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Selene ya no me dirigió la palabra, lo que hizo fue mejor recostarse.

E igual que Asael, se durmió sin haber comido.

Tenía planeado hacer lo mismo, sin embargo, no quería desperdiciar las frutas. Así que me comí parte de la cena, bebí un poco de agua y pasados unos minutos, me recosté.

Veía el techo del refugio, pensando en lo que diría mi padre mañana.

Lentamente las velas se estaban consumiendo hasta que, sin darme cuenta, me quedé dormido.

Quizá no era el mejor sitio para dormir, porque el suelo rígido debajo de mí me incomodaba un poco y me causaba tensión en los músculos, pero tenía una sábana y eso era suficiente para mí.

No hubo pesadillas en la noche, eso era bueno.

Al despertar, lo primero que quería hacer era buscar a Ewan.

La claridad del amanecer entraba con fuerza, incluso el frío poco a poco aminoraba y el flujo de energía se estaba estabilizando. Ese día prometía mucho, no sabía de qué forma, pero lo presentía.

Me llevó buen rato deshacer la rigidez de mi cuello y mi espalda, antes no solía levantarme con la impaciencia controlando mis músculos.

—¿Adónde vas? —era la voz de Asael, quien también se había levantado ya.

Me giré para verlo.

Asael apartó la sábana que había usado para cubrirse y se estaba restregando el rostro para quitarse resto del sueño que se cargaba, su cabello estaba alborotado y se miraba más tranquilo que la noche anterior.

Hoy no quería hacerlo enfadar.

—A buscar a Ewan —contesté en voz baja para no despertar a Selene—. Necesito respuestas cuanto antes.

Me di la vuelta para salir.

Asael se apresuró a decir:

—Espera, iré contigo.

—¿Estás seguro? —pregunté.

—No te voy a dejar solo, Wylan. Tu padre sería capaz de matarte.

—Ayer tuvo la oportunidad y no la aprovechó —contesté, sonriendo.

Asael no me devolvió la sonrisa.

—Hablo en serio. Si morimos, lo haremos juntos —dijo, inclinando la cabeza.

Imité el gesto, viéndolo ponerse en pie y acercarse a mí. Me dio un golpe ligero en el hombro, sin sonreír.

Salimos en silencio y así fue como la mañana nos recibió con una suave caricia en el rostro, el aire fresco nos envolvió y bajo las miradas curiosas de nuestros enemigos, buscamos a mi padre en aquel campamento repleto de Brujos Negros.

Hice un rápido recuento y no pude ver algún rostro conocido.

Le resté importancia y seguimos nuestro camino.

Un hombre pasó a nuestro lado y le pedimos que nos indicara dónde estaba mi padre, accedió y de buena manera nos llevó a través de un pequeño sendero que estaba frente al bosque.

Hoy noté que había más movimiento que en los días anteriores, porque desde muy temprano los brujos se estaban organizando, veíamos a diferentes grupos realizando diferentes actividades.

Los principales practicaban hechizos que no había visto antes. Veía destellos rojos, negros; creaban portales, liberaban energía en forma de esferas llameantes y no supe si fue imaginación mía, pero hubo dos brujos que realizaron un hechizo de imitación.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora