Rêveurs

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1891 - 1892

Christopher Bang recibe la tarjeta con el correo, en el interior de un sencillo sobre que le llega mezclado con facturas y otra correspondencia relativa al negocio.

Dentro del sobre no hay ninguna carta ni nota, tan sólo una tarjeta negra por un lado y blanca por el otro. En el anverso, en tinta plateada, figuran las palabras «LE CIRQUE DES RÊVES». En el reverso, blanco, escrito a mano con tinta negra, se lee lo siguiente:

Veintinueve de septiembre
a las afueras de Dresde, Sajonia

Christopher apenas puede contener su emoción. Se pone de acuerdo con sus clientes, termina en tiempo récord los relojes en los que estaba trabajando y alquila un piso en Dresde por un corto período de tiempo.

Llega a Dresde el 28 de septiembre y se pasa el día deambulando por las afueras de la ciudad, preguntándose dónde se instalará el circo. Nada indica su inminente llegada, a excepción de una leve electricidad en el aire que Christopher no está seguro de que alguien, salvo él mismo, pueda percibir. Se siente un privilegiado porque le hayan informado de la llegada del circo con antelación.

El 29 de septiembre se levanta muy avanzada ya la mañana, a sabiendas de que esa noche no se acostará precisamente temprano. Cuando sale de su piso, a primera hora de la tarde, para ir a comer algo, la noticia ya se ha adueñado de las calles: un extraño circo ha aparecido de la noche a la mañana, al oeste de la ciudad. «Un circo de dimensiones gigantescas compuesto por carpas de rayas», están diciendo los parroquianos justo cuando Christopher entra en un bar. Nunca se ha visto nada igual. Christopher guarda silencio y disfruta de la emoción y la curiosidad de quienes le rodean.

Poco antes del atardecer, Christopher se dirige al oeste y encuentra en seguida el circo, pues a sus puertas ya se ha congregado una numerosa multitud. Mientras espera entre ella, se pregunta cómo habrán conseguido montar el circo tan de prisa.

Está completamente seguro de que el campo sobre el que ahora se asienta el circo, como si siempre hubiera estado allí, estaba vacío la tarde anterior, cuando salió a pasear por los alrededores de la ciudad. Es como si el circo se hubiese materializado.

«Como si hubiera aparecido por arte de magia», oye comentar a alguien. No le queda más remedio que estar de acuerdo.

Cuando por fin se abren las puertas, Christopher se siente como si regresara a su hogar tras una prolongada ausencia.

Acude al circo prácticamente todas las noches y, durante el día, se pasa las horas sentado en su piso de alquiler o en el bar con una copa de vino, escribiendo. Redacta páginas y más páginas de observaciones sobre el circo, en las que describe sus experiencias. En cierta manera lo hace para no olvidarlas, pero también para inmortalizar en papel una parte del circo, algo a lo que poder aferrarse.

De vez en cuando, charla sobre el circo con algunos de los clientes habituales del bar. Uno de ellos es el director de un periódico local, quien tras un poco de insistencia y unas cuantas copas de vino consigue convencer a Christopher para que le muestre su diario. Después de uno o dos whiskies, le persuade para que le permita publicar algunos fragmentos en su periódico.

El circo se marcha de Dresde a finales de octubre, pero el director del periódico mantiene su palabra. El artículo goza de una buena acogida, por lo que pronto le sigue otro, y luego otro más.

Christopher sigue escribiendo y, a lo largo de los meses siguientes, algunos de los artículos se publican también en otros periódicos alemanes, y más tarde se traducen y publican en Suecia, Dinamarca y Francia. Uno de ellos se publica incluso en un rotativo londinense, con el título de «Noche en el circo».

The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora