» 10 «

6 2 0
                                    

Como hacedor de Magia Blanca, perteneciente a la Élite de Cazadores y posible miembro del Consejo de Brujos, no ibas en todas partes revelando tu identidad.

Tenías que ser  muy cuidadoso, sobre todo si te sacaban ventaja.

Parte de las enseñanzas que recibí, recalcaban el siempre pasar desapercibido ante los ojos de los demás.

Un vago recuerdo vino a mí, donde mi padre junto con mi madre me repetían todas las noches antes de dormir, que tenía que controlar mi personalidad, manejar bien mis impulsos y sobre todo, saber empelar la pureza de mi poder.

Sus palabras, que aún resuenan en mi cabeza, decían que el brujo perfecto posee mucha voluntad en su mente y corazón.

Que dulce sonaba en ese entonces y que catastrófico resultó ser.

Y cuando él mató a mi madre y desertó, me volví invisible.

La tragedia me mantuvo cautivo durante muchos años, quise irme lejos, empezar una nueva vida, olvidar la pena y el dolor en mi pecho. Creía no tenía a nadie, que estaba solo y que el fondo del abismo estaba a pocos pasos.

Solo Xander Malatesta y Asael Galathnyus pudieron traer de vuelta al Wylan Presonus Athalar que alguna vez soñaba encontrar grandeza y prosperidad en su vida.

Años después, mi padre sería partícipe de otra catástrofe de grandes proporciones y el último recurso de nuestro Gobierno consistía en dar a conocer la existencia de Brujos e implementar con urgencia la Alianza temporal con los humanos.

Ni siquiera con eso estábamos exentos de conflictos.

Creímos ingenuamente que todo se solucionaría, pero el rechazo de ellos hacia nosotros y nosotros hacia ellos causó muertes, no fue sencillo entendernos. Al principio únicamente nos dedicábamos a crear grupos conformados por Brujos Blancos y humanos para combatir a los Brujos Negros.

La magia y el arsenal humano prometían mucho.

¿Quién se imaginaría que esa combinación funcionaría?

Y de nuevo nos equivocamos.

Amigos, hermanos, padres, hijos se ofrecieron para evitar la aniquilación, pero jamás volvieron.

Sangre inocente seguiría derramándose si no detenía a mi padre a tiempo.

Por eso me dije que no tenía sentido ocultarnos más.

—Sí… somos brujos —contesté, torciendo el gesto. Me costaba trabajo hablar frente a ellos—. Pero somos buenos —forcé una sonrisa.

Citra y Aldous bebieron un poco de agua, luego comían mientras hablaban.

Me acerqué a ellos y busqué un lugar adecuado para dejar la linterna, así la conversación no serían tan espantosa.

Tal vez incomoda, pero no espantosa.

—Fui una tonta, al principio creí que eran secuestradores —dijo Selene, cubriendo su boca con una mano—. Pido perdón por eso —habló entre dientes.

—¿Lo dices por nuestros trajes? —pregunté, tomando asiento en el suelo, no muy lejos de ellos.

Selene asintió.

—¿De qué están hechos? Se ven muy sexis —repuso, viéndome de pies a cabeza—. ¿Todos los brujos se ven así de guapos? —cuestionó.

—Creo que sí…

Citra y Selene se miraron mutuamente y rieron, pero no en modo de burla.

Aldous negó varias veces, también se reía.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora