LONDRES, 13 Y 14 DE OCTUBRE DE 1886
Jungkook se pasa las primeras horas de la noche del estreno lanzando miradas furtivas a su reloj y aguardando con impaciencia que las manecillas lleguen a las doce.La inesperada llegada de los gemelos Lee ya le ha alterado el programa, pero se conforma con que la ceremonia de encendido de la hoguera salga tal y como está planeada.
Es la mejor solución que se le ocurre, teniendo en cuenta que dentro de pocas semanas el circo estará a cientos de kilómetros de distancia y que él se quedará solo en Londres.
Y, por mucho que la ayuda de Lauren sea valiosa, necesita un vínculo más fuerte.
Desde que descubrió el terreno de juego del reto, Jungkook ha ido asumiendo poco apoco más responsabilidades en el circo. Hacía todo lo que Hoseok le ordenaba, pero también mucho más, hasta el punto de que éste le concedió absoluta libertad en todo, desde aprobar el diseño de las puertas hasta encargar la lona de las carpas.
Le preocupan las repercusiones del vínculo. Nunca ha intentado nada a ese nivel, pero por otro lado, no hay ningún motivo que le impida empezar la partida de la manera más contundente posible.
La hoguera le proporcionará una conexión con el circo, aunque no está absolutamente seguro de que vaya a salir bien. Y dado que hay tantas personas implicadas, parece sensato otorgarle al terreno de juego un elemento de seguridad.
La preparación le ha llevado meses enteros.
Hoseok se mostraba más que dispuesto a dejarle organizar la ceremonia de encendido, pues sólo había hecho falta un poco de coacción para convencerle de que Jungkook era insustituible en la planificación del circo. Un simple gesto del asistente y Hoseok había dejado en sus manos todos los detalles.
Y, lo que es más importante aún, Hoseok se había mostrado de acuerdo en mantenerlo en secreto. La ceremonia de encendido había adquirido el mismo aire misterioso que las cenas a medianoche, en las que no se permitían preguntas acerca de los ingredientes o del menú.
Tampoco se proporcionó información alguna sobre el material con el que están hechas las puntas de las flechas para provocar tan sorprendente efecto, ni acerca de cómo se conseguía que las llamas pasaran de una intensa tonalidad a otra.
A quienes hicieron tales preguntas durante los ensayos y preparativos se les dijo que revelar tales métodos echaría por tierra el efecto. Lógicamente, Jungkook no ha podido ensayar la parte más importante de la ceremonia.
No le resulta muy difícil escabullirse de Hoseok, justo antes de la medianoche, en la concurrida explanada.
Se abre paso hacia el hierro retorcido y se acerca todo lo que puede al caldero vacío. Coge entonces el cuaderno grande, encuadernado en piel, que lleva bajo el abrigo. Se trata de una copia exacta de otro cuaderno que guarda bajo llave en su despacho. Nadie entre la bulliciosa multitud repara en Jungkook cuando éste arroja el cuaderno al fondo del caldero, donde aterriza con un golpe sordo que queda amortiguado entre el ruido de fondo. Las tapas se abren y revelan al cielo estrellado el intrincado árbol de tinta.
El muchacho permanece junto al metal retorcido mientras los arqueros ocupan sus puestos. A pesar del gentío que se acumula a su alrededor cuando el fuego se convierte en un arcoíris de colores, Jungkook se concentra en las llamas y, al ver aterrizar la última flecha, cierra los ojos. A través de los párpados, percibe las blancas llamaradas como un resplandor rojo.
Durante sus primeras actuaciones, Taehyung esperaba sentirse como una triste imitación de su padre, pero respira aliviado al darse cuenta de que su experiencia es radicalmente distinta a la que tantas veces había presenciado en distintos teatros.
El espacio es pequeño e íntimo, y el público, lo bastante reducido como para que los espectadores sigan conservando su individualidad en lugar de fundirse en el anonimato de una muchedumbre.
Taehyung no tarda en descubrir lo fácil que le resulta conseguir que cada actuación sea única: sólo tiene que permitir que la reacción del público la ayude a elegir lo que debe hacer a continuación. Y, a pesar de que actuar le resulta más divertido de lo que en un principio creía, agradece el disponer de cierto tiempo para sí mismo entre una actuación y otra. A medida que se acerca la medianoche, decide buscarse un rinconcito discreto para presenciar la ceremonia de encendido de la hoguera.
Pero mientras se acerca a la zona a la que todo el mundo empieza ya a referirse como «entre bastidores», por mucho que el circo no disponga de un escenario propiamente dicho, no tarda en verse arrastrado por esa especie de caos ordenado que rodea el inminente nacimiento de los gemelos Lee.
Varios de los artistas y miembros de la organización se encuentran allí congregados, sumidos en una tensa espera. El médico que ha acudido al circo considera, al parecer, que la situación en sí es un tanto extraña. La contorsionista va y viene, mientras que Aidan Murray camina de un lado a otro como una de sus fieras.
Taehyung se esfuerza por resultar útil, lo cual consiste básicamente en ir a buscar tazas de té y en idear nuevas e imaginativas formas de tranquilizar a todo el mundo y asegurarle que todo saldrá bien. Se siente como si estuviera consolando a sus clientes espiritistas de otros tiempos, así que le sorprende que los demás le den las gracias dirigiéndose a él por su nombre.
El dulce llanto que se escucha cuando apenas faltan unos minutos para la medianoche llega como una especie de liberación y es recibido con suspiros y exclamaciones de alegría.
Y entonces, le sigue algo más. Taehyung lo percibe minutos antes de oír los aplausos que resuenan desde la explanada: es una especie de cambio que, de repente, se extiende por todo el circo como una ola. Le recorre todo el cuerpo y le provoca un involuntario escalofrío en la columna vertebral, tan violento que a punto está de caerse.
-¿Estás bien? -pregunta una voz, tras él. Se vuelve y ve a Momo, que le apoya una cálida mano en el brazo para ayudarlo a recuperar el equilibrio. En los ojos risueños de la contorsionista aparece esa especie de mirada de complicidad que Taehyung ya está aprendiendo a reconocer.
-Sí, gracias -dice Tae, haciendo un esfuerzo por recuperar el aliento.
-Eres una persona muy sensible -observa Momo-. No es raro que este tipo de acontecimientos afecten a las personas como tú. Desde la estancia contigua les llega otro llanto, que se une al primero en un delicado coro.
-Tienen un sorprendente don de la oportunidad -comenta Momo, volviendo su atención hacia los gemelos recién nacidos. Tae se limita a asentir-. Lástima que te hayas perdido la ceremonia de la hoguera -prosigue Momo-. También ha sido muy sorprendente.
Mientras el llanto de los gemelos Lee se va apagando, Taehyung trata de desprenderse de esa sensación que todavía le provoca un hormigueo en la piel.
Aún no sabe quién es su oponente, pero sea cual sea el movimiento que acaba de hacer, ha conseguido inquietarlo. Tiene la sensación de que el circo al completo irradia en torno a él, como si alguien le hubiera arrojado encima una red y hubiera atrapado, cual mariposa que aletea desesperadamente, todo lo que se encuentra a ese lado de la valla metálica.
Se pregunta cómo debe contraatacar.
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The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷ
FantasyEl circo llega sin avisar. No viene precedido de ningún anuncio, no se cuelga cartel alguno en los postes o vallas publicitarias del centro, ni tampoco aparecen notas ni menciones en los periódicos locales. Sencillamente está ahí, en un sitio en el ...