Las reglas del juego

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1887 - 1889

Ahora que el circo está en marcha, funciona debidamente y, como lo expresó Hoseok durante una cena poco después de la noche del estreno, va adquiriendo su propia independencia; ya no se celebran tantas Cenas del Circo. Los primeros colaboradores aún se reúnen de vez en cuando para cenar, especialmente si el circo actúa cerca, pero esos encuentros son cada vez menos frecuentes.

El señor M. Y— nunca aparece, a pesar de que siempre está invitado. Y, dado que esos encuentros constituían la única oportunidad que tenía Jungkook de ver a su instructor, la continua ausencia de éste sólo sirve para frustrarle.

Después de un año sin tener noticias de él, sin cruzar una palabra con él ni vislumbrar siquiera el sombrero de copa gris, Jungkook decide ir a visitarle.

No sabe cuál es la residencia actual del instructor, pero asume sin equivocarse que, muy probablemente, se tratará de una residencia temporal y que, para cuando él consiga dar con el lugar indicado, su instructor ya se habrá trasladado a otra morada, tan temporal como la anterior.

Así pues, lo que hace Jungkook es trazar una serie de símbolos en la escarcha de la ventana de su piso que da a la calle, guiándose por las columnas del Museo de enfrente. La mayoría de los símbolos son prácticamente indistinguibles, a menos que la luz incida sobre ellos desde un ángulo muy determinado. En conjunto, forman una enorme Y.

Al día siguiente, alguien llama a su puerta.

Como siempre, el hombre de gris se niega a entrar en el piso. Se queda en la entrada y observa fijamente a Jungkook con sus fríos ojos grises.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunta.

—Me gustaría saber si realmente estoy haciéndolo bien —dice Jungkook.

Su instructor le observa durante un instante, con una expresión tan inescrutable como de costumbre.

—Tu trabajo ha sido satisfactorio —responde el hombre.

—¿Y así es como se ha de desarrollar el reto? —replica Jungkook—. ¿Lo que ambos tenemos que hacer es manipular el circo? ¿Hasta cuándo?.

—Se te ha concedido un terreno de juego en el que trabajar —contesta su instructor—. Despliegas tu talento lo mejor que sabes y eso mismo hace tu oponente. Ninguno de los dos interfiere en el trabajo del otro, y así seguirán las cosas hasta que se proclame un vencedor. No es tan complicado.

—No estoy muy seguro de entender las reglas —responde Jungkook.

—No es necesario que entiendas las reglas, lo único que tienes que hacer es seguirlas. Como te he dicho, tu trabajo ha sido satisfactorio.

Hace ademán de marcharse, pero luego vacila.

—No vuelvas a hacerlo —dice, señalando por encima del hombro de Jungkook hacia la ventana cubierta de escarcha.

Luego da media vuelta y se marcha. La escarcha de la ventana se derrite, y los símbolos acaban por convertirse en garabatos sin sentido.

Es pleno día y el circo duerme tranquilamente, pero Kim Taehyung está delante del Tiovivo, contemplando las criaturas blancas, negras y plateadas que pasan a toda velocidad, sin jinete, colgadas de sus respectivas cintas.

—No me gusta —dice una voz, tras él.

Kim Seok Jin no es más que una aparición en la carpa tenuemente iluminada. Su traje oscuro desaparece entre las sombras. La luz cambiante capta y luego deja en penumbra su reluciente camisa o su pelo gris, e ilumina la mirada reprobatoria de sus ojos mientras observa el Tiovivo por encima del hombro de su hijo.

The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora