—Hace tiempo, estuve casada. Estaba enamorada de mi esposo, creí que con él sería feliz y tendría una vida plena —comenzó a decir—. Pero estaba muy equivocada. Después de un par de años de casados, él empezó a tratarme mal. Me golpeaba, no me dejaba salir y me obligaba a hacer cosas que no quería.
En ese momento supe que mi error fue haber hecho esas preguntas, porque era evidente el dolor en sus palabras y el hacerla recordar esos eventos, simplemente le estaba causando más daño.
Y esa no era mi intención.
—Lo siento, no pretendía…
—No, no. Está bien —me interrumpió Selene, sorbiendo la nariz y quitándose el rastro de lágrimas en sus ojos—. Necesito contarlo, es hora de quitarme ese peso. No puedo más.
—¿Estás segura?
—Completamente.
—De acuerdo.
Selene respiró profundo y me miró, conteniendo las lágrimas.
Con una simple mirada me transportó al pasado.
Y a los horrores que había sobrevivido.
—Mi familia sabía del maltrato que recibía, ellos me aconsejaron marcharme. Yo estaba dispuesta, pero resulté embarazada de mi primer hijo —los ojos de Selene reflejaban la tristeza que había vivido aquellos años—. No supe qué hacer: irme o quedarme. Sin embargo, caí en cuenta que, si él me pegaba, haría lo mismo con nuestro hijo. Así que me armé de valor y me fui.
—Hiciste lo correcto —murmuré, asintiendo con la cabeza.
Selene cerró los ojos, respirando con dificultad.
—Mi familia me recibió y me cuidó, hasta que nació mi hijo. Todos lo querían y me esforcé para darle lo mejor. Busqué un trabajo en la ciudad, así cubriría los gastos. Su padre nunca supo de su existencia y era lo mejor.
—Pero ¿te volvió a buscar?
Selene negó.
—Se marchó, creo que se fue a vivir a otro lugar, con otra mujer.
—¿Qué pasó después? —pregunté en un murmullo.
—Cuando se desató el virus, yo estaba en la ciudad. ¿Sabes cuál fue el problema? Que me quedé atrapada, el Gobierno no dejó que los residentes volvieran a sus hogares. Todas las carreteras fueron cerradas. Al principio pensé que era una estupidez, pero cuando la gente empezó a morir, supe que esto era peor de lo que había imaginado.
Asentí con la cabeza, recreando cada imagen en mi mente como si yo estuviera presente en los hechos.
—El teléfono lo usaba para hacer llamadas casi todos los días. Mis padres me decían que mi hijo estaba bien, pero sentía mi ausencia, así como yo la de ellos.
—¿Cómo se llamaba?
—Marlow. Tenía siete años cuando murió.
Casi llegué a pensar que mi corazón se detuvo cuando ella pronunció esas palabras.
—La distancia entre nosotros eran enorme, normalmente tardaba casi tres horas en recorrer de un lugar a otro —continuó hablando Selene—. Mi teléfono tenía una radio incorporada, la usaba para escuchar noticias del mundo. Las señales satelitales por surte seguían funcionando, pero tanto de internet como la de televisión seguían sin funcionar bien.
Poco a poco empezaba a comprender el final de su historia.
Sabía que nada bueno resultaría de eso.
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El ritmo de la tormenta | ✔
Fantasy[COMPLETA] Un virus silencioso y letal se ha propagado, matando a brujos y humanos. El Gobierno de Brujos Blancos sostiene que los culpables son los Brujos Negros liderados por Ewan Presonus, un brujo desertor con deseos perversos. Y para asegurar l...