Capítulo 2: ¿Disculpa?

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—Pues... Mi madre me dijo que una chica de mi instituto se encargaría de cuidar a mi hermana tres día a la semana. —Ay no, esto no pude ser verdad, ¿cuántas posibilidades hay?—. Cuándo le pregunté quién era, me dijo que se llamaba Aysha y... ¿Eres tú, no?

—¿Quién? —Mi cerebro se había chamuscado después de lo que acababa de oír.

—Tú.

—¿Yo?

—Sí.

—¿La qué? —A él le parecía muy lógico pero a mi no, mis malditas neuronas no hacían clic.

—La niñera. —Paren. De casualidad me dijo... Ay no yo lo mato. Esa fue la palabra clave que hizo falta para activar mi botón de “Reiniciando Sistema” y me hizo concentrarme en la situación—. O bueno la perso... —No pensaba dejarlo continuar.

Después de escuchar “niñera” mi humor cambio dando un giro ciento ochenta grados.

—Primero que nada, yo no soy niñera.

—Pero...

—En segundo ¿quién te dijo que podías hablarme? —Después de escuchar esto abrió mucho los ojos, está claro que no se lo esperaba, él no me conocía, no sabía cómo era yo, pero me iba a conocer.

—No sabía... Yo pensé que...

—¿Tú sabías, que tú pensaste qué? —Tal vez y sólo tal vez me estaba pasando.

—¡Oh! —A Axiel se le veía decepcionado por alguna razón —. Lamento si te molesté, yo solo venía a agradecerte. Supongo que no es bueno momento.

Vale. Ahora me siento mal. Él lo único que intentaba era ser agradable y dar gracias, y yo escupí en su cara para de mi amargura. La verdad es que estoy acostumbrada a que todo el que se me acerque lo haga con la intención de molestarme y por eso, para evitarlo, lo inicio yo.

—¿Porqué no la cuidas tú, es tú hermana no la mía? —indago un poco más calmada queriendo saber la respuesta.

—Sí que lo hago, es sólo que en esos instantes no puedo...

—Justificaciones —susurro para mí misma, y aún así me escucha.

—No son justificaciones. —Creo que el comentario no le hizo gracia—. Es sólo que no puedo...

—Quién quiere puede —interrumpo dejando en claro que su argumento no me convence en lo más mínimo.

—¿Estás diciendo que no quiero cuidar a mi hermana?

—Sólo digo que si realmente quisieras lo harías.

—Claro que quiero.

—¿Y porqué no lo haces?

—Porque no puedo. —Mientras lo miraba a la cara pude detectar que esto último lo dijo apretando la mandíbula.

—Pues, yo creo que estas justificando.

—¡Claro que no!

—¡Claro que sí!

—¡Eh! Los del fondo. Es que no se han dado cuenta de que ya he entrado al aula —dice el profesor de literatura sacándonos de nuestra discusión, lo que me permite darme cuenta de que toda el aula nos estaba prestando atención completo silencio, que es un milagro si he de decir.

—Lo siento profesor ahora me siento en mi puesto —articula Axiel, y mirándome nuevamente pero esta vez murmurando expresa: —. Si desde un principio tu intención era ésta, no entiendo para que aceptaste. Me acerqué a ti esperando poder mantener aunque sea mínima conversación, pero me has demostrado que es imposible y solo confirma lo que todo mundo dice de ti. No hace falta que la cuides. Que tengas buenos días y gracias por tu tiempo.

En nuestra menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora