LONDRES, ABRIL DE 1886
—Es demasiado bueno para que pase desapercibido entre la multitud —dice Hoseok—. Debe de tener su propia carpa, está claro. Colocaremos los asientos en círculo o algo así, para que el público esté en el centro mismo de la acción.
—Sí, señor —responde Jungkook, mientras juguetea con su cuaderno y pasa los dedos por unas páginas que pocos minutos antes eran alas.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le pregunta Hoseok—. Estás más blanco que el papel.
Su voz retumba en el vacío teatro, mientras permanecen los dos solos sobre el escenario. Madame Tzu se ha llevado al joven Kim a toda prisa, acribillándolo a preguntas sobre trajes y peinados.
—Estoy bien, señor —responde Jungkook.
—Pues tienes muy mal aspecto —afirma Hoseok, al tiempo que apaga su puro —. Vete a casa.
Jungkook le mira, sorprendido.
—Pero señor, tengo mucho papeleo pendiente —protesta.
—Ya lo harás mañana, tendrás tiempo más que suficiente para esas cosas. Tante Tzu y yo llevaremos al jóven Kim a mi casa para tomar el té, así que ya nos encargaremos de los detalles y del papeleo más tarde. Vete a descansar o a tomar una copa o a hacer lo que te apetezca —ordena Hoseok, al tiempo que le hace un gesto vago con la mano. El humo del puro deja a su paso una estela de ondas.
—Si insiste, señor.
—¡Insisto! Y haz el favor de librarte de los otros tipos del vestíbulo. No es necesario que veamos a un montón de hombres con traje y capa cuando ya hemos encontrado algo mucho más interesante. Y también bastante atractivo, diría, si es que las preferencias de uno van en esa dirección.
—Desde luego, señor —asiente el asistente, al tiempo que su palidez se tiñe de rubor—. Hasta mañana, entonces.
Le dedica una inclinación de cabeza, casi como si hiciera una reverencia, antes de girar ágilmente sobre sus talones y dirigirse al vestíbulo.
—Creía que no eras de los que se asustaban tan fácilmente, Jungkook —le dice Hoseok, mientras se aleja. Jungkook, sin embargo, no se vuelve.
El muchacho les dice educadamente a los ilusionistas del vestíbulo que ya pueden marcharse, les explica que el puesto ya está cubierto y les da las gracias por su tiempo. Ninguno de ellos advierte lo mucho que le tiemblan las manos, ni tampoco que sujeta la pluma con tanta fuerza que los nudillos se le han puesto blancos.
Tampoco se dan cuenta de que la pluma acaba por partirse dentro del puño de Jungkook, ni de que la tinta empieza a empaparle la muñeca.
Una vez que todos los ilusionistas se han marchado, Jungkook recoge sus cosas y se limpia en su abrigo negro la mano manchada de tinta. Antes de abandonar el teatro, se pone su bombín.
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The Night Circus |•ᴬᴰ°ᵀᴷ
FantasyEl circo llega sin avisar. No viene precedido de ningún anuncio, no se cuelga cartel alguno en los postes o vallas publicitarias del centro, ni tampoco aparecen notas ni menciones en los periódicos locales. Sencillamente está ahí, en un sitio en el ...