Prefacio.

842 37 6
                                    


Po miraba a su alrededor, todos los miraban de reojo. Aunque Tigresa había sugerido cambiarse el uniforme para evitar miradas, era muy obvio que ambos eran bastantes jóvenes.

Volvió su vista hacia Tigresa que observaba hacia el pulcro piso blando de baldosas, escondiendo su cara en la capucha de su chamarra, como si estuviera avergonzada, como si el estar en aquella clínica fuera el crimen más grande que podía cometer... Lo peor es que en parte lo era.

Po coló su mano entre las de ella y las sostuvo con firmeza haciendo que levantara por primera vez la vista. Sus bellos ojos ámbar se conectaron con los verdes jade de él, logrando que ambos se tranquilizaran un poco.

- Tranquila, lo que sea que suceda yo seguiré contigo. – La tranquilizo Po dándole una sonrisa.

Ella asintió en completo silencio. No dudaba de él, al contrario, en tan poco tiempo se había vuelto en quien más confiaba... Pero la visión de su padre enojado y decepcionado de ella no dejaba de invadir su mente, él no era de las personas que se caracterizara por ser muy comprensivos y tenía miedo de lo que hiciera después si lo que llegase a pasar pasara.

- Además en uno salió que no, puede que las otras se hayan equivocado. – Siguió Po, le dolía ver la cara de quien amaba tan mal trecha, tan pálida.

- Fueron dos de tres, Po. – Hablo por primera vez. Su voz era firme como siempre, aunque estuviera muerta de miedo, jamás sedería.

- Señores... ¿Ping? – Llamo un doctor desde dentro.

Habían decidido ir a una clínica en otro valle, donde nadie los conociera y decidieron falsificar un poco de la información para evitar preguntas incomodas... Aunque de todos modos la recepcionista las hizo.

Po se levantó como si tuviera un resorte y tomo la mano de Tigresa para que fueran juntos hacia el hombre de la bata blanca.

- ¿Son ustedes...? – Po asintió. – Es que se ven algo jóvenes, perdón. – Se disculpó el hombre y les dio el paso hacia dentro de su consulta. - ¿Son del valle de la paz?

- Si - Respondió Po sin muchas ganas.

- Pase gran parte de mi infancia allí, hasta que mis padres murieron y me tuve que mudar aquí para estar con mi hermano mayor... Me gustaría volver en unos años más, tengo bonitos recuerdos. – Recordaba el doctor con un poco de melancolía, sin embargo, los jóvenes a penas lo escuchaban.

El lugar era relativamente pequeño lleno con pegatinas y adornos alusivos a la especialidad del hombre, que no hacían más que poner nervioso a los jóvenes, además estaba el escritorio del doctor junto a un par de sillas y casi junto a ellos estaba la camilla con la maquinaria que necesitaban para confirmarlo.

- Quítese el abrigo y recuéstese en la camilla. – Le ordeno el hombre a Tigresa mientras revisaba unos papeles. – Usted pude esperar en una de las sillas o al lado de su esposa, como deseé. – Le dijo a Po, este eligió lo segundo, estaban igual de nervioso que ella, sabía que su padre no lo mataría, pero no estaría precisamente muy feliz con la noticia.

Tigresa respiro hondo mientras hacía lo dictado y se recostaba en la fría camilla con Po a su lado.

No pudo evitar recordar aquel primer día de clase en que conoció por primera vez, y las ganas que tenia de golpear... Y ahora estaban allí, en aquella pequeña consulta. Como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo.

High School PeaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora