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La puerta entre primera y tercera clase se cierra con un ruido metálico. Forcejeo hasta lograr soltarme, y eso me tranquiliza, hasta que comprendo que ha sido YongGuk quien me ha dejado ir. Me tiene acorralado y está disfrutando.

—Le dijiste al señor Namjoon que me dejarías en paz —protesto. Alza un dedo frente a mis labios como si tuviera intención de silenciar me, o de besarme, lo que más me repugne.

—Hice la promesa solemne de garantizar la seguridad de tu hermana, no la tuya. No le debo nada al señor Namjoon. Únicamente la Hermandad goza de mi lealtad; únicamente la Hermandad es merecedora de ella. Park Jimin lo entenderá con el tiempo —Quiero contestarle lo que por lo que a mí respecta puede hacer con su Hermandad, que Jimin nunca les pertenecerá, pero me contengo. La Hermandad no debe sospechar lo que hizo con la plata, el hecho de que aún tiene una oportunidad de seguir su propia voluntad y no la de otros. Estudia mi rostro, y es evidente que lo que ve es de su agrado —Has estado llorando, qué conmovedor. ¿Te ha despedido ya Jimin? —Desvío la mirada. Suelta una risita —Veo que ya ha empezado a entender que los simples humanos no son dignos de la atención de los dioses —Sus palabras me escuecen. Aunque mi corazón sabe qué hay entre Jimin y yo, la versión de YongGuk sobre lo sucedido se acerca demasiado a la historia de Nancy y a mis peores miedos: que los ricos se aprovechan de los humildes y luego los abandonen. Aunque no es mi caso, detesto que YongGuk pueda pensar siquiera algo así, y detesto tener que permitirle que lo crea. Eso no significa, sin embargo, que deba seguirle la corriente en todo.


—No eres ningún dios —replicó —Caminas a cuatro patas y hueles a perro. No es eso lo que yo venero en la iglesia.


—Eres tan ignorante que ni siquiera sabes reconocer a un dios —YongGuk se acerca un poco más. Su cuerpo musculoso lo convierte en otra clase de muro que no puedo sortear. Miro a los lados con la esperanza de que aparezca alguien y se vea obligado a retroceder, pero esta zona de primera clase no dispone de camarotes, solo de servicios como la pista de squash —Tú no ves más que la forma del lobo. No conoces su realidad, el sufrimiento de la transformación y la maravilla de saber que tu cuerpo y tu mente son capaces de convertirse en algo que no es humano. Que es más que humano. Nosotros desafiamos a la muerte. Desafiamos la prisión de nuestro cuerpo mortal. Desafiamos todo aquello que rige a los patéticos humanos como tú.


—Pero no tienes nada mejor que hacer con tu tiempo que hostigarnos —Cruzo los brazos. Aunque estoy aterrado, me niego a mostrárselo —Vuelve a gobernar el universo desde el Olimpo o lo que sea que hagan los adinerados. Si me haces daño, no tendrás nada que ganar y todo que perder —Mi actitud desafiante me llena de satisfacción, hasta que YongGuk responde con calma:


—Tengo una cosa muy importante que ganar. La otra Hoja de Iniciación.


—Jimin... la arrojó al mar...


—No me sorprende que un niño estúpido como tú haya pensado que iba a tragarme ese cuento, pero sí me sorprende de Jimin —Lo sabe, maldita sea. Si puedo sacarle algún partido a la Hoja, ahora es el momento de hacerlo.

—Le di la Hoja a Jimin. Es todo lo que sé, además de lo que él dijo. Pero si todavía la conserva y tú me matas, ten por seguro que la arrojará al mar —YongGuk no recula. Ni siquiera deja de sonreír.


—No me cabe duda de que el joven señor Park reaccionaría muy mal si te matara. Mi intención, sin embargo, no es matarte, sino únicamente hacerte sufrir. Eso puede durar mucho más —Me quedo paralizado —¿De qué sería capaz Jimin para detener tu sufrimiento? —YongGuk ladea la cabeza y entorna los párpados. Ahora veo al lobo que habita en su interior con más claridad incluso que cuando tenía pelo y colmillos —Entregar la Hoja de Iniciación solo sería el principio —Ha llegado el momento en que mi pánico es tan grande que ya no lo siento. En un abrir y cerrar de ojos me invade una rabia candente. ¿YongGuk quiere hacerme sufrir? Yo le daré sufrimiento. Le doy un puñetazo con tanta fuerza que los huesos del brazo me arden de dolor. Al principio el factor sorpresa me favorece, y él únicamente acierta a tambalearse hacia atrás, de modo que aprovecho para clavarle las uñas en los ojos. Suelta un grito de dolor, el sonido más dulce que he oído en mi vida. Pero a los pocos instantes se recupera y me agarra del brazo para retorcerlo sobre mi espalda con tanto encono que temo que vaya a romperlo. Grito una y otra vez, pero nadie me oye. Con la otra mano me tapa la boca, no tanto para acallarme como para asfixiar me. Me aprieta contra él, y noto su torso en mi espalda. Seguro que puede oír los latidos de mi aterrado corazón —Pagarás por esto —farfulla en mi oído con voz sedosa. A YongGuk le gusta el miedo, lo bebe igual que otros beben champán. Me estruja la cara con la mano, y me digo que a lo mejor ha olvidado sus planes de manipular a Jimin y se dispone a matarme por pura diversión. Sin embargo, justo en ese instante el barco empieza a temblar. Es un sonido extraño, como el de mil canicas lanzadas sobre un suelo de piedra, pero más fuerte y profundo. La vibración trepa por nuestros pies, y percibo otra clase de movimiento. Un estremecimiento. Como si el barco tuviera tanto miedo como yo. Y lo noto tan cerca...

Nos quedamos muy quietos, YongGuk tan sorprendido como yo. Tal vez esté intentando comprender qué ha ocurrido. Yo tengo preocupaciones más inmediatas. Impulso el codo hacia atrás y se lo clavo en el estómago lo bastante fuerte para provocarle una arcada. YongGuk afloja la mano lo justo para permitirme huir. Echo a correr todo lo deprisa que puedo, pero no es suficiente; con su inhumana velocidad me da alcance en apenas unos segundos. Chocamos y caemos al suelo. Se agarra a mis cabellos, y grito de dolor. Quiero rodar por el suelo para zafarme, pero no puedo. Si tuviera la Hoja de Iniciación se la clavaría en el corazón, aunque de pronto se me ocurre algo mejor. Introduzco la mano que tengo libre en mi bolsillo y la cierro en torno al relicario de la madre de Jimin. El relicario de plata. Con el relicario en la palma, le propino un manotazo en el lado de la cara y me regodeo en su aullido de dolor. Cuando retrocede, agarrándose la mejilla herida, echo a rodar por el suelo. Me levanto trabajosamente y corro hacia la puerta que conecta con tercera clase. Tiene que haber gente allí, conocida o desconocida. Estoy seguro de que YongGuk no me haría daño delante de testigos. Justo cuando estoy alcanzando el pomo, YongGuk me coge por los hombros y tira de mí con tanta violencia que me tambaleo. El relicario resbala de mis dedos sudorosos, y lo veo caer al suelo con un chillido. YongGuk me echa sobre su hombro como si fuera una alfombra enrollada —Pagarás por todo —dice entre dientes mientras le aporreo inútilmente la espalda —No tienes ni idea del precio que pienso hacerte pagar. Antes de que termine contigo Jimin vendrá a suplicarme que le entregue tus despojos —Abre una puerta y entra. Cuando me deja en el suelo, me tambaleo hacia atrás y espero que se transforme en lobo en cualquier momento. En lugar de eso, se queda donde está. Ni siquiera me está mirando, tiene los ojos fijos en un rincón del fondo de la pista. Me vuelvo despacio y es entonces cuando veo el agua.
Un agua oscura borboteando en un rincón de la sala. Queda pero constante, me recuerda a la fuente del estanque de patos que hay en los jardines de Moorcliffe. El charco se está expandiendo con rapidez y duplica su tamaño durante el tiempo que tardo en reconocer de qué se trata. ¿Ha reventado una cañería? ¿Se ha desbordado la piscina? No entiendo por qué la pista de squash se está inundando en mitad de la noche —Bozhe moy —dice YongGuk —Estamos haciendo agua.


—¿Te refieres... al barco? —¿Es esta la consecuencia del ruido que hemos oído, del temblor que ha recorrido el Titanic? YongGuk no responde. Se diría que la simple visión del agua me ha borrado de su mente. Me pregunto si podría escurrirme por la puerta; a lo mejor no se da ni cuenta. Pero en ese momento me propina un revés tan brutal que mi cabeza se estampa contra la pared. La luz se vuelve tenue y desfallezco hasta casi no poder tenerme en pie. Entonces noto sus manos en los hombros cuando me lanza hacia la otra punta de la pista. Sé que caigo al suelo, aunque no siento el impacto. Oigo el cierre de una puerta y el giro de una llave en una cerradura, pero me da igual. Como una fotografía expuesta demasiado tiempo a la luz del sol, todo se difumina. Si la cabeza me doliera menos, resultaría incluso relajante. El dolor para a veces, pero también lo hace el tiempo. Aunque estoy aquí, no estoy aquí. Me pregunto si me hallo en el lugar entre la vida y la muerte. No me importa. Nada importa hasta que el agua fría me roza la mano.

15 de abril de 1912

TENEBROSA AQUA   ✧ JIKOOK ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora