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15 de abril de 1912

Faltaban 20 minutos para la medianoche cuando el vigía Lee SungYoon advirtió la cercanía de un iceberg, apenas perceptible pues ni tan siquiera había espuma en su línea de flotación, debido a que ninguna ola chocaba contra aquel gigantesco témpano porque el mar permanecía en una calma casi irreal. El bloque de hielo era sólo una sombra que se superponía sobre una noche asombrosamente llena de estrellas, aunque sin luna. Kee informó de inmediato a Seokjin, que dio la orden de virar a babor y, apenas unos segundos después, de detener los motores. De esta forma se logró evitar la colisión y hielo y acero tan sólo se rozaron por el costado de estribor. Pero las consecuencias de ese ligero contacto serían fatales.

Una herida mortal

El incidente apenas se notó a bordo. Algunos pasajeros sintieron una ligera vibración que recorrió toda la espina dorsal del barco desde la proa hasta la popa. Otros contemplaron, con más curiosidad que temor, el paso del gigante de hielo, del que se desprendieron varios fragmentos que acabaron en la cubierta, y con los que incluso algunos estuvieron jugando o bromeando sobre si añadirlos a su whisky. Las lámparas de cristal tintinearon y algunos objetos cayeron de unas pocas mesillas de noche. El extraño y breve sonido que se produjo mientras el hielo rajaba el casco unos cinco metros por debajo de su línea de flotación no provocó inquietud; algunos miembros de la tripulación pensaron que quizá se debía a la rotura de alguna aspa de las tres gigantescas hélices de la nave.

***

La caricia helada del agua me arranca de mi sopor. Medio atontado, me apoyo sobre los codos y mientras me alejo de la fría humedad me obligo a hacer memoria de lo que acaba de suceder. Un dolor ensordecedor me aporrea la cabeza. Solo cuando me percato realmente de lo que está ocurriendo, vuelvo del todo en mí. Un chorro de agua negra y helada está entrando a borbotones en la pista de squash. Ya se extiende por todo el largo de la sala y está a punto de alcanzar la puerta. En la pared del fondo, donde ha comenzado la inundación, el agua tiene más de medio metro de profundidad. Rememoro una vez más el terrible sonido que ha zarandeado el Titanic. Aunque parece imposible que algo vaya mal en un barco tan nuevo e imponente, no puedo negar la evidencia. No se me ocurre qué podría sucederle a un transatlántico en medio del océano. No es posible que hayamos encallado, no tan lejos de la costa. Pero no hay duda de que algo ha sucedido, y de que es grave. Por su aspecto, esta habitación podría ser la más afectada. La cabeza me da vueltas cuando corro hasta la puerta, pero está cerrada con llave. YongGuk se ha encargado de echarla antes de marcharse. Y le preocupaba tanto lo que pudiera haberle pasado al barco que se ha olvidado por completo de mí, de Jimin y de la Hoja de Iniciación. Eso me inquieta casi tanto como el agua negra que sube a mi espalda.

Embisto la puerta con todo el cuerpo una, dos, tres veces. Me duele el hombro, pero la puerta no cede.

—¡¿Puede oírme alguien?! —grito. La garganta me arde, y gritar me acrecienta el dolor de cabeza —¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! —Imposible saber si alguien responde. Resulta difícil oír algo por encima del borboteo, el cual suena más fuerte a medida que aumenta la profundidad del agua. De hecho, ahora está entrando más deprisa. Se me encoge el corazón cuando caigo en la cuenta de que toda la sala, con sus techos altos, podría llenarse de agua, y que si yo sigo aquí encerrado no tardaré en ahogarme. Necesito algo para forzar la puerta. En el agua flotan unas raquetas de squash abandonadas. Algo es algo, me adentro... y suelto un grito.

Dios mío, está helada. Es como sumergirse en fuego. La piel se me congela al instante, y mis huesos aúllan de dolor; el agua me está helado la médula. Doy un salto atrás e intento pescar una raqueta con la mano. Atrapo la rejilla, pero el agua me congela también los dedos. Para cuando logro acercar la raqueta, tengo las manos tan entumecidas que me cuesta empuñarla. No obstante, la estampo contra la puerta con todas mis fuerzas, tantas veces como puedo, porque el agua ya casi cubre el suelo. No quiero volver a sentir ese frío glacial; sin embargo solo tardará unos segundos en darme alcance. Arremeto contra la puerta una última vez, y esta se abre. Estúpido de mí, en un primer instante pienso que he conseguido arrancarla de las bisagras, pero delante tengo a un grupo de asistentes. Aunque les sorprende verme, la visión del agua les produce tal espanto que ninguno me pregunta qué estoy haciendo en la pista de squash.

—¡Dios Santo! —exclama uno de ellos.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunto.

—Hemos chocado con un iceberg —explica otro —¡Vamos a informar al capitán de que el barco está haciendo agua a gran velocidad! —Salgo al pasillo, y los asistentes y yo nos alejamos del agua a todo correr. Mis entumecidos pies me vuelven torpe, y casi me desplomo de un trompicón antes de apoyarme en una pared. Algo centellea en el suelo: el relicario de la madre de Jimin. Lo rescato con mano temblorosa y sigo corriendo. Al principio ignoro adónde me dirijo, solo pienso en huir. Hasta que me obligo a reflexionar. Los asistentes sabían lo de la colisión con el iceberg. Estaban inspeccionando el barco para comprobar los daños. Estaban lo bastante preocupados por los daños descubiertos para correr a informar al capitán. La situación es aún más grave de lo que había imaginado. Necesito respuestas, pero ¿quién podría dármelas? La primera persona que se me ocurre es el amable señor HyunJoon, sin embargo, seguro que está ocupado y probablemente no aceptaría la visita de un chico de tercera clase que apareció en medio de la noche con una crisis relacionada con un perro. Pienso entonces en Seokjin. Si SoMin lograra dar con él, podría sonsacarle más información sobre lo que de verdad está ocurriendo. Eso quiere decir que he de encontrar a SoMin. Aunque debilitado por el frío y mareado por el golpe en la cabeza, echo a correr hacia la zona de tercera clase, hacia mi camarote. Los pasillos están más concurridos de lo que habría esperado en torno a la medianoche; hay varias personas levantadas y dando vueltas, sin duda despertadas por la colisión del barco con el iceberg. No obstante, nadie parece ser consciente del peligro; están básicamente irritadas, farfullando en media docena de idiomas que un bandazo les ha hecho saltar de la cama. ¿Es posible que la situación no sea tan grave como me ha parecido al principio? Pero cuando entro en mi camarote me doy cuenta de que debe de ser tan grave o incluso peor, pues no tengo que convencer a SoMin de que vaya a buscar a Seokjin.

Ya está aquí.

—Jungkook, gracias a Dios que has venido —SoMin me agarra del brazo —Seokjin dice que debemos salir a cubierta y subirnos a un bote salvavidas.

—¿«Bote salvavidas»? ¿Nos estamos...? No puede ser que nos estemos... —Casi no puedo pronunciar la palabra —¿Nos estamos hundiendo?

—No lo sé —contesta Seokjin. Está pálido y demacrado —Todavía estamos evaluando los daños, pero el capitán ha dicho que debemos conducir a la gente a cubierta y trasladar a las mujeres y los niños a los botes como medida de precaución. No es un hombre alarmista. Se trata del capitán más serio y responsable de la White Star Line. Si dice que tienen que subir a los botes, deben hacerlo —Tiene la mirada fija en SoMin —Solo por si acaso, querida.

—Iremos —SoMin se vuelve hacia la puerta abierta del camarote y dice a los dos ancianos noruegos —¡Vamos! ¡Tenemos que ir a los botes salvavidas! —La miran sin comprender —¡Botes salvavidas! —grita con más fuerza, como si con eso fuera a conseguir que la entendieran de golpe. Puede que el barco se esté hundiendo, dice Seokjin. Es una posibilidad, no una certeza. Es lo que nos ha contado y lo que pienso que cree de verdad; sus ojos irradian franqueza. Pero, aunque es un oficial del barco, yo sé algo que él ignora. Yo he visto esa habitación llenarse de agua. He oído blasfemar a los asistentes que han comprobado los daños y han corrido a informar al capitán.

Todo eso me dice... que el Titanic se está hundiendo. No es una posibilidad, es un hecho.

TENEBROSA AQUA   ✧ JIKOOK ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora