Mis pensamientos automáticamente viajaron a los lugares más recónditos de mi cabeza.
Recuerdos de mi niñez, tratando de entender las acciones de mi padre. Más tarde, en mi adolescencia, el dolor que representaba la ausencia de mi madre y el vacío que no podía llenar a pesar de entrenar y trabajar arduamente.
Incluso mis recuerdos se cruzaron, cuando Xander solicitó ser mi guía y enseñarme todo lo que sabía, así lograría muchas cosas y darle un nuevo sentido a mi vida.
Xander, el hombre que me instruyó más sobre la magia, que llevó a entrenar bajo las sombras de los árboles que crecían a los pies de las escarpadas montañas; el mismo que me indicó cómo entender nuestras habilidades.
No podía tolerar que hablaran mal de él.
En medio del silencio y bajo la mirada de todos, me lancé sobre Ewan.
Ya no podía controlar ese peligroso resentimiento que se aferraba a mí, casi contra mi propia voluntad.
Sospeché que aquel inquietante destello en sus ojos arrogantes, sería lo último que vería antes de él pudiera reaccionar.
La fuerza con la que caímos fue brutal, las piedras de diferentes formas y tamaños nos recibieron una vez estuvimos en el suelo. El dolor se extendió y lo ignoré, lo único que quería era matar a Ewan.
Quería matar a mi padre.
Logré darle puñetazos en rostro, uno justo en el pómulo y varios más cerca de la nariz, bajo el ojo y la boca. La sangre empezó a salpicar la tierra y noté que mi puño estaba manchado de rojo.
Ewan encontró la forma de darse la vuelta y ahora yo estaba debajo de él, y bajo su merced, me propinó golpes sin siquiera pensarlo.
La explosión de dolor me obligó a cerrar los ojos y apretar los dientes.
—¡No me obligues a romperte los brazos! —gruñó Ewan, pero lo ignoré.
Era más fuerte de lo que aparentaba.
—Prefiero morir antes de ceder —contesté, saboreando la sangre en mi boca.
Me estaba doliendo la cabeza, sentía que me daba vueltas. Mi visión se estaba nublando y mi nariz estaba bloqueada, por lo que me costaba respirar.
—¿Por qué no me crees, Wylan? —preguntó Ewan entre jadeos y golpes.
Luego de unos segundos, se detuvo.
No supe por qué lo había hecho, quizá fue por compasión, por miedo o algo mucho peor, pero no le puse tanta importancia.
—No quiero hacer esto, Wylan. Solo quiero que me escuches —dijo, aflojando sus brazos y poco a poco extendía sus manos que me tenían sujetados.
Aproveché su vacilación.
Con esfuerzo contraje la pierna derecha y le aticé codazo en el estómago.
Ewan rodeó su vientre con sus manos, así pude sujetar por la fuerza uno de sus manos y la coloqué en su espalda, tratando de minimizar sus movimientos. Con mi brazo entero rodeé su cuello y presioné, cortando el aire que viajaba en sus pulmones.
Ewan se estaba resistiendo y quiso levantarse, pero no lo dejé.
A pesar de que mi traje me restaba un poco de libertad en la entrepierna, lo que hice fue mejor utilizar mis piernas y evitar que se pudiera poner de pie.
—No te atrevas a decir más mentiras —le hable carca del oído, restos de sangre y salvia salpicaron su cabello y mi mano—. ¡Y no te atrevas a hablar de mi madre!
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El ritmo de la tormenta | ✔
Fantasy[COMPLETA] Un virus silencioso y letal se ha propagado, matando a brujos y humanos. El Gobierno de Brujos Blancos sostiene que los culpables son los Brujos Negros liderados por Ewan Presonus, un brujo desertor con deseos perversos. Y para asegurar l...