Capítulo VII

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Bong-Cha se despertó, no tan agitada como la vez anterior, pero el sueño no había sido del todo agradable. Era básicamente el mismo de la otra noche, pero más completo. Al parecer poco a poco iba recuperando fragmentos de su memoria. Ahora estaba casi segura de que había estado en la nave de Hisako, siendo parte de la tripulación. ¿Pero, porqué había naufragado? ¿Qué había pasado con los demás miembros? ¿Habría sobrevivido alguien más? ¿Dónde estaba Cayden ahora?

Esas preguntas rondaron su cabeza por días. El único momento en que podía librarse de estas, era en sus entrenamientos en la Isla Silenciosa, los cuales avanzaban rápido, sorprendiendo tanto al Maestro Shouta como a Bong-Cha. No habían llegado más noticias sobre hallazgos de la nave de la Capitana Hisako, ni ella había salido a investigar de nuevo. Solo faltaba un día para el festival de Bronzeshore, y ahora estaba en su último entrenamiento antes de eso. Shouta le enseñaba a revocar y aminorar un hechizo con sus poderes. Lo que tenía que hacer era evitar que el ácido del antiguo guerrero llegara hasta ella. Bong-Cha hacía varios movimientos con sus manos para crear la nube de humo negra y convertirla en un escudo que la protegiera. El poder de Ácido se desintegrada al impactar con el escudo. Sin embargo, a la chica todavía le costaba trabajo mediar su energía, se cansaba muy rápido por el gran esfuerzo que hacía. Shouta le recordaba muy seguido que se relajara y dejara que su magia fluyera a través de ella.

—Debes descansar, agotarte demasiado no va a beneficiarte, solo te hará débil —añadió.

—Tengo que lograrlo —ella protestó.

—Has avanzado mucho más de lo que pensé en poco tiempo. Tu ambición te ha llevado lejos. Y ya lo has logrado, solo debes dejar que tu energía fluya por si sola. Hazlo y dominarás las sombras.

Bong-Cha aceptó por fin y agradeció a su mentor, quien se despidió de ella cariñosamente. La chica se encaminó de regreso a Bronzeshore en el barco de Orvyn. Era ya más de medianoche cuando llegó, no tendría demasiado tiempo para dormir, pues en la mañana estaría ayudando con acabar los últimos detalles para el festival, pero aun así decidió que se tomaría un rato más para dormir y se levantaría un poco más tarde. Ella esperaba que esa noche fuera tranquila y de sueño profundo, sin embargo, no fue exactamente así. El sueño que ya había tenido las veces anteriores se repitió un poco más completo.

Bong-Cha corría por la cubierta de la nave mientras esta se balanceada con el brutal movimiento de las olas embravecidad por la tormenta. Al pasar junto al chico que iba cayendo del barco, le dio la mano y lo jaló para evitar su caída. El jóven se lo agradeció tomándole la mano e inclinándose. La chica correspondió y trató de evitar que las velas se rompieran y los mástiles se partieran por la mitad, pero todo era en vano. El mástil más alto se quebró en varias partes que empezaron a caer como enormes lanzas. Reparó en otra chica muy joven, menor que ella que se había quedado atrapada entre otro mástil grueso y pesado y la orilla del barco, la cual se estaba rompiendo y tenía astillas. Bong-Cha se apresuró a ayudarla. Con todas sus fuerzas, jaló el gigantesco mástil para liberarla. Las astillas estaban a punto de enterrarse en su piel, pequeños hilos de sangre empezaban a correr por su cuerpo. Bong-Cha tiró más fuerte del mástil hasta que pudo moverlo un poco. A la otra chica le fue posible salir de ahí.

¿Estás bien? le preguntó Bong-Cha.

Su compañera asintió y se fue después de informar que iría a buscar a su hermano. El barco se quebraba cada vez más, tirando pedazos de madera, cristal y metal a las aguas del océano. Bong-Cha cayó también al agua y nadó a la superficie lo más rápido que pudo. Escuchó el grito.

¡Hisako!

Esta vez reconoció al chico que había gritado: Cayden. Las olas golpeaban con fuerza y logró ver a algunos otros tripulantes luchando contra estas por sus vidas, pero Hisako no estaba por ningún lado. En eso, la enorme ola apareció en el horizonte, creciendo en fuerza y tamaño conforme se acercaba. Bong-Cha aguantó la respiración en cuando la ola llegó hasta ella. Cuando por fin pasó, salió de nuevo a la superficie y tosió para escupir el agua. Pronto empezó a perder la conciencia, y el otro chico evitó que se hundiera. Esta vez pudo verlo mejor, tenía cabello castaño muy oscuro casi negro, ojos marrones claro y ciertos rasgos asiáticos. Él la ayudó a sujetarse de una tabla de madera y no pasó mucho tiempo antes de que la corriente los separara. Bong-Cha se aferró a la tabla mientras observaba cómo el barco terminaba por partirse a la mitad y destruirse.

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