LONDRES, DICIEMBRE DE 1884
La diana cuelga precariamente de una pared del estudio, entre altos estantes de libros y óleos de recargado marco. A pesar de su vistoso diseño, está prácticamente oculta entre las sombras, pero el cuchillo logra su objetivo en cada lanzamiento y se clava casi en el centro, que se encuentra bajo el recorte de periódico sujeto a la diana.
El artículo en cuestión es una crítica teatral, un escrito cuidadosamente recortado del londinense Times. Se trata de una crítica positiva; algunos, incluso, la definirían como elogiosa. Y, sin embargo, se encuentra en el paredón, por así decirlo, y recibe una y otra vez el impacto de un cuchillo de plateado mango. El puñal rasga el papel y se clava en el corcho de la diana. Luego alguien lo extrae para repetir, una vez más, el proceso.
Quien lanza con tanta elegancia el cuchillo agarrándolo por el mango de modo que trace varios giros perfectos en el aire antes de que la punta de la hoja dé en el blanco es Jung Hoseok, cuyo nombre figura impreso en claras letras de imprenta en la última línea del mencionado recorte de periódico.
La frase en la que aparece su nombre es, precisamente, la que ha indignado a Jung Hoseok hasta el punto de ponerse a lanzar cuchillos. Una única frase, que dice así: «Jung Hoseok sigue poniendo a prueba los límites de la escena moderna y fascina a su público con un espectáculo casi trascendente.» La mayoría de los productores teatrales se sentirían halagados con un comentario así. Seguramente pegarían el artículo en su libro de recortes y lo citarían en toda clase de referencias.
Pero no es el caso de este productor teatral en concreto. No, Jung Hoseok se concentra en la penúltima palabra. Casi. Casi. El cuchillo vuelve a cruzar la habitación, volando sobre el mobiliario de madera tallada y terciopelo, y pasa peligrosamente cerca de una licorera de cristal llena de brandy. Gira a toda velocidad sobre sí mismo y la hoja vuelve a clavarse en la diana. En esta ocasión perfora el papel, ya prácticamente hecho trizas, entre las palabras «público» y «espectáculo», ocultando por completo otras dos palabras, «con un».
Hoseok sigue la estela del cuchillo y, con sumo cuidado pero una considerable fuerza, extrae la hoja del tablero. Se dirige entonces al otro extremo de la habitación, con el puñal en una mano y un vaso de brandy en la otra, y gira rápidamente sobre sus talones. Lanza de nuevo el cuchillo, apuntando a esa terrible palabra. Casi. No cabe duda de que hay algo que no hace bien. Si sus producciones no pasan de ser casi trascendentes, cuando la posibilidad de la auténtica trascendencia no anda muy lejos y espera ser alcanzada, entonces es que debe de haber algo más que se pueda hacer.
Ha estado reflexionando sobre esa cuestión desde que su secretario dejó la crítica sobre su escritorio, perfectamente recortada y clasificada. Se han guardado otras copias en alguna parte, en aras de la posteridad y la seguridad, ya que los recortes de prensa que terminan sobre el escritorio suelen tener un trágico final cuando Hoseok se pone a dar vueltas y más vueltas a cada palabra.
Hoseok disfruta de verdad con la respuesta del público. La respuesta auténtica, no los educados aplausos de siempre. A veces, incluso valora más la respuesta del público que el espectáculo en sí. Al fin y al cabo, un espectáculo sin público no es
nada. En la respuesta del público: ahí es donde radica la fuerza de la función.Hoseok se crió en los teatros. Siempre veía las funciones de ballet desde un palco, pero siendo como era un niño inquieto, pronto se aburrió de las conocidas coreografías y se dedicó a observar al público, para ver cuándo sonreían o contenían una exclamación los asistentes, cuándo suspiraban las mujeres y cuándo empezaban a echar cabezaditas los hombres. Así pues, quizá no resulte tan sorprendente que ahora, transcurridos tantos años, Hoseok siga más interesado en el público que en la función en sí, aunque también es cierto que el espectáculo tiene que ser impresionante para obtener la mejor respuesta.
Y dado que no puede observar todos los rostros de los numerosos asistentes a las representaciones diarias de cada espectáculo (que van desde el drama más absorbente hasta las más exóticas demostraciones de las bailarinas, amén de algunas producciones bastante imaginativas que combinan ambas posibilidades), confía en las críticas.
Sin embargo, ya hace algún tiempo que ninguna le saca de quicio como lo ha hecho ésta en concreto. Y, desde luego, hacía muchos años que una crítica no le impulsaba a lanzar cuchillos. El puñal vuela de nuevo y, en esta ocasión, se clava en la palabra «escena».
Hoseok se acerca a la diana para recuperarlo, mientras bebe un trago de brandy por el camino. Durante un segundo, contempla con curiosidad la diezmada crítica y escudriña las casi ilegibles palabras. Luego llama a Jungkook a voz en cuello.
ESTÁS LEYENDO
The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷ
FantasyEl circo llega sin avisar. No viene precedido de ningún anuncio, no se cuelga cartel alguno en los postes o vallas publicitarias del centro, ni tampoco aparecen notas ni menciones en los periódicos locales. Sencillamente está ahí, en un sitio en el ...