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Chan empezó a sentir un fuerte hincón de dolor en la sien, sumado a que sentía demasiado calor y parecía que se iba a asfixiar

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Chan empezó a sentir un fuerte hincón de dolor en la sien, sumado a que sentía demasiado calor y parecía que se iba a asfixiar. Abrió perezosamente sus ojos y jamás se esperó encontrarse en tal situación. Mucho menos con Jeongin.

¡¿Qué había pasado?!

Parpadeó varias veces hasta que los recuerdos llegaron a él como una lluvia de estrellas por la noche.

"¡Yang Jeongin, me gustas!" "¡Me gustas mucho, maldita sea!"

—Mierda —susurró demasiado bajito. No podía creer el gran show que había hecho estando ebrio. Vergüenza absoluta.

"¡Me gustas mucho!"

Chan sintió sus mejillas arder y casi contiene la respiración al notar que el rostro del pelinegro descansaba en su pecho, mientras uno de sus brazos rodeaba su abdomen, dejándolo cohibido y avergonzado. ¿Qué tanto habían avanzado en la madrugada?

Un momento.

Su cabeza hizo clic al recordar más cosas, sus ojos se abrieron desmesuradamente y el rubor en sus mejillas ascendieron a un nivel más elevado, sintiendo todo su rostro arder.

"¡Lo besé! ¡Dios, besé a Jeongin!", gritaba mentalmente, aún sin poderlo creer del todo.

Aquel perfecto momento llegó a su mente y agradecía a todos los dioses el no haber olvidado aquello. Chan creía que tenía una gran suerte al recordar las cosas que hacía estando ebrio o al menos lo que hizo anoche.

El pelinegro empezó a restregar su mejilla en el pecho del rubio, dejando a este totalmente estático. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al pensar lo bonito que sería despertar todos los días de su vida de esa manera, con Jeongin a su lado y un corto beso de buenos días. Aunque el haberlo besado era sorprendente y maravilloso, Chan también se sintió vacío y decepcionado al saber que lo hizo estando ebrio y no en todos sus sentidos activados, ahora que lo analizaba, sólo tenía el recuerdo en su mente. Mas no podía volver a conectarse con aquellas sensaciones que de seguro Jeongin provocó en él durante el beso.

"Soy un tonto", se reprochó con total desánimo.

Sin embargo, unos leves ruiditos que provenían de los labios de Jeongin, lo hicieron ponerse en alerta. Solo esperaba que el pelinegro no se molestara con él y lo botara de su habitación.

Dios, el rubio se sentía en el lugar correcto y con la persona correcta. Así, en una habitación común, en un día corriente; si era junto a Jeongin, todo podía ser perfecto.

El pelinegro se removió levemente y, soltando un suspiro, fue como abrió sus ojos con lentitud, justo en el mismo instante en que Chan dirigía su mirada hacia él. Las mejillas de Jeongin se colorearon de un tierno tono carmín, no solo por la situación en la que estaban, sino también porque el recuerdo del beso en la madrugada llegó a su mente.

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