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—Chan, espera un momento —puso ambas manos a la altura de los hombros del rubio y se separó lentamente

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—Chan, espera un momento —puso ambas manos a la altura de los hombros del rubio y se separó lentamente. Jeongin se sintió totalmente descolocado al ver los ojos acuosos del rubio. Jamás había pasado por algo parecido y no sabía exactamente qué hacer—. Hey. ¿Estás bien? No te pongas así.

Un ligero sollozo se escuchó, alarmando de inmediato al pelinegro y es que no faltaban los chicos metiches que se metían en situaciones que no le correspondían.

—Chan, por favor, cálmate. Nos están viendo, no hagas eso —susurró cerca de él, tomándolo del brazo.

—Es que yo ya no quiero ser así, yo quiero cambiar por... por ti —sorbió de su nariz y lo miró fijamente.

Las mejillas de Jeongin se encendieron con un fuerte color carmesí. No entendía cómo podía decir esas cosas tan a la ligera.

"De seguro lo hace siempre", su subconsciente le respondió. Dejándolo levemente decepcionado porque podía ser muy cierto y él quería tenerlo como amigo. Chan solo estaba jugando.

—Uh, lo harás, sé que podrás. Pero no lo hagas por mí, sino por ti mismo —comentó suavemente. Jeongin iba a decirle algo más, pero la campana pegada en lo alto de una columna, lo alteró. ¡Iba allegar tarde!

Soltó el agarre que tenía en Chan y acomodó la correa de su mochila.

—Yo tengo que irme, hasta luego —habló rápidamente, para luego irse corriendo.

El rubio intentó tomar su mano, pero ya era muy tarde. Jeongin ya se había ido.

—Me gustas, me gustas mucho —bisbiseó quedo y algo triste.

Bang se limpió las pequeñas lágrimas de sus mejillas con la manga de su chaqueta y algo cabizbajo y con desgana se fue al salón donde le correspondía la clase de Literatura. No tenía ganas de nada que no fuera ir a su casa y dormir hasta quitar los estragos en su corazón. Al menos solo le faltaba dos horas y podía largarse al olvido por todo el fin de semana.

—Me odio —murmuró enojado consigo mismo.

(...)

Jeongin descansaba plácidamente en su adorada cama, ni bien terminaron las clases se dirigió a su apartamento y avanzó algunas tareas hasta las once de la noche. Luego de ello, sintió que sus ojos ardían producto del sueño que se colaba por su organismo. No lo dudó mucho y luego de darse una relajante ducha, se acomodó entre sus sábanas. Asegurándose que podría hacer las tareas mañana ya que sería sábado.

Sin embargo, no contó con que su celular sonara insistentemente en la mesita de noche. El pelinegro gruñó disgustado y muy a su pesar tuvo que reincorporarse hasta tomar el móvil en su mano. Sus ojitos se expandieron entre sorprendido y molesto.

—¿Quién puede llamar a la 1:50 de la madrugada? —murmuró, jurando mandar a volar a quién sea que había interrumpido sus preciadas horas de descanso—. ¿Aló? —dijo con la voz algo alzada.

Sucker for you ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora