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Con un rápido movimiento, saqué la espada de mi cinturón y la blandí en el aire usando las dos manos, dispuesto a cortar los tubos si fuese necesario.

Di un paso al frente.

—Mamá… —susurré y ella pareció reconocer mi voz, porque se removió como un pez fuera del agua.

—Ni siquiera lo pienses, Wylan —dijo una voz ronca—, si la liberas, ella morirá.

Xander Malatesta apareció de la nada, y no estaba solo.

Hicks, Vorhees y Dimas, estaban a su lado. Incluso el resto de los Brujos Mayores, ataviados con sus túnicas, surgieron entre las sombras, porque habían utilizado el camuflaje invisible y nos habían estado acechando en secreto todo este tiempo.

Ewan y yo nos colocamos de espaldas, una táctica de ataque y defensa que casi no usaba.

—Suelta la espada, si no quieres que ellos sufran daño —me advirtió Xander, con el rostro tenso y los ojos llenos de ferocidad—. Vamos, Wylan, tú no harías algo así, ¿cierto?

Los Brujos Mayores derribaron a los Brujos Negros y luego apresaron a Selene y los humanos, ellos intentaron luchar, pero fue en vano.

Ni siquiera aflojé las manos en el arma.

—¿Qué le has hecho? —le pregunté con furia a Xander, señalando a mi madre.

—Nada del cual tengas que preocuparte —contestó él.

—Libérala, si no quieres que te mate —repuse.

—¿Por qué lo haría? Tú no eres nadie para obligarme —dijo Xander.

Lo miré con furia.

—El virus que creaste tiene cura, ¿dónde la tienes?

—No existe como tal. Los humanos morirán, los brujos débiles morirán, entonces nacerá una raza de brujos poderosa.

—¿Hiciste todo esto por nada? —agregué, señalando su entorno—. ¿Cuerpos en descomposición y cadáveres?

—Bueno, esto solo es una parte. Lo demás, está perfectamente escondido, donde nadie puede hallarlo.

—No te servirá de nada, Xander —intervino Ewan—. Sabía lo que estabas tramando, así que me adelanté.

—Ah, sí… la Línea Ley, sé que pretendes hacer algo con ella, dudo que lo logres —Xander lo miró de arriba abajo, con notable desprecio.

—Wylan merece saber la verdad, Xander —escupió Ewan.

—¿Toda la verdad? ¿Estás seguro? —dijo Xander en tono de ironía.

Era mentira, él lo sabía y solo estaba jugando con nosotros, tratando de persuadirnos o manipular nuestras mentes.

Me quedé en mi lugar, sin titubear. Separé un poco las piernas e incliné los brazos hacia adelante muy lentamente, para que ellos no notaran que los acataría en cuanto dieran un movimiento en falso.

—Deja que Wylan y sus amigos se vayan, pero la cura tener que ir con ellos —le dijo Ewan a Xander, apretando la mandíbula.

No dejaba de señalar a mi madre con la mirada.

—¿Qué se marchen con la cura? ¿Adónde? —preguntó Xander.

Miré de reojo a Asael, que tenía a dos cazadores a su lado, estaban ahí para impedir que hiciera algo. Pero lo que no sabían ellos era que mi amigo fácilmente los derrotaría, con o sin magia, los haría añicos.

—Tan lejos de ti como sea posible —respondí.

Xander rio.

—No existe cura, Wylan, entiéndelo —insistió Xander.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora