Señor, qué barco tan bonito. La entrada para los pasajeros de primera clase se encuentra junto al comedor, y la escalera que conduce al mismo es más majestuosa que cuanto pueda encontrarse en Moorcliffe. Lustrosa madera labrada, escalones que descienden en dos elegantes curvas y un delicado reloj de hierro fundido, cosas que esperaría encontrar en una gran mansión, no en un barco. Hasta la moqueta de color crema es más gruesa que cualquier alfombra de Aubusson. ¿O estoy siendo ingenuo? Ahora que he dejado atrás la única vida que conozco, me doy cuenta de lo limitada que es mi experiencia. ¿Quién soy yo para evaluar el esplendor de este barco? Quizá sea de lo más corriente y me esté comportando como un pueblerino ignorante. Pero no, me fijo en la gente rica que me rodea y aunque es demasiado refinada para permitirse mostrar su asombro, lo veo en sus ojos. Un buen sirviente aprende a leer el semblante de sus señores, a percibir sus emociones a partir del más mínimo cambio de expresión, pero aquí no son necesarias tales sutilezas. La gente sonríe encantada y permite que sus manos acaricien sensualmente la fina madera. El Titanic les parece tan magnífico como a mí, nadie es indiferente a su esplendor. Un momento, hay una persona que sí lo es. Dos, en realidad. Justo al otro lado de la puerta, invisibles para la mayoría de la gente que pasa por delante, hay dos caballeros, los dos son bastante altos y anchos de espalda. Uno es un poco mayor, quizá próximo a los treinta. Luce risos en un cabello largo y negro como el carbón... como el hombre que me abordó en la calle, si bien no puedo asegurarlo porque apenas le vi unos segundos. El otro... también a él le vi solo brevemente, pero nunca olvidaría su cara, es el hombre de anoche. Es más joven de lo que me pareció al principio. No creo que me lleve más de cuatro o cinco años, lo que quiere decir que tiene unos veintidós; y ahora, bajo la luz que proyectan el sol y las elegantes lámparas de vidrio esmerilado del Titanic, puedo permitirme observarle con más detenimiento, empaparme de él. Tiene la mandíbula fuerte y cuadrada, lo que realza sus elevados pómulos, y una boca bien formada, dotada de unos labios carnosos que podrían ser la envidia de cualquier muchacha. Hombros anchos, cintura estrecha, la insinuación de unos músculos fuertes. Recuerdo la firmeza de su cuerpo cuando me apretó contra la pared.
Soy incapaz de decidir si su pelo rizado y salvaje, de un intenso tono castaño con reflejos rojizos que acentúa la profundidad de sus ojos marrones, es su único defecto o su mejor rasgo. Indomable, diría yo. En lugar de llevarlo corto, como harían casi todos los caballeros en una situación similar, deja que los rizos le caigan libremente, tal como, según he oído, hacen pintores y bohemios. Pero este hombre no es un bohemio, ni un marinero, como sospeché brevemente. El corte distinguido de su traje refleja riqueza y privilegios. Aminoro el paso, inopinadamente la caja ha dejado de pesarme, o por lo menos ya no siento el dolor en las manos. No puedo reponerme del impacto que me produce verle de nuevo, verle en este barco, ni del poderoso efecto que ejerce en mí. Siento que debería intuir mi presencia, como si la extraña fuerza que nos unió anoche le llamara con el mismo poder que a mí, pero no se vuelve. Él y su compañero de travesía están distraídos, hablan muy cerca el uno del otro; parecen querer evitar que su conversación sea escuchada. El joven da ligeramente la espalda al pelinegro, como si deseara echar a andar en otra dirección. Se escuchan atentamente. ¿Están discutiendo o conspirando? Lo ignoro y por lo general se me da bien leer a la gente... el tenso momento se rompe cuando el hombre mayor repara en mí, dando la impresión de que es él quien está ligado a mí y no su amigo. Sus ojos azules, fríos como el hielo, me recorren durante una mera fracción de segundo, pero eso basta para que un escalofrío me suba por la espalda. Me mira como si me conociera, como si me odiara. Y hay algo extrañamente familiar en su mirada. ¿Es él el hombre de anoche, después de todo? Desvío bruscamente la vista, seguramente su animosidad no sea más que la irritación de un hombre rico. Me ha descubierto escuchando su conversación, importunando a mis superiores. Si se queja a un sobrecargo o, lo que es peor, a lady Suzy, los próximos días mi vida será un calvario. Con todo, vuelvo a sentir la mirada en la espalda, tan real como las ropas que la cubren. Es fría, malvada, y me sigue mientras camino hacia el tripulante más próximo para huir de ella. La suite de los Bae se halla en la planta A, la cual, a juzgar por la cara del asistente, debe de ser especialmente lujosa. Todos los pasajeros de primera clase son conducidos hasta sus camarotes pero este asistente pretende que yo llegue por mi propio pie. No se ofrece a cogerme la caja ni a buscar a alguien que lo haga por él. ¿Por qué debería hacerlo? Por tanto, la dejo a mis pies mientras hablamos. Me entrega la llave de la suite y la combinación de la caja fuerte sin titubeos; no puedo ser un sirviente eficiente si no tengo acceso a todo aquello que mis señores pueden necesitar. Hecho esto, saca otra llave.
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TENEBROSA AQUA ✧ JIKOOK ✧
Fiksi Penggemar"Mi amor por ti es lo que me mantiene humano, Jungkook. Y siempre lo hará" 。 Jikook, NO kookmin 。 Licántropos