» 32 «

4 1 0
                                    

—¿Mañana? —repetí, mi voz tembló por los nervios—. ¿No te parece que es demasiado pronto?

Ewan me miró fijamente.

—Probablemente ellos atacarán primero o incluso me atrevería a decir que ya comenzaron a desplazar sus fuerzas —dijo, con el rostro tenso—. Y entre más tiempo perdamos, seguramente encontrarán la manera de retenernos.

Sí, eso tenía un poco de sentido.

Me había puesto a pensar en el plan y seguía creyendo que era burdo, sobre todo viniendo de mi propio padre y me dije internamente que era sacado de la manga y tenía el presentimiento de que no funcionaría.

Quería ser optimista, desde luego, pero no estaba convencido de su plan.

Y se lo iba a decir.

—¿Estás seguro de que tu plan funcionará? —le pregunté.

Ewan asintió.

—Funcionará.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque trabajaremos juntos, hijo —contestó.

Tragué saliva.

Ewan se puso de pie y se acercó a mí.

Caminó despacio, como si disfrutara la conversación, tanto que hacía años estaba esperando este momento. Se sentó a mi lado y se inclinó un poco hacia adelante, con las manos enlazadas y la cabeza firme.

Supuse que ansiaba pelear a mi lado.

—Entraremos de la misma forma en que ustedes escaparon: distracción.

Lo miré, sorprendido.

—¿Cómo supiste?

Ewan esbozó una sonrisa, parecía como una sonrisa tímida, pero firme al mismo tiempo.

—Ramsey, ¿recuerdas? —dijo—. Su padre era muy cercano a mí, así que le dije que su hijo tenía que serlo contigo de la misma forma.

—¿Tú le diste la idea de que sería mejor escaparnos? —mi voz se volvió pesada, la incredulidad me estaba convirtiendo en alguien impaciente.

—Esa era la idea alternativa, la otra era sacarte de allí a la fuerza —repuso Ewan, sonando tranquilo—. ¿Sabes cuántas veces intenté hacerlo desde que escapé?

Negué con la cabeza.

Igual no quería saber, porque seguramente estaba mintiendo.

Dudaba que mi padre quisiera ir por mí, después de las amenazas de Xander y del Consejo, porque en uno de sus intentos pudo haber sido atrapado y las cosas hubieran tomado rumbos distintos.

—Mis intenciones nunca fueron malas, solo quería recuperarte y que supieras que te quería tanto como quise a tu madre —afirmó Ewan, suavizando la expresión.

En ese instante, quise ser como él.

Quería tener su habilidad de leer mentes, entrar en sus pensamientos sin que se diera cuenta y escarbar en sus recuerdos más profundos e interesantes, curiosear en cada uno de ellos para entender sus palabras y si fuera posible, darle la razón.

Pero, no podía, por mucho que lo deseara.

—Bien, entonces repíteme lo que hay que hacer —fue todo lo que dije.

Ewan asintió y se puso de pie.

—Necesito que todos se reúnan —solicitó, señalando a los otros brujos, quienes asintieron y no dudaron en levantarse de sus asientos—. Formen un círculo, les daré indicaciones del plan.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora