie movía su pie con nerviosismo sentada en su escritorio de la oficina de la DEA. Miraba hacia un punto fijo, pero su mente en realidad estaba en otro lugar.

Rechinó sus dientes y, debido a la frustración, golpeó la madera del mueble frente a ella con el costado de su mano cerrada en un puño.

Francisco había volado el helicóptero sin problema alguno a una distancia prudente por muy corto tiempo, y Janie y Javier junto con un par de uniformados se habían adentrado al campamento de la FARC para rescatar a Christina. Los guerrilleros estaban desprevenidos y ellos fueron sigilosos, por lo que pudieron completar la misión con menos complicaciones de las que pensaban.

El chico que escuchaba las conversaciones de Franklin y Christina avisó al agente que el idioma que habían escuchado hablar al contador era muy típico en Curazao. Una vez que volvieron a la ciudad y pusieron a la mujer a salvo y vigilada por oficiales de la DEA, Janie y Javier volaron a Curazao. Pensaron que, después de que Francisco había pilotado la aeronave, lo mejor era que el hombre descansara y solo hiciera trabajos de oficina.

Sospechosamente, Francisco estuvo de acuerdo.

En Curazao, Javier y la chica tuvieron que ir al departamento de policía a pedir información sobre la estadía de Franklin. Al principio estaban reacios, pero solo bastó una amenaza de una Janie con pocas horas de sueño y dolor de cabeza para que los uniformados cedieran a colaborar con ellos.

Después de que la chica intentara seducir a Franklin y de perseguirlo, lograron atraparlo. En el avión de regreso, solo fue suficiente decirle al contador que tenían a su esposa para que él estuviera dispuesto a ayudarlos.

Todo parecía viento en popa, y tanto Janie como el agente estaban agotados pero, a su vez, pensaban en que estaban muy cerca de terminar con esta locura de una vez por todas.

Llevaron a Christina al aeropuerto para subirla al avión que la reuniría con su esposo. No paraba de decirles que no quería ser rescatada por personas que no tienen una genuina preocupación por ella y Janie, sentada detrás de ella, puso sus ojos en blanco e hizo un gesto de rabia mientras fingía que la estrangulaba. Javier, que estaba junto a ella, la miró con reproche. La chica se encogió de hombros y miró hacia otro lado.

El altavoz del lugar anunciaba que el vuelo de Christina estaba por salir y, mientras ella caminaba hacia la puerta de embarque correspondiente, Javier recibió una llamada desde su celular. Caminaba detrás de la mujer y junto a Janie, y se detuvo en seco. La chica lo miró con curiosidad y se cruzó de brazos, también deteniéndose. Detalló la expresión del hombre, pero parecía no tener emoción alguna.

Al preguntarle tres veces seguidas qué ocurría porque Javier no respondía, finalmente pudo articular con palabras lo que le habían dicho en la llamada: Franklin estaba muerto. Lo habían asesinado en la cárcel donde estaba detenido.

La chica permaneció inmóvil por un momento. Inconscientemente, esperaba que el agente le dijera que se trataba de una broma de muy mal gusto. Apretó su mandíbula para contenerse, pero no pudo. Gritó una maldición con todas sus fuerzas, haciendo que todos la observaran.

Un par de hombres de seguridad caminaban hacia ella mientras Janie se dirigía a la salida. Los vio acercarse, y les levantó ambas manos para decirles que ya se iba. El agente se quedó allí porque tenía que comunicarle la noticia a Christina.

Luego de que Javier convenció a la mujer de tomar el vuelo, se dirigió hacia su auto. La chica lo esperaba sentada en el capó fumando un cigarrillo. Ninguno habló en todo el trayecto hacia la oficina.

Allí, pensaba en una manera de acabar con todo aquello. Ya no le importaban las reglas, ni lo que el agente le dijera. Marcó el número de Salcedo desde el teléfono de su escritorio, y este atendió dubitativo. Se encontraba ya fuera del país.

Burn With Me (Arderemos Juntos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora