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Una hora antes de que anochezca, Irene me libera inesperadamente de mis obligaciones. Puede que su sombrío humor de esta mañana fuera el anuncio de una enfermedad, porque hacia el final de la tarde decide acostarse.

—¿Está segura de que no querrá vestirse para la cena, señorita? —Le doy unas palmaditas en el pie para consolarla. Dios sabe que su madre no lo hará.

—Lo estoy —Tiene la cara enterrada en la almohada, por lo que su voz suena ahogada —Hasta mañana —Debería consultarlo con Yoona, pero seguro que me dice que espere a ver qué tiene que decir lady Suzy al respecto y ella exigirá a Irene que se arregle para la cena. Sin embargo, si ya me he ido, no podrá hacerlo. Mi marcha nos favorece tanto a Irene como a mí. Enseguida sé de qué debo ocuparme primero. Me he jurado que lo haría mientras robaba la Hoja de Iniciación, si bien no imaginaba que se me presentaría la oportunidad tan pronto. Pero ¿adónde voy? Cuando me vuelvo hacia uno de los ojos de buey, vislumbro la luz rosada del atardecer, la hora previa a la puesta de sol, la última hora de libertad. Conozco mi destino. Salgo a la cubierta de primera clase, con mi uniforme paso desapercibido entre los elegantes personajes que pasean por ella. Nadie reconocería en mí al elegante muchacho de ayer por la tarde: los mismos que pasaban por mi lado murmurando cumplidos ahora ni siquiera me ven. Me muevo entre ellos como la sombra en medio de la luz del sol. El peso de la daga en el bolsillo me hace sentir fuerte y casi desearía que YongGuk me desafiara en estos momentos. Pero no hay rastro de él. Imagino que sigue pegado a Vernon como una sanguijuela. Me gustaría estar presente cuando abran la caja de madera en Nueva York y descubran que la daga se ha desvanecido, y ver cómo la sonrisita desaparece al fin de la cara del lobo. Entonces pienso en lo que vendría después, en su cólera homicida. Que Vernon se ocupe de ella. Cuando me dirijo a la proa del barco, donde el sol brilla con más fuerza, diviso a una figura alta y esbelta, con el rebelde pelo alborotado por la brisa, recortada contra la barandilla. Jimin. Lleva un traje negro como la noche, lo que hace que parezca una sombra. Está empapándose de sol, exprimiendo su última hora de humanidad. Tal como imaginaba. Me acerco despacio, no hay nadie alrededor. Aunque avanzo con sigilo y el viento se lleva el sonido de mis pisadas, me oye. Quizá el que me oye sea el lobo.

—Jungkook —dice sin volverse.

—Jimin —Quiero posar una mano en su hombro, en su espalda, pero los últimos centímetros que nos separan son una distancia insalvable.

—Le has preguntado a mi padre si soy un asesino.

—Dice que no sabes si lo eres —Hunde la cabeza.

—No —La risa de unos niños nos hace mirar hacia un lado, donde una mujer con un vaporoso vestido de encaje blanco está dirigiendo a sus tres hijas hacia la barandilla, a solo dos metros de nosotros.

—¿Dónde podemos hablar? —pregunto a Jimin.

—Sígueme —Entramos de nuevo en el barco y me conduce hasta una sala de impecables paredes blancas y alfombras lujosas; deduzco, por las estanterías de libros encuadernados en piel, que estamos en la biblioteca del barco. Las blancas columnas griegas le dan un aire como de otro mundo. Semidescorridas, las elegantes cortinas tiñen la luz del atardecer de un color dorado. A esta hora, tan próxima a los entretenimientos de la noche, la biblioteca está vacía. Jimin y yo estamos nuevamente solos. Empieza a caminar de un lado a otro, nervioso, hasta que finalmente me mira y se detiene en seco. Tal vez cree que podría asustarme. Tomo asiento en un diván arrimado a la pared y coloco ambas manos sobre el brazo de damasco —Hoseok era mi único amigo de verdad en París —explica —A veces lo veía como al hermano que nunca tuve. El hermano salvaje capaz de convertirse en actor y rodearse de malas compañías y hacer todas esas cosas que escandalizarían a mi padre, sin dejar por ello de ser bondadoso —Una sonrisa compungida prolonga las
comisuras de sus labios, como si estuviera pensando en un niño rebelde y no en un sofisticado actor —Yo me decía que si algún día decidía contarle a alguien, aparte de mi padre, lo que me había sucedido, esa persona sería Hoseok. Ojalá lo hubiera hecho, si le hubiera contado la verdad habría comprendido que debía temerme, habría sido capaz de protegerse. Y ahora estaría vivo.

TENEBROSA AQUA   ✧ JIKOOK ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora