Capitulo 18

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Por la mañana, mamá me despierta y me planta frente a mi una bandeja llena de comida. Prácticamente no he comido nada desde la mañana de ayer pero no lo siento así. Mi estómago suele protestar cada vez que necesita atención pero a estar horas no lo ha hecho.

Digamos que está dejando descansar.

Ruedo los ojos y comienzo a comer lentamente el sándwich de mantequilla de mermelada. Miro mi celular y me doy cuenta de que son recién las 10:30.

Mamá ha decidido no enviarme a clases porque dice que aún estoy como que impactada. He intentado protestarle porque eso lo único que hará es darle una ventaja al maldito Luka pero me da igual.

Cuando termino de comer mi sándwich me ducho, y me alisto para ir a ver a Adrien. Me monto en mi bici y al cabo de unos minutos estoy frente al portero.

-¡Hola!-Me saludó espontáneamente. Pongo cara rara y luego sonrió. Él ríe un minuto y me abre el portón.

-¡Gracias!-Le grito mientras tomo impulso y me lanzo contra la calle.

Estas casas deben costar mucho dinero, y no solo lo digo porque son lindas, si no porque ocupan mucho terreno. Si no me equivoco, mamá había cotizado una de ellas pero se retractó de inmediato.

Me bajo de la bici y la dejo a un lado de un gran auto gris grafito. Camino por el caminito de entrada y me detengo frente a la puerta de madera. Respiro unas veces y me digo a mi misma que todo saldrá bien. Tendré que contar mi versión de los hechos que básicamente es la misma de Adrien. Sé que es muy difícil, porque las veces que he tenido que contarle algo a mi madre que he estado escondiendo por mucho tiempo, me han resultado un infierno.

Toco tres veces y la puerta se abre solo un minuto después el señor Agreste aparece frente a mi. Está vestido con una camisa a rayas y unos jeans. Ya no tiene las cánulas ni la malla que afirmaba su brazo. Y dicho así, se veía bien. Era muy parecido a Adrien. Ojos verdes pero él los tenía un tanto pardos. Tez blanca y cabello gris.

-¡Chloe!-Grita y me toma de los hombros para estrecharme contra él. El cabello que tenía amarrado en una cola alta golpea su rostro y este se echa hacía atrás riendo-Me da un gusto verte. Pasa.

-Igualmente, señor. Gracias-Le respondo pasando. Él cierra la puerta a mis espaldas y yo me quedo esperando a que venga hasta mí.

-Ven, mi esposa quiere conocerte-Dice y apoya su mano entre mis omoplatos. Me conduce por el pasillo donde estaban las fotografías que vi la otra vez y gira en una pequeña sala sin puerta.

Es una sala de estar pero como con todos los hobbys de su familia, al parecer. Hay un gran librero en el fondo, un piano en el medio y en el lado contrario, hay un escritorio donde hay una mujer escribiendo algo en una computadora. Al escuchar que entramos, levanta la vista y sonríe. Se acerca hacia mi trotando en sus pantalones de yoga.

-¡Cariño!-Grita y se lanza a mis brazos. Tiene el cabello lacio y de un color rubio oscuro. Su tez es tan blanca como la nieve. Huele como a rosas-No sabes el gusto que me da conocerte-Dice al separarse de mis brazos.

-¡Puedo decir exactamente lo mismo, señora!-Digo casi imitando la voz de la mamá de Adrien medio bromeando, medio diciendo la verdad.

-Oh, vamos, no me digas así. Llámame Emilie. Si me dices señora me creo más vieja de lo que soy-Comenta mientras se pasa una mano por su brillante cabello.

En realidad, dudo que lo que diga le haga sentir así. Adrien me había comentado que su madre había tenido cuando tenía 23 años. Lo que significa, que ahora debe tener unos 40.

Y no los aparenta para nada.

-Bueno, me imagino que no has venido a conocernos, si no, a ver al niño mal herido-Dice el señor Agreste. Empieza a caminar hasta la puerta y yo lo sigo. Pasamos por el pasillo nuevamente y se apoya en el inicio de la escalera-Ya sabes donde esta. Sube.

Déjame sin palabras (Adrichloe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora