Capítulo XIII

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En la noche, Bong-Cha se quedó también un rato con Jang-Seo cenando, mientras Yeong-Seok estaba a cargo temporalmente de las funciones del barco. Cuando terminaron de cenar, Bong-Cha llevó los platos a la cocina y les agradeció a los cocineros. Luego regresó al camarote de Jang-Seo. Lo encontró ya dormido. Bong-Cha sonrió un poco y le puso las cobijas encima, no quería despertarlo. Después salió y cerró la puerta con cuidado para irse a su habitación. No se sentía tan casada como en los días anteriores, así que se quedó sobre la cama mirando el techo. Le llegó inspiración al voltear en dirección a la ventana, por donde podía verse el mar moviéndose. Aún acostada boca arriba, dibujó en su libreta la ventana con el mar. Añadió también la luna y algunas estrellas. Después vio sus dibujos anteriores, entre ellos los de las paredes de su camarote. Eso le recordó la reacción de Jang-Seo cuando los había visto previamente. Era extraño. Había algo en ellos que le traían recuerdos, pero no sabía de qué. Las orcas y los lirios tenían algún significado para él, pero de algo estaba segura, no eran recuerdos completamente felices, había algo oscuro en ellos, algo que Jang-Seo guardaba muy en su interior.

Más tarde, se quedó dormida, está vez sin ningún sueño que la inquietara. Pero algo la despertó. El ruido de pasos sobre la madera del barco en el pasillo. Era igual al que había escuchado la noche anterior, pero ahora estaba segura de que no había sido su imaginación. Dominada por la intriga, salió de su camarote y fue hacia donde había escuchado que se dirigían las pisadas, llegando hasta la cubierta. Cuando subió, vio que había alguien en el otro extremo del barco, mirando al mar. Era Jang-Seo, y en su mano tenía un pétalo de flor. Bong-Cha se acercó intrigada por su presencia.

—¿Jang-Seo?

Él se volvió de golpe, sorprendido de verla.

—Moon... ¿Qué haces aquí? —preguntó, aunque su voz sonaba apagada.

—Lo siento. Estaba dormida y escuché pasos. Solo quería ver quién era. Pero me voy, no quiero interrumpir...

—No. Quédate aquí.

Ella dudó un momento antes de acercarse más y recargarse en la orilla del barco al lado de él.

—¿Todas las noches vienes aquí? —preguntó.

—Si, siempre —respondió Jang-Seo.

—La vista es hermosa —señaló Bong-Cha mirando las estrellas reflejadas en el agua.

—Si... —él sonó distante.

—¿Estás bien? —Bong-Cha notó que se sentía triste por algo.

Jang-Seo suspiró y miró el pétalo que tenía en la mano. Era un lirio de color lila, como los que estaban pintados en la habitación de Bong-Cha.

—Cada noche subo aquí para sentir su presencia —empezó —Ella amaba los lirios. Por eso le entregó un pétalo al mar todas las noches.

—¿Quién? —preguntó Bong-Cha.

Jang-Seo tardó un poco en responder.

—Jang-Mi, mi hermana.

Bong-Cha lo comprendió, los lirios tenían un significado para él por su hermana, que a la manera en que hablaba de ella, parecía ya no estar con vida. Y él lo confirmó.

—Ella era... muy hermosa y tenía un corazón enorme. Era honesta, decidida, a veces solitaria, y tenía un carácter fuerte. Me recuerdas un poco a ella. Siempre estuvo a mi lado, me ayudó a construir este barco y me acompañó en tantas hazañas. Pero en un descuido... falleció... la mataron... no sobrevivió a esa bala —contó Jang-Seo.

—Lo lamento mucho —dijo Bong-Cha.

—La llamaban la Orca, y a ella le gustaba. Cuando la perdí decidí que las velas llevarían una orca en honor a su memoria —continuó él —Ella pintó las flores y las orcas en el cuarto que tú tienes... era de ella. Pintar era su pasatiempo favorito.

Mar ArcanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora