🍁Capítulo 23: Honor Concedido🍁

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A las 7:30 de la mañana siguiente nos encontramos todos en el aeropuerto, no hay que recalcar que cada uno de nosotros estamos en un estado crítico debido al frío viento que hace, y para mi sorpresa; fueron las niñas que se tomaron la molestia de ...

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A las 7:30 de la mañana siguiente nos encontramos todos en el aeropuerto, no hay que recalcar que cada uno de nosotros estamos en un estado crítico debido al frío viento que hace, y para mi sorpresa; fueron las niñas que se tomaron la molestia de despertarnos a Caroline y a mi. Según ellas, estaban despiertas desde las cinco de la mañana. Todos están muy  eufóricos por este viaje, tanto  que no caben juntos unos con otros, se reúnen de agrupitos a cada dos por tres, cosa de la cual no soy parte, pues no me entero de nada. Un cero a la izquierda en estos momentos tiene más participación que yo.

Ya subidos en el jet, y estando prácticamente en el vacío dándole la oportunidad al viento de que decida si quiere que continuemos con vida hasta nuestro destino, o si prefiere que nos derrumbemos aquí mismo. Puede parecer que soy pesimista pero no, soy realista, y ambos son conceptos distintos.

Observo a los niños los cuales se encuentran dormidos uno encima del otro, y siento pena por Eliezer ya que es el que está aguantando más peso de los cuatro, no le recomiendo a nadie que cargue a Astrid, su sueño es muy pesado y te deja el cuerpo adolorido por días. Hablo por experiencia propia, sin embargo, yo sí debo hacerlo, se le llama deber de madre, creo.

Caroline y Connor hace un buen rato que se pusieron de pie y se retiraron, no sé a dónde, y mucho menos quiero saber que están haciendo; pues esos dos tienen un fuego interino que no se les apaga por nada ni nadie. Dirijo mi atención a Edward que se encuentra a mi lado observando fija y entretenidamente la pantalla que cubre uno de los asientos, está viendo la película del "Titanic", precisamente la parte en donde se encuentran metidos en el coche, realizando actos que son para mayores de edad.

—Cómo que te gusta mucho esa parte, ¿no? — al no obtener respuesta, ni un poco de su atención, le obsequio un pequeño empujón. A lo que rápidamente lo lleva a fijarse en mí.

—Eh amor, ¿Qué ocurre?

—Te estoy hablando desde hace rato y me estás ignorando — ¡eh! Exagerada.

—No te escuché Bonita, perdona, ¿Qué me decías?

—Que por lo visto te gusta mucho esa escena Edward — le repito señalando la película.

—Por supuesto que si, es su último polvo, ¿no sabes que termina ahogado?, en la película eso sí, porque en la vida real era todo un terremoto andante, ¿no veías las noticias?

—Tú no tienes remedio — sonríe y apaga la pantalla, para ponerse frente a mí.

—Te amo nena — hago a un lado mis sermones, y retiro el cinturón que asegura un cinco por ciento mi vida; decido jugármela y sentarme en sus piernas, dándole una razón más a que nos derrumbemos y yo quede sin cabeza.

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