Capitulo 54

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Todos los días, antes de irme a dormir, pienso en tratar de recordar el momento justo en el que mi padre se fue.

No sé si fue cuando yo tenía 5, o quizás tenía 8. Si ya había empezado a tener un libro favorito o si ya había tenido mi primera mala calificación en algún examen. Ya casi no lo recuerdo, a él; lo único que me quedan son las fotografías antiguas, del matrimonio con mi madre o cuando eran amigos en la universidad. Mamá las tenía guardadas en un álbum de color café oscuro, rasgado en las esquinas por los años, detrás de un armario que está en la cocina. Lo encontré hace años y desde entonces lo tengo en mi mesita de noche, dentro de una caja que guardo con un candado de corazón. Tenía el cabello rubio igual que el mío y sus ojos eran de un color pardo. El verde que los teñía el borde de ellos, hacía que te perdieras en su mirada cada vez que él que te dirigía la mirada; pero era tan imponente. Cuando su voz sonaba hacía que dejarás de hacer lo que estabas haciendo, porque era fuerte y grave, tenía poder.

Y también cada día, en mi mente se recrea el momento en que abrió la puerta y se fue.

''-¿Dónde vas, papi?

-A dar un paseo, Chloe, solo un minuto.

-¿Volverás?''

Y lo único que conseguí, fue una salida de nuestra casa, de nuestras vidas.


La puerta doble transparente, con letras blancas talladas con el nombre del hospital, se abre completamente dejando a la vista de todos nosotros, a tres doctores y a Alex, el interno. Adrien se levanta de inmediato del suelo, y se acerca a hablar con ellos al igual que su madre. Yo avanzo hasta ellos pero no lo suficiente para escuchar lo que están hablando, no quiero entrometerme.

-O sea que se recuperará ¿verdad, doctor?-Pregunta Adrien un tono más elevado del que usa para este. El doctor a quien le dirigió la palabra tiene apellido Williams, lo leo en su delantal. Tiene gafas por lo que no puedo leer sus ojos y la chica que está a su lado, lo mira con admiración, y luego a mi chico, sin saber qué decirle.

El doctor responde algo y la señora Agreste, Emilie, se lleva las manos a la boca. No sé lo que está pasando, no sé que hacer. Me he quedado petrificada en mi lugar, en el cuadrado de cerámica blanco del hospital. El doctor le pisa su mano en el hombro de ella y mueve la cabeza, en lo que interpreto como un signo de compasión. De pronto, Adrien se voltea, tomando el brazo de su madre suavemente para arrastrarla con él mientras murmura unas palabras a los profesionales y se dirige a mi.

-Hazme un favor más, Chloe y llévala a casa por mí ¿Sí?-Me dice mirándome a los ojos. Están vidriosos y siento la necesidad de estrecharlo entre mis brazos pero la manera en que me entrega a su madre, me lo impide. Su voz tiembla al hablarme y noto que no despega la mirada de la mía y que no moverá ni un músculo sin que responda.

-Lo haré-Musito mientras Emilie se lanza a mis brazos a llorar. Mis ojos se llenan de lágrimas y lucho por mantenerlas en su represa mientras Adrien sigue de pie delante de mí-Te amo.

Su barbilla tiembla y el pequeño movimiento hace que su represa se rebalse y el agua contenida por años caiga por sus mejillas rosadas por el frío. Me acaricia la mano con una suave caricia y mientras esquiva que vea su rostro, sale corriendo por el hospital. Hago ademán de dar un paso adelante, para seguirlo, pero su madre me detiene.

-Será mejor que me lleves a casa, Chloe. Por favor.-Musita entrecortadamente. Yo asiento con la cabeza, y ella pasa su brazo por mi cintura para afirmarse y mantener el paso firme.

Su paso es bastante débil y si fuera porque Adrien me ha pedido que la lleve a casa, puedo apostar que el mío sería igual. Soy demasiado débil y no sé siquiera lo que está pasando. Cruzamos el umbral del hospital mientras la gente a nuestro alrededor nos mira con lástima, imagino sus pensamientos y lo que deben de estar diciendo a sus compañeros para tratar de calmarse mutuamente. Emilie me da unos toques en el hombro y me doy una vuelta hacia ella. Son las llaves del auto. Le doy una sonrisa y las tomo entre mis dedos congelados por el nerviosismo. Logro ver el auto a unos 3 metros de distancia de nosotros y veo que Alex, el interno, está viéndonos un poco más allá de nosotros. Me apresuro en llegar al auto e ingresar a la madre del hombre de mi vida en el asiento del copiloto, ponerle el cinturón de seguridad y decirle que pusiera atención.

-Entiendo que quizás no quiera hablar pero necesito saber qué está pasando-Mi voz suena débil y tiene pequeños temblores al empezar una palabra. Ella me mira con una mirada de corderito y sus ojos se vuelven mares nuevamente. Cierro los ojos antes de que los míos la imiten.

Alex, sigue de pie a un lado de los autos en la entrada del estacionamiento, camino hacia él mientras me cierro el abrigo ferozmente y me preparo mentalmente para lo que sea. Imágenes de Adrien recorren mi mente y las saco de inmediato antes de llorar. Le pregunto que está pasando casi en un insonoro susurro y él me sostiene el codo con cariño, como si estuviese acostumbrado a hacer esto. Me mira a los ojos y lo dice.

-Aún no despierta de la anestesia que le dimos, pero en el estado en el que está, es prácticamente imposible despertar-Su voz es firme, y quizás me sentiría segura de no ser por lo que acaba de decir. Mis músculos se tensan rápidamente y mis dedos bajo los dobletes del abrigo se cierran en un puño clavando las uñas en mi palma-Morirá antes que podamos pensar en qué hacer con él.

Me llevo las manos a la boca, casi imitando la reacción que tuvo Emilie y las lágrimas comienzan a caer. Alex me da unas palmaditas en el hombro y noto que ha desviado la mirada para dejarme un poco de privacidad. Tomo aire ahogándome en mis llantos y alzo la voz.

-¿Cuando será eso?

-Quizás justo en este momento este pasando, no lo sé-Murmura con empatía en sus palabras.

Suspiro y le agradezco con un pequeño apretón de manos antes de volver al auto de los padres de Adrien. Me seco las lágrimas y suelto una gran bocanada de aire antes de entrar en el auto. Cuando me siento en el asiento de piloto, veo que Emilie se ha quedado dormida como un bebé. Prefiero no decir nada y avanzar con cuidado de no despertarla. Quizás este será el único momento de paz que tendrá en días, quizás meses.


El trayecto a la casa se me hizo demasiado corto. Hay días en los que uno le apetece manejar y pareciera que el camino de ida es eterno y todo es como quieres. Pero en este caso no lo fue. Desperté a la señora Agreste con un pequeño golpe en su hombro cuando aparqué en la entrada de la casa de ellos. Noté de inmediato que el auto de Adrien no estaba en ninguna parte. Se me pasó por la mente que quizás se haya estacionado unos metros más lejos, pero recuerdo muy bien cada uno de los autos y ninguno era el de él. El primer mal indicio se presentó.

Y entonces, casi siempre, casi, que tienes esos indicios malos haces lo que sea por evitarlos, es decir que haces todo lo contrario a lo que ibas a hacer. Pero yo siempre fui una de esas personas que no seguía lo mismo que lo demás, hacía todo lo contrario a lo que supuestamente debería hacer y Adrien lo sabía perfectamente. Odio que me haya llegado a conocerme y tan bien.

Cuando abro la puerta de calle con las llaves que Emilie me ha entregado, hago que ella pase de inmediato. Ella corre tapándose los ojos con las manos y llorando a viva voz escaleras arriba, al cuarto de ella y su esposo. Y yo me quedo en la sala de estar porque sé que él lo sabía, sabía que lo haría porque lo hizo para que yo lo hiciera.

Me bastó con dar unos pasos para poder ver lo que quizás sería lo peor de mi vida.

Sobre la mesa de centro, había un sobre blanco con mi nombre en el.

Déjame sin palabras (Adrichloe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora