Bons rêves

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Pocas son las personas que, aparte de ti, pasean por Le Cirque des Rêves a estas horas previas al amanecer. Algunas de esas personas llevan bufandas rojas que contrastan vívidamente contra el blanco y el negro.

No te queda mucho tiempo antes de que, inevitablemente, salga el sol. Te enfrentas al interrogante de cómo llenar los pocos minutos que aún quedan de la noche. ¿Deberías visitar una última carpa? ¿Tal vez una carpa en la que ya hayas entrado y que te haya gustado especialmente? ¿O quizá alguna carpa aún no explorada que sigue siendo un misterio? ¿O deberías comprar otra manzana de caramelo, la última antes de desayunar? La noche, que hace apenas unas horas se te antojaba interminable, ahora se te escurre entre los dedos: los minutos van pasando mientras se convierte en pasado y te impulsa hacia el futuro.

Pasas tus últimos minutos en el circo como más te apetece, pues ese tiempo te pertenece únicamente a ti. Pero antes de que te des cuenta, ha llegado la hora de que Le Cirque des Rêves cierre sus puertas, al menos de momento.

El túnel tachonado de estrellas ya no está, y lo único que separa ahora la explanada de la entrada es una sencilla cortina. Cuando esa cortina se cierra, a tu.espalda, la distancia parece mucho mayor que unos pocos pasos separados por una cortina a rayas.

Vacilas antes de salir y te detienes a contemplar el intrincado reloj que va contando los segundos. Las piezas se mueven con absoluta perfección. Ahora puedes observar el reloj más de cerca, pues cuando has entrado estaba medio oculto tras una multitud.

Bajo el reloj se ve una discreta placa plateada. Tienes que agacharte un poco para leer la inscripción grabada en el metal bruñido.

En la parte superior se lee:

EN MEMORIA DE

Justo debajo, en cuerpo más pequeño, aparecen nombres y fechas:

CHRISTOPHER BANG

9 DE SEPTIEMBRE DE 1846 —1 DE NOVIEMBRE DE 1901

y

JUNG HOSEOK

3 DE AGOSTO DE 1847—15 DE FEBRERO DE 1932

Alguien te está observando mientras lees la placa conmemorativa. Notas unos ojos fijos en ti antes incluso de saber de dónde procede esa mirada inesperada. En la taquilla aún queda alguien. La mujer que está sentada dentro te observa y te sonríe.

No sabes muy bien qué hacer. Ella te saluda con la mano, en un gesto discreto pero cordial, como si quisiera decirte que no pasa nada. Que, antes de abandonar el circo, muchos visitantes suelen detenerse a admirar esa maravilla de la relojería que está junto a las puertas. Que algunos hasta se molestan en leer la placa conmemorativa dedicada a dos hombres fallecidos hace ya tantos años. Que ocupas ahora mismo el lugar que muchos han ocupado antes que tú, bajo estrellas que ya empiezan a desaparecer y luces que resplandecen.

La mujer te indica por señas que te acerques a la taquilla. Mientras vas a su encuentro, la ves rebuscar algo entre una pila de papeles y entradas.

En el pelo lleva un ramillete de plumas plateadas y negras, que revolotean en torno a su cabeza cada vez que se mueve. Cuando encuentra lo que está buscando, te lo entrega: coges de su mano, embutida en un guante negro, una tarjeta de visita.

Uno de los lados es negro, y el otro, blanco. En el lado negro, impreso en temblorosas letras plateadas, se lee lo siguiente:

LE CIRQUE DES RÊVES

En el otro lado, el blanco, figura lo siguiente en tinta negra:

Huening-Kai propietario

huening@elcircodelanoche.com

Le das vueltas en la mano, mientras te preguntas qué deberías decirle al señor Huening si le escribieras. Tal vez podrías darle las gracias por tan espectacular circo y con eso sería suficiente.

Le das las gracias a la mujer por la tarjeta y ella se limita a sonreír a modo de respuesta.

Te alejas hacia las puertas, mientras lees de nuevo la tarjeta que tienes en la mano.

Antes de cruzar la puerta y salir al campo que está al otro lado, te vuelves una vez más hacia la taquilla, pero ya está vacía y oculta tras una persiana negra.

Con mucho cuidado, te guardas la tarjeta en un bolsillo.

Cruzar las puertas para dejar atrás el suelo pintado y pisar la hierba desnuda se te antoja un paso larguísimo.

Cuando finalmente empiezas a alejarte de Le Cirque des Rêves hacia el amanecer cada vez más cercano, piensas que te sentías mucho más despierto dentro de los límites del circo.

Ya no sabes muy bien en qué lado de la valla estás en el sueño.

The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora