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Cada paso y respiro que daba, iba recuperando mi energía.

Mi cuerpo se estaba estabilizando, mis piernas se volvieron ágiles, mis brazos se aferraron a la lanza y mi visión mejoró. Ahora podía ver con claridad los rayos del sol, las nubes que se movían lentamente en el cielo, las llamas que me miraban con rencor.

Y fueron los mismos quienes trajeron de golpe a la realdad.

Los brujos seguían sin darse por vencido.

Varios tenían acorralado a Korben, así que corrí hacia él.

Con la punta de la lanza golpeé a uno de los brujos justo en el oído, para despistarlo unos segundos y aprovechar la ventaja, dándome la vuelta y arremeter con un golpe en el estómago, para finalmente incrustar la lanza en su vientre.

Fue sencillo atravesarlo, porque el arma era muy liviana y en un parpadeo la punta ya estaba fuera, derramando sangre.

Lawson atacó.

Corrió sin siquiera pensarlo.

El brujo que lo interceptó, sujetaba con ambas manos un hacha.

Con un rugido bestial y desenfrenado, quiso clavarlo en la cabeza de Lawson, pero no lo logró. El arma era pesada y ralentizaba cualquier movimiento, por lo que eso no era una clara ventaja para él.

Lawson se agachó a tiempo para esquivar el golpe; retuvo al brujo de la mano izquierda y con la mano libre le dio un golpe a su costado, el brujo luchó para liberarse, pero él no lo permitió.

Al tener las manos libres, le arrebató el hacha, que cayó al suelo.

Lawson sujetó de nuevo al brujo y usando la fuerza acumulada en todo su cuerpo, le dio un cabezazo para desorientarlo, desenfundó su daga, lo golpeó bajo el mentón y luego le hizo un corte limpio en la garganta.

La sangré salió a borbotones.

Lawson soltó al brujo quien quiso detener el flujo rojo que de inmediato manchó el suelo, pero nada podía hacer. Ya había caído, muerto.

Con agilidad derribamos a los brujos que nos tapaban el camino, logrado eso, corrimos de nuevo para agruparnos junto con Archer, Asael y yo.

Lawson y Korben llegaron después para completar la formación.

Estábamos formados en un círculo, viendo hacia el frente, a una distancia apropiada para que el ataque lograra ser retenido.

—Abriré un portal —le dije a Asael, él asintió—. Pero necesito tiempo.

—¡Pero tú no sabes hacer un portal! —exclamó Lawson, viéndome por encima de su hombro—. ¡Nos matarás a todos!

—¡Eso qué importa! —le grité de vuelta, frunciendo el ceño—. ¡Lo haré, de todos modos!

—¿Estás seguro, Wylan? —preguntó Asael, era notoria la preocupación en su voz.

—¿Tienes otra sugerencia? —le cuestioné.

Nadie se atrevió a desafiarme.

De cualquier manera, nadie estaba preparado para sumir este riesgo.

—Archer y yo crearemos la distracción —dijo Korben.

Archer asintió al escuchar su nombre.

—¡Los demás traten de proteger a Wylan! —proclamó Asael.

Todos gritaron un «¡SÍ!».

—Wylan, yo me haré cargo de ti. Procura no desmayarte —finalizó Asael, aunque no podía asegurar lo último.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora