» 19 «

8 2 0
                                    

—Juro por mi vida y por la memoria de tu madre que no te haré daño, Wylan —aseguró Ewan, manteniendo la expresión seria—. Al contrario, mi intención es protegerte.

—¡No te atrevas a mencionar a mi madre! —le grité.

—Tienes que escucharme, Wylan —repuso Ewan, sonaba desesperado.

—Eres un asesino, ¿por qué harías algo así?

Ewan sonrió de lado.

Esta vez no era por superioridad, más bien de tristeza.

—Entiendo perfectamente tu odio, tu rencor y miedo hacia mí, pero debo decirte que todo lo que han dicho acerca de mis acciones, no son más que mentiras.

¿De nuevo con lo mismo?

Sacudí la cabeza, sin comprender cada una de sus palabras.

—Xander Malatesta y todos los miembros del Consejo de Brujos no son buenas personas como te lo hicieron creer. En realidad, ellos son los verdaderos culpables.

Me separé de él tan pronto como pronunció aquello.

—No es verdad. Ellos no serían capaces de hacer algo así.

—¿Y si te demuestro lo contrario? ¿Me creerías? —murmuró Ewan.

Medité durante varios segundos.

—Tu silencio es la mejor respuesta de todas —contestó Ewan.

—No, no lo haré.

—Por favor, Wylan.

—¿Qué tienes para decirme?

—La verdad, solo la verdad de los hechos entre Xander y yo.

Me quedé callado por un rato.

—Juro que solo esto te diré, hijo —dijo Ewan, colocando su mano en su corazón—. No necesitas creerme, solo escucharme.

Era mi padre, después de todo.

Tenía que escuchar su historia, entender cada uno de sus motivos y ver si lo que me estaba diciendo era verdad o simples mentiras. De cualquier manera, quería ganar tiempo mientras veía la manera de liberar a Asael y escapar.

Con mi padre vivo o muerto.

—Tienes que aprender, Wylan, que en esta vida no hay que confiar en aquellos que tratan desesperadamente enterrar su pasado, sin tener éxito.

Moderé una carcajada al escuchar esa tontería.

—Conozco a un idiota que lo han intentado.

—Yo también —coincidió Ewan—. Yo también.

Ewan y yo regresamos al campamento.

Por fortuna me sentía mejor, sin embargo me seguía causando nerviosismo caminar junto a él, bajo la mirada indiscreta de algunos de los brujos.

Me daba igual lo que pensaban de mí o mis amigos.

Pero tenía que admitir que verlos reunidos, arreglando sus armas, apilando herramientas artesanales y murmurando, me generaba cierto odio y resentimiento. Y peor aún, no sabía qué estarían tramando.

Aparté ideas negativas de mi mente.

Solo quería estar tranquilo.

—¿Estás bien? —preguntó Asael al verme entrar al refugio.

El interior estaba iluminado por velas, una estaba dispuesta en una pequeña mesita y otras estaban puestas en el suelo, lejos de la tela con la que estaba hecha el refugio.

El ritmo de la tormenta | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora