Capítulo XXXII

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La Perla Roja se detuvo al borde de la isla cubierta de plantas y lianas. Los árboles eran enormes, pájaros de diferentes colores pasaban volando y el suelo casi no podía verse por la inmensa cantidad de vegetación. Además, las flores mostraban una variedad de hermosos y llamativos colores, así como las hojas eran de un verde intenso. Todos estaban impresionados por lo que estaban viendo, jamás habían estado ante tal belleza de naturaleza.

—¡Miren eso! —Yeong-Seok exclamó señalando una gran piedra verde brillante, destellando en la punta de una pila de rocas alta.

Los ojos de Jang-Seo se iluminaron al ver el artefacto, pensando en lo mucho que podría valer si lo vendía a un buen comprador.

—Jang-Seo, tenemos que buscar a la orden —le recordó Bong-Cha.

—Lo sé, solo... adelántense un poco. Yeong-Seok ven conmigo —dijo él, ansioso por tener la piedra en su poder.

Bong-Cha entornó la mirada, pero les hizo la seña a los demás de que la siguieran. Jang-Seo y su primo se miraron y fueron a por la piedra verde. Cuando estuvieron frente a la gran pila de rocas, Yeong-Seok ayudó a su primo a subir primero, y una vez que este estuvo arriba, ayudó al otro a subir. La sonrisa de Jang-Seo mostraba lo satisfecho que estaba. Ambos estaban a punto de tocar el objeto al mismo tiempo, cuando de repente una flecha pasó entre ambos, sorprendiendo a ambos. A continuación, varias figuras humanas aparecieron de entre las copas de los árboles y otras colgándose de las lianas y apuntaron con arcos y flechas a los dos jóvenes.

—Mierda, ¿por qué dejé que me convencieras de hacer esto? —Jang-Seo se quejó.

—Es broma, ¿verdad? —espetó Yeong-Seok.

Las extrañas personas que habían aparecido los rodearon apuntando con sus armas, obligándolos a bajar de las rocas. Cuando estuvieron de nuevo a nivel del mar, Jang-Seo intentó irse discretamente, un grupo de tres personas intercambiaron los arcos por afiladas lanzas y le apuntaron muy cerca.

—Ok, ok, tranquilos —se apresuró a decir, aunque no estaba seguro de si le habían entendido.

Los nativos de la isla, los empujaron con sus lanzas, haciendo que se hincaran con las manos en alto. Jang-Seo le lanzó una mirada de preocupación a su primo, esperando que pronto los demás regresaran por ellos.

—¿No creen que ya se tardaron demasiado con su dichosa piedra? —dijo Bong-Cha.

—Mjm —coincidió Hinata —Deberíamos ir a buscarlos.

—Agh, ok, Hinata y yo volveremos por Jang-Seo y Yeong-Seok. Si ven algo sospechoso ocúltense y envíen a alguien —decidió Bong-Cha.

Los otros asintieron. Bong-Cha y Hinata regresaron por donde habían venido hasta el lugar donde se encontraba la piedra. Se sorprendieron al ver que esta estaba intacta y los chicos no estaban.

—¿A dónde se fueron? —indagó Hinata.

Bong-Cha vio algo en el suelo diferente de las plantas. Cuando lo levantó vio que era una flecha. Enseguida se la mostró a su amiga.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto.

Jang-Seo se retorció tratando de liberarse de las ataduras de sus manos y pies. Él y Yeong-Seok estaban uno al lado del otro, atados a unos troncos clavados en la tierra.

—Deja de moverte o van a matarnos —dijo Yeong-Seok.

—Mira quien lo dice —respondió Jang-Seo moviéndose una y otra vez.

—¿Ahora resulta que es mi culpa?

—Tú me incentivaste a ir por la piedra.

—No es cierto, solo dije que estaba ahí. Tú quisiste ir por ella. No seas ridículo.

Mar ArcanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora