Capítulo 12.

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Leonardo

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Leonardo

Me removí entre las sábanas abriendo de a poco los párpados. Había dormido como nunca, me sentía descansado después de tiempo. Busqué a mi alrededor, tanteando el otro lado de la cama junto a mi, esperando sentir un cuerpo a mi cercanía, Nada, no había nadie. Desconcertado llene de aire mis pulmones, me senté aún en cama flexionando mis músculos sintiéndolos tensarse ¿Se habrá ido? Habíamos pasado la noche juntos, no pudo haberse ido así nada más ¿no? No. No podía ser.

El olor mañanero a café me saco de mis pensamientos esfumando cualquier pensamiento, el olor del café solamente dejándome más despierto, me levante de cama y antes de dirigirme a la cocina fui al baño a asearme. Entrando a primera vista se podía sentir y visualizar que alguien la había usado momentos antes, aún había algo de vapor y olía a mi shampoo y jabón corporal. Sonriendo me dirigí a la ducha, seguidamente una vez ya vestido caminé tranquilo a la cocina.

Entré a la cocina viéndolo ahí, tan concentrado picando la fruta que había comprado solo hace unos pocos días.—quería llevarte a desayunar. —solté acercándome a su cuerpo. Nick dio un salto en cuanto escucho mi voz y santa mierda. Tenía puesta mi ropa. Esa es mi ropa.

No, no te emociones. Abajo.

—Podemos hacerlo aquí, si no te importa que invada tu cocina. —Explicó.

Reí, él podía hacer y deshacer cuánto quisiera.
—invadiste mi corazón, ¿crees que me importará si invades mi cocina? Ni en sueños. —lo abracé por detrás, enredando mis brazos alrededor de su cintura —Buenos días. —murmuré, mis labios llegaron a su cabeza, respiré a fondo el olor en su frondoso cabello, relajándome al instante, olía a mi shampoo. Lo sentí acurrucarse más contra mi pecho y ahí estaba yo, algo aún más encantado con este chico increíble.

Jesus, tranquilo Leonardo, no quieres asustarlo siendo tan intenso.

—Entonces, ¿qué puedo hacerte de desayunar? —me miró desde abajo.—buenos días. —se puso de puntillas mientras que yo me encorvaba un poco, sus labios alcanzaron mi mejilla, besándola posteriormente sonríe achinando sus lindos ojos azules como el mar más azul y bello que haya visto.

—Cualquier cosa esta bien, mientras de comer me hagas una pasta.—aseguré.

—¿me estás invitando a comer también? —encaró una ceja, divertido.

—No necesitas invitación para estar aquí. —aseguro desenvolviendo mis brazos alrededor de su cintura soltándolo, yendo a sentarme a la isla, preparándome un café helado.

—Está de suerte profesor, adoro cocinar comida italiana y no estar en mi casa gastando mi comida y dinero por ser foráneo.

—Soy un suertudo entonces. Puedes comer aquí las veces que quieras.

Lo veía cocinar el desayuno, mientras tomaba de mi café helado. Verdaderamente estaba disfrutando de su compañía, su simple presencia era más que suficiente para disfrutar de todas las cosas que me rodeaban.

Serendipia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora