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Los humanos tenían pocas posibilidades de sobrevivir.

Cuando volvimos a nuestro campamento, los ubicamos bajo los árboles y nos aseguramos de que no fingían estar muertos. Revisamos las pocas pertenencias que traían consigo y confirmamos que no traían armas.

Por el momento, no teníamos inconvenientes al tenerlos con nosotros.

Transcurrieron varios días, Korben y Lawson los revisaban sin parar, pero no presentaban mejoría, al contrario, perdían cada vez más fuerza y la esperanza de que alguno de ellos pudiera despertar, no era nada alentador.

Respiraban, sí, sin embargo tenían golpes severos en todas partes, sus cuerpos estaban muy débiles y por más que los sanadores les administraban energía, esta se desvanecía con una rapidez inquietante.

-Es como un parásito, un parásito enrome -murmuró Korben-, absorbe la energía como si estuviera hecha de humo.

Era aterrador ver sus pieles pálidas, tanto que daba la impresión de que la sangre estaba desapareciendo de sus venas. ¿Cuándo fue la última vez que comieron? O si es que se habrán alimentado, desde el luego.

-Me voy a caer desmayado primero por el olor que por sanarlos -comentó Lawson, tapándose la nariz con la mano-. Apestan horrible, ¡son tan desagradables!

Sí, ese olor que manaban era terrible.

No era de descomposición, sino una clara señal de que necesitaban un baño urgente.

-¿Alguien trae alguna esencia o algo así? -preguntó Lawson, asqueado-. El aroma temporal de las flores podría ayudar.

Contuve una carcajada interna.

El perro, por fortuna, sí mejoró bastante.

Para el cuarto día se miraba mucho mejor, pues se comía el alimento que Asael lograba conseguirle, dormía tranquilo a su lado y al despertar, lo primero que hacía era menear su cola en modo de agradecimiento.

No era de gran tamaño, le llegaba a la altura de las rodillas a cualquiera de nosotros. Supuse que no pasaba de los dos años de edad, quizá estaba lastimado, sin embargo sanaría muy pronto y estaba seguro que ese era su aspecto externo definitivo.

¿El problema? La misión se había estancado.

Quise mandarle un mensaje de fuego a Xander, para decirle que estábamos bien, pero me dije que eso era una pésima idea porque era seguro que estaba furioso por lo que habíamos hecho.

De todas maneras no pude evitar que mis compañeros estuvieran molestos, todos excepto Asael, quien de algún modo se había encariñado con el perro porque esa misma mañana se fueron juntos de paseo y cuando estuvieron de vuelta, su pelaje se miraba más pulcro y limpio.

-¿Qué haremos con ellos? -preguntó Ramsey, mirando con presunción los cuerpos tendidos en el suelo-. Korben dice que es mejor que... los dejemos morir. De nada sirve que los estén asistiendo, es un desgaste de energía para él y Lawson.

-Si el perro pudo, ellos también podrían lograrlo -comentó Asael, acercándose a nosotros.

-Es muy probable que ellos estén infectados con ese virus, tuvimos contacto y eso de exponernos no me agrada -dijo Ramsey, haciendo un gesto de nerviosismo.

-Los revisé y puedo asegurarte que están limpios del virus -habló Korben, luego de permanecer callado durante este conflicto-. Además, si alguno de nosotros pudo contraer la enfermedad, ya deberíamos haber presentado síntomas, ¿no crees?

Asael asintió.

-¿Alguien de ustedes tiene algún malestar? -preguntó Korben, paseando la mirada en cada uno de nosotros-. ¿Dolor de cabeza? ¿Dolor en el cuerpo? -nadie respondió-. Sean sinceros, porque esto no es un juego.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora