🍁Capítulo 08: Recuerdos y Actualidad🍁

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MÉXICO, AÑOS ATRÁS

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MÉXICO, AÑOS ATRÁS

Me encuentro acostada en mi cama de dosel, observando fijamente todo lo que me rodea, es una recámara muy amplia y llena de lujos, el color que predomina aquí es el blanco, aunque es casi opacado por el marrón oscuro de los muebles, tengo de todo, y a pesar de esto; no soy feliz, todo lo contrario. Mi cabeza me duele mucho y siento que en cualquier momento me va a estallar. Mi madre ha venido ya en tres ocasiones a decirme que debo estar lista lo antes posible y que tengo que estar hermosa y sexi para las visitas que ellos esperan.

Y Cómo si en ese preciso instante la hubiese invocado; aparece por la puerta con una prenda de vestir en la mano.

—¿Qué diablos haces aún en pijama Sara?, te he dicho que debes de estar lista, levántate ya – niego con mi cabeza en un intento de desafiar su autoridad, ya que, es algo que no quiero hacer; no quiero asistir a esa maldita fiesta.

—No salgas con estupideces niña, y párate de esa cama, no te lo volveré a repetir — al darse cuenta de que no he realizado el más mínimo esfuerzo por ponerme de pie, se lanza contra mí y me toma fuertemente del cabello.

—Te lo advertí, eres una maldita desobediente Sara, no sabes cuánto me arrepiento de haberte traído al mundo, no eres como yo y nunca lo serás – mis ojos se cristalizan al sentir el ardor en mi cabeza debido a las hebras de cabello que me ha sacado, producto de sus constantes halones en mi pelo. En cambio, sus palabras no me lastiman, es algo que toda mi vida he escuchado —. Y da gracias a Dios de que no te doy tu merecido, debes estar impecable esta noche, así que báñate y colócate este vestido.

Sale de la recámara sacudiéndose sus manos y termina cerrando la puerta de una manera brusca. Estando en completa soledad dejo salir las lágrimas que he estado conteniendo, odio mi vida, odio a mi familia y los odiaré siempre. Me acerco a la cama y observo el "vestido" que no es más que un trozo de tela de color negro que apenas cubre algo, y en este lo que más a abunda es la transparencia, ¡se me verá todo!

No obstante, con el tiempo he descubierto que eso es precisamente lo que quieren, que me vean, que me señalen por mi cuerpo; por mi manera de vestir, cada vez que hacen estas estúpidas fiestas en la casa es para celebrar uno de sus cochinos negocios y, sobre todo, para mostrarme como exhibición.

Media hora después me encuentro lista, una de las empleadas me ha realizado un peinado, una coleta alta con ondas sueltas, por orden de mi madre. Y a pesar de que no quiero asistir, debo hacerlo, por mi propio bien, tengo que bajar.

Me observo en el espejo que tengo en el vestidor y sé que así no es como tendría que vestirse una niña de quince años, esto es algo que me sobrepasa y que, para poder sobrevivir, debo aceptar, y permanecer callada en todo momento. Mi largo cabello castaño se encuentra muy estirado, lo que hace que en mi rostro aparezca una expresión de sufrimiento continúo, lo cual en su mayoría no tiene nada que ver con lo apretada que se encuentra la coleta.

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