Capítulo IX

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Bong-Cha escaló por los hielos de la isla. Era más difícil de lo que había pensado, pero no podía desistir, y más porque detrás de ella venían Orvyn y sus hombres. Ella se aferró a cada bloque de hielo con sus manos y colocaba cuidadosamente sus pies para no resbalar. Desde una buena altura, logró ver al barco pirata zarpar para irse del pueblo. Esto le causó un gran alivio, Frostwake estaba a salvo de esos piratas. Se concentró de nuevo en lo que estaba haciendo y continuó subiendo ágilmente. Después de subir un buen tramo más, algunos pedazos de hielo se desprendían, cayendo estruendosamente al mar.

—¡Cuidado! ¡El hielo se rompe! —avisó ella al resto.

Sus seguidores se inquietaron al escuchar eso, pero el Comandante logró calmarlos para que continuaran. Bong-Cha trató de ir cada vez más rápido para evitar ejercer mucha presión por mucho tiempo sobre el hielo, el cual cada vez era más frágil. Eso les ayudaba a saber que estaban cerca de llegar a la cima. Después de escalar y escalar el mismo patrón de piedras azules blanquizcas, Bong-Cha se dio cuenta de que estaban a punto de llegar, podía ver el final de la ladera donde se asomaba tenuemente el sol. Orvyn parecía haberlo visto también, pues cuando volteó a verlo, tenía en el rostro una expresión de satisfacción. Cuando llegaron hasta arriba, todo parecía deshabitado y árido. Bong-Cha preparó su acha sujetándola bien con ambas manos, lista para enfrentarse a cualquier adversidad que los sorprendiera. Avanzaron sigilosamente entre la nieve y las colinas de hielo. Finalmente, Bong-Cha les hizo la seña de que se detuvieran. Había visto algunas viviendas hechas con pieles a una distancia no tan lejana.

—Deben ser las Tribus del Norte —sugirió Orvyn.

—Lo mismo pensé... tal vez podríamos intentar dialogar. Diremos que estamos buscando al Teniente y que no tenemos intenciones hostiles.

—Espero que funcione.

El Comandante le indicó a sus hombres que se quedarán ahí mientras él y Bong-Cha se acercaban a los habitantes de esa región.

—Hemos venido en paz. No deseamos la guerra —anunció ella cuando los guerreros repararon en ellos -Buscamos su ayuda, no queremos lastimar a nadie.

Pero los guerreros hicieron caso omiso. Con lanas, flechas y espadas atacaron a los recién llegados. El resto de los hombres del Comandante se unieron a la lucha también. Los guerreros de las tribus eran hábiles y fuertes, acostumbrados al duro clima y despiadados como se había dicho. Bong-Cha blandió su hacha contra las gruesas espadas de aquellos sanguinarios guerreros, evitando peligrosos ataques y esquivando sus movimientos. Sin duda eran hombres experimentados. La blancura de la nieve fue manchada con sangre de ambos bandos, aunque afortunadamente nadie había muerto, pero no faltaban los heridos. En eso, cuando todos pensaban que sería una lucha a muerte, el líder de la tribu apareció acompañado de una mujer muy parecida a él.

—¡Alto! —ordenó y sus guerreros dejaron de pelear.

Era un hombre alto y fuerte cubierto con pieles de animales. Tenía un abundante cabello castaño rojizo y una gruesa barba. En cuanto a su acompañante, se veía una mujer musculosa y muy bella, con un largo cabello güero trenzado y ojos azules, vistiendo igualmente gruesas pieles.

—¿Quiénes son ustedes, invasores? —habló de nuevo el líder.

—No vinimos a pelear. Estamos buscando a alguien que vino aquí hace tiempo —se apresuró a responder Orvyn.

—En estas tierras áridas solo estamos nosotros, las Tribus del Norte. Y ustedes no son bienvenidos —el líder lo fulminó con la mirada.

Bong-Cha se puso delante del Comandante y habló.

—Buscamos al Teniente Howard. Él intentó hablar con ustedes y no regresó después de eso. Creemos que sigue aquí en alguna parte.

—Hablan del hombre que llegó aquí hace unas semanas —la mujer intervino.

Mar ArcanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora