5. La cúpula

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Al día siguiente por la tarde, casi todos los invitados partieron de regreso a sus hogares.

Los primos de Lucy se fueron por la mañana, prometiendo verse de nuevo a finales de julio. Mientras, la familia de Gala se marchó después de comer tras una larga despedida; el viaje era largo y no querían llegar al puerto de Londres antes del anochecer. Robustiano se dispuso a acompañarlos, pues las desapariciones y extraños sucesos anunciados en El Profeta y en El Pregonero aumentaban día a día. Los Sancho se fueron con mucha preocupación por su hija, temiendo que algo pudiera suceder por culpa de los mortífagos. Los amigos de Gala se fueron con ellos.

Los muggles, a pesar de que eran un grupo pequeño, no quisieron ser acompañados.

—Estaremos bien —había asegurado Rosita.

—Cuidaos mucho —le dijo Sam a Lucy, mirando a la familia de la pelirroja con una chispa extraña. A Lucy le recordó a cómo Roxane y Molly los observaban cuando creían que los chicos no las veían—. Todo acabará bien, ya lo verás.

—Eso espero —suspiró Lucy, y el abrazo de Sam le pilló desprevenida. Se lo devolvió con algo de torpeza.

—Tú no lo sabes bien, pero os quiero —confesó Sam con honestidad cuando se separaron—. A ti y a toda tu familia. Muchísimo.

Lucy sonrió, un poco confusa.

—Yo también te quiero —dijo, encogiéndose de hombros. Sam sonrió también, y acarició la cabeza de Pelos, sobre el hombro de Lucy, que no le había quitado el ojo de encima desde que había llegado.

—¡Jonathan! —llamó Sam, y el aludido se volvió para mirarla—. Que sepas que eres un pibón, y sé que todos están de acuerdo conmigo.

El rubio, sin saber qué decir, se puso morado, y logró por fin pronunciar un gracias.

Con una última sonrisa de Sam, el grupo de muggles tomó sus cosas y marcharon hacia la salida sur, detrás de la familia Sancho.

—¡Ya sé! —exclamó Pelos de pronto—. ¡Ya sé de qué me sonaba!

—¿De qué estás hablando? —preguntó Lucy, mientras regresaban a casa de su abuela.

Ella me trajo aquí —murmuró el conejo—. Cuando era pequeño, me trajo a Feirra... ¿Cómo es que no me acordaba? Bua, espero que le vaya bien.

Lucy se dio la vuelta dispuesta a hablar una vez más con Sam, pero tanto la familia de hadas como el grupito muggle habían desaparecido.

Lucy pasó el resto del mes en Feirra, con su familia. Pasaba la mayor parte del tiempo con Pelos, Jonathan y Marcus, charlando y jugando por la calle o en casa. Se le hacía una situación nueva tener a Marcus con ellos, a pesar de que llevaban quedando con él desde hacía dos semanas; acostumbrada a tener la única compañía de Pelos y Jonathan, pasar a ser cuatro había sido algo innovador. Era muy simpático y era divertido hablar con él.

Lucy trató de enseñar a Jonathan y a Marcus a montar en escoba. El segundo lograba mantenerse en equilibrio con habilidad, e incluso volar con bastante fluidez, pero a Jonathan, por el contrario, no se le daba demasiado bien. En una ocasión se cayó de la escoba y estuvo a punto de torcerse una muñeca.

De vez en cuando se cruzaban con gente de la antigua clase de Lucy. La primera vez que pasó, fue con Seila Friggson, quien solía burlarse de Lucy frecuentemente en clases, de modo que cuando entró a la tienda de dulces de la señora Styles, la pelirroja, con un puñado de bobbos en las manos, se preparó para responder a cualquier comentario que Seila pudiera hacer. Sin embargo, su antigua compañera no hizo más que mirar a Lucy y Jonathan con seriedad y saludar secamente con la cabeza. No se molestó en mirar a Marcus; Lucy pens6que tal vez Friggson se sentiría traicionada, porque ella y Marcus solían ser buenos amigos antes de que el chico mandase a David Raftam a la mierda y empezase a tener amistad con Jonathan.

Lucy Weasley y el Príncipe Mestizo ✔️ [Lucy Weasley IV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora