33. El vuelo del príncipe

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Aunque Lucy no estuviera congelada, no se hubiera movido. Se quedó mirando fijamente el ventanal por el que Dumbledore había desaparecido, como si estuviera esperando que en algún momento regresara flotando a su lugar.

Sintió que la fuerza que la sostenía desaparecía.

—¡Fuera de aquí, deprisa! —gritó Snape. Y el cielo volvió a tronar.

Lucy extendió las alas mientras Snape agarraba a Malfoy, quien miró al techo por última vez antes de que el profesor lo arrastrara hasta la puerta. Los mortífagos, emocionados, empezaron a salir también.

Como si estuviera en un sueño, la pelirroja aterrizó sobre el suelo y miró el lugar donde Dumbledore había estado de pie apenas un momento antes. En su cabeza se repetía una y otra vez la voz de Dumbledore suplicante seguida por la maldición asesina de Snape. Lucy sintió un vacío en el pecho; casi se le había olvidado que Dumbledore era mortal.

"Severus, por favor..."

Se escuchó un sonido agitado, y en el campo de visión de Lucy apareció Harry. Junto a él, en el suelo, estaba su capa invisible. Se miraron por un momento, y en dos zancadas, Harry llegó al umbral de la puerta.

¡Petrificus totalus!

Lucy siguió a su amigo de cerca y juntos bajaron las escaleras. Allí, un mortífago había quedado petrificado, y Lucy no perdió tiempo para meterle un patadón en la nariz antes de seguir adelante.

Ninguno de los dos terminaba de creer que Dumbledore estuviera muerto. Tenían que atrapar a Snape, como si así pudieran deshacer lo ocurrido.

El pasillo, débilmente iluminado, estaba lleno de polvo; la mitad del techo parecía haberse derrumbado y el fragor de una batalla se oía delante de ellos, cada vez más cerca. Lucy vio a Snape desaparecer tras la esquina del fondo del pasillo; él y Malfoy se habían abierto paso a través de la lucha, ilesos.

De pronto, Fenrir Greyback apareció entre la polvareda y corrió hacia Lucy, pero Harry la empujó a un lado y el hombre lobo se abalanzó sobre él. Lo tuvo encima antes de poder levantar la varita y cayó hacia atrás.

—¡Lucy! —gritó la voz de Ron. La chica vio a su primo a lo lejos, entre el polvo, que la miraba como si la estuviera viendo resucitada. Ron lanzó algo—. ¡Píllala!

Y Lucy vio cómo su varita salía volando por los aires; parecía que Ron la había guardado al encontrarla en el pasillo de la sala de los menesteres. Lucy se levantó de un salto y la atrapó al vuelo, y casi sintió que un poder inmenso la invadía. Apuntó a Greyback.

¡Desmaius!

Harry sintió que Fenrir se desmayaba como un peso muerto sobre él. Lucy le ayudó a quitárselo de encima y a ponerse en pie, pero en seguida volvió a empujar a Harry contra el suelo cuando vio que un rayo verde se aproximaba a ellos.

—¿Estás bien? —le preguntó Lucy por encima del jaleo.

Pero Harry no contestó. Lucy siguió su mirada, y vio que no muy lejos había dos cuerpos inertes en el suelo sobre un charco de sangre.

¡Crucio! —gritó una voz, y eso los hizo reaccionar. Se pusieron en pie a la velocidad del rayo, y vieron a Amycus arrojando maldiciones a Ginny mientras ella los esquivaba—. ¡Crucio! No podrás bailar eternamente, guapa...

¡Impedimenta! —gritó Harry.

Su maldición alcanzó a Amycus en el pecho, y él soltó un chillido de dolor. Sus pies se separaron del suelo, se estampó contra la pared opuesta y cayó deslizándose tras Ron, la profesora McGonagall y Remus, cada uno de ellos luchando con un mortífago. Tras ellos, Lucy vio a Tonks luchando contra un mortífago alto y rubio de hombros anchos. Sus hechizos rebotaron en las paredes que los rodeaban, rompiendo piedra y haciendo añicos las ventanas más cercanas.

Lucy Weasley y el Príncipe Mestizo ✔️ [Lucy Weasley IV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora