🍁Capítulo 05: Relajación e Incomodidad🍁

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Han pasado dos semanas desde aquella pequeña reunión en la oficina del señor Murphy, dos semanas en las que no lo he vuelto a ver

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Han pasado dos semanas desde aquella pequeña reunión en la oficina del señor Murphy, dos semanas en las que no lo he vuelto a ver.

En este tiempo han sucedido muchas cosas, la más sencilla es que Cinthia me tiene arañando las paredes cada dos por tres, ya que no he sido despedida como ella lo suponía, y la más importante, soy la comidilla de todos los demás empleados, porque por alguna estúpida e ilógica razón, piensan que soy amante del señor Cruz.

¡En qué cabeza cabe eso! Solo pensarlo me repugna.

No tienen pruebas ni nada por el estilo, simplemente hay un rumor en donde dicen que el señor Cruz estaba de manitas sudadas en el baño de hombres, y se estipula que supuestamente estaba allí con una castaña, por lo que, todo el mundo piensa que soy yo, o sea, ¡hello! ¡No soy la única castaña aquí!, en fin, ya nada de eso me importa, estoy cansada de que las personas supongan y supongan de mí, que siempre me tomen como una inútil que no tiene ni voz ni voto, y, sobre todo, que me juzguen sin prueba alguna.

Con el tiempo he aprendido que nunca en la vida voy a poder complacer a los demás, que no podré hacerlos entender lo que siento. Me he rendido, estoy lo suficientemente cansada como para enfrentarme a esas personas que no le suman nada importante a mi vida, por lo que, si no los necesito ¿Por qué debo de estar pendiente de ellos y preocupándome por lo que piensen o no de mí?, vivo por y para mis pequeñas, con ellas soy feliz y es todo lo que necesito.

Hoy es martes, mi día de descanso, por lo que he preparado un día de picnic con las niñas e iremos al parque. Es una pequeña tradición que empleé cuando llegué a Los Ángeles, quiero que ellas tengan tradiciones, fiestas, y que disfruten cada etapa de su niñez.

Voy a mi recámara en donde se encuentran las tres sentadas en la cama con un cuenco grande lleno de palomitas, están viendo a "Valiente" la película de Disney, dicen que es su favorita y no se cansan de verla, en cambio la mía es Mulán. Me hace recordar que no necesitamos de ningun principe para poder recibir honor.

Ya con la comida lista y empacada en una canasta de campo, las cuatro nos encontramos vestidas para la ocasión, las trillizas llevan puestos unos vestiditos veraniegos de color amarillo y yo unos pantalones jeans de color verde y una blusa blanca común y corriente; de esa que todos tenemos a la mano.

—¡Niñas ya nos vamos! – Salen corriendo una detrás de la otra y la primera en detenerse es Astrid.

—Mami hemos dejado la tele para que la apagues, recuerda que eres la mayor – dicho esto, va junto a sus hermanas y se coloca la mochila que lleva su nombre. Sonrío al confiar que puedo lograrlo; después de todo, puedo ser una buena madre.

Les he enseñado que hasta que no sean mayores no pueden encender ni apagar la tele, y, sobre todo, a no conectar ni desconectar ningún aparato electrodoméstico. Es mejor prevenir que lamentar.

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