Capítulo XXXV

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Bong-Cha le hizo la seña a Asdis de que dejara ir al rubio. La pelirroja le desenterró el cuchillo y lo soltó.

—Silversummit... la otra base de la Marina —murmuró Bong-Cha.

—Es un riesgo muy alto, todavía nos buscan por lo de la última vez —le dijo Jang-Seo en un tono serio.

—Lo sé, hay que pensar bien lo que debemos hacer.

—¿Y qué hacemos con ellos? —inquirió Asdis, refiriéndose a los miembros de la Orden.

—Déjenlos aquí y cerremos la cueva —sugirió Bong-Cha.

Los demás estuvieron de acuerdo. El grupo salió de esa cámara y fue Asdis la que se encargó de hacer explotar las rocas, que cayeron pesadamente y sellaron la entrada a esa área. Luego, regresaron por el mismo camino apenas iluminado por las pequeñas antorchas. Supieron que estaban cerca de la salida, gracias a la corriente de viento que soplaba con fuerza. Cuando por fin salieron de las cuevas, regresaron inmediatamente con sus compañeros en la parte superior de la isla. Ahí, Yeong-Seok y el resto de la tripulación vigilaban a los rehenes que obviamente no se habían tomado la molestia de eliminar. En cuanto los vieron llegar, Yeong-Seok se dirigió a su primo.

—¿Consiguieron algo? —preguntó.

—Lo suficiente —respondió Jang-Seo.

—¿Qué hacemos con ellos, primo? ¿Deberíamos matarlos? —continuó Yeong-Seok.

Jang-Seo miró a los rehenes.

—No —dijo —Átenlos a los árboles. Llevan tiempo aquí, supongo que sabrán como lidiar con los lobos en la noche.

Su primer oficial asintió y dio a los demás las órdenes de su capitán. Hecho esto, antes de que empezara a anochecer, ya todos se encontraban bajando por los rocosos acantilados de vuelta al barco. Poco a poco lograron bajar sin lastimarse, al menos era menos pesado que la subida.

Ya estando en el barco y habiendo zarpado de la isla, Jang-Seo llamó a todos a su camarote para ponerse de acuerdo en cómo deberían armar el siguiente plan.

—Bien, entonces, la última vez que se supo algo de Lady Kariana fue cuando estaba en Silver Summit —comenzó él.

—¿Y eso cuándo fue? —preguntó Hinata.

—No podemos saberlo con exactitud, debe haber sido... después de un par de meses de que el Rey Adhemar la desapareciera, poco más tal vez.

—¿Entonces... iremos a Silversummit? —Ronald inquirió, tomando un poco de vino de una botella casi vacía.

—No lo sé... Capitana, ¿qué opina?

Bong-Cha se sorprendió al escuchar que se dirigiera a ella de ese modo, con ese respeto, como si fuera su igual, que, si lo era, pero no se sentía como tal.

—Ah... bueno, si tomamos el riesgo puede que consigamos información importante. Pero, en caso de ser así, debemos andarnos con extremo cuidado —comentó la joven.

—Bien, entonces estamos de acuerdo —dijo Jang-Seo colocando ambas manos sobre la mesa —Fijen el curso a Silversummit.

Poco después ya se encontraban viajando en dirección a la segunda base de la Marina. Aunque la niebla era bastante densa, el camino era muy directo, solo debían cruzar el Bosque Blanco y las Placas de Selva y llegarían sin mucho problema. Yeong-Seok y Ronald manejaban el timón, mientras que Haruto, subido en un mástil, se encargaba de vigilar el camino. Bong-Cha estaba en la punta del barco, con el cabello y la capa ondeando en el frío viento del invierno. Después de un rato bajó de la cubierta al interior del barco, pues el clima era poco agradable, aunque también tenía la intención de ver a Jang-Seo. Caminando en dirección al camarote del capitán, se quitó la capa y de pasó la dejo en el suyo. En cuanto estuvo frente a la puerta, notó que esta estaba entreabierta. Por la pequeña ranura, logró ver a Jang-Seo paseando por su habitación, cepillándose el cabello mojado; seguramente se lo había lavado. Para no ser inoportuna, Bong-Cha tocó la puerta antes de entrar.

Mar ArcanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora