Arco II

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-Mi amor- llamé

Había despertado y no estaba a mi lado, aquello no me gustaba, sentía que en cualquier momento se iría, me dejaría, que me pediría ir por ella y dejarla como cuando todo aquello pasó.

Aún recuerdo aquel sentimiento. La estaba perdiendo, perdía a mi amor.

La encontré ensangrentada, la habían mordido. La confundieron con una humana, la creían mi mate y la dañaron, por mi culpa.

La limpié mientras lloraba, moriría aquello era in hecho, su lobo la mataría para acabar con el veneno del vampiro que la mordió, el vampiro que destrocé segundos antes de verla.

Hice lo que cualquier hombre enamorado haría, fui egoísta.

Le pedí, le supliqué ceder ante el veneno, renunciar a su loba. Dejar morir a su loba para que no me abandonara, para que se quedara a mi lado.

La amo, amo a mi pequeño Dulce de Amor y no la dejaría morir, menos por mi culpa, la pena me mataría.

Ella había sobrevivido, su cuerpo fue fuerte por ambos. Por nuestro amor. Pero cuando no la encuentro a mi lado apenas despierto me tenso, me lleno de miedos.

Me encaminé al pequeño refrigerador y serví un poco de agua, cada día que pasa el dolor es más fuerte, más agonizante.

-¿Como dormiste Gatito?- sus manos fueron a mis doloridos hombros, giré para mirarla, las gotas de agua resbalaban por todo su cuerpo, su cabello húmedo resaltaba aún más esos ojos rojos que tanto odié y que ahora posee la mujer que amo.

Sus manos acariciaron mis hombros y envolví mis brazos en su cintura -¿Te alimentaste mientras dormía?

-Si- besé su cuello -¿Aún no te llama?

-No lo hace- mentí

-Es extrañ...- mis besos callaron su boca, sentía la necesidad incontrolable de fundirme, de enterrarme y me obligaba a pensar que era en ella y no en esa mujer que logro sentir, oler, y desear tanto que duele.

Sus manos se adentraron en mi pantalón de dormir para bajarlo y la alcé mientras el beso nos consumía  -Cariño- gimió para mí, olía su excitación con tal intensidad que prácticamente que hizo olvidar el dolor.

....

-Mi amor- me llamó, ambos descansábamos sobre la cama, habíamos estado viviendo en el mundo humano luego de su conversión, pero no puedo. No puedo sólo dejarla, e ir por alguien a quien no conozco y olvidarme de mi pequeña. -Se que te duele- aquello me hizo tensar -Se que fuiste llamado. Debes ir- demandó y negué, un sollozo se escapó de mi boca. -No llores gatito

-No te dejaré

-Me iré. Yo no puedo volver allá...

-Si puedes, yo te protegeré- maldito aquel que se atreva a dañar a mi pequeña.

-Soy el enemigo ahora. Yo...

-Eres mi omega, Mía ¡Mia!- grité con dolor

-Calma amor, calma- me abrazó tratando de reconfortar

-Yo no puedo. No puedo amarla, ella...- no angustia se unía a mi dolor físico y lo hacía peor.

-Puedes, tu corazón es enorme mi amor. Ve por ella, se que serán felices. Yo estaré bien.

-La mataré- dije seguro -Voy a...

-¡No se te ocurra decir eso nuevamente!, ¿como pretendes pensar en eso siquiera? Es tu deber como líder. ¿Pretendes dejar la manada desprotegida?

-Si me dejas poco me importará eso.

-¡Segundo!- chilló con enojo pero cuando trató de alejarse me cerní sobre ella y la aplasté con mi cuerpo colándome entre sus piernas.

-La mataré si te vas, juro que lo haré- pronuncié seguro, no tenía dudas de aquello y quería que ella fuera consciente de lo que su partida provocaría.

-Tu no eres así Segundo, tu...

-Tu me mantienes cuerdo. Si te vas juro que mis garras serán lo último que esa humana vea.- agregué con desdén

-Mi amor...

-No puedes. No puedes decir que me amas y pedirme que te deje ir- otro sollozo se escapó de mí -La mataré

-No me iré- dijo y me atreví a mirarla. -Me quedaré, pero irás por ella.- aquello me hizo reír con sorna.

-¿Que pretendes? No pienso caer en lo que sea que estes pensando.

-Solo irás por ella y veremos que hacer.

-¿Que pretendes? ¿Vernos desde lejos? ¿Que te convierta en mi amante cuando eres Mi Mujer?

-Segundo...- Besé su mejilla cuando giró su rostro impidiéndome tomar su boca, aquello me hizo gruñir con incomodidad, mi lobo la amaba, ¿no puede entender eso -Iremos ambos, iremos por ella.

Me enterré en ese cálido interior que sabía recibirme tan bien, tan húmedo. Sus manos fueron a mi torso -Mira todo lo tuyo que soy Mi Dulce Amor.

El Segundo del Auspicio en la imagen.

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