No he podido dormir. He estado cuidando a Gabriela casi toda la noche. Cada cierto tiempo se queja entre sueños. Busqué hielo y lo coloqué en un paño frío para ponerlo sobre su mano. Sin embargo, mi mente está llena de innumerables pensamientos. Quiero hacerle preguntas a Gabriela: cómo se llama esa mujer, que me muestre su perfil en línea, cuántos años tiene, cómo es, dónde le hizo esos golpes, cuánto tiempo duró y si ocurrió algo más.
No sé exactamente qué hacer con toda esa información, pero mi mente no deja de necesitarla, minuto tras minuto. Una idea comienza a surgir en mi cabeza: ir en busca de esa mujer y hacerle lo mismo, amenazarla decirle que Gaby es menor y que enfrentara problemas legales serios. Se que no puedo hacer eso ultimo por que dejaría en evidencia a Gabriela, pero si quiero hacer algo al respecto esa mujer es un peligro y no puede andar por ahí tan campante.
Al fin me quedo dormida, pero al despertar me siento algo exaltada. Volteo hacia donde estaba Gabriela, pero noto que ya no está a mi lado. Salto de la cama de inmediato y me dirijo al baño, donde la encuentro caminando con dificultad. Me apresuro hacia ella y la sostengo para evitar que se caiga. Luego la llevo de nuevo a la cama y con cierta angustia le pregunto cómo se siente.
"Me duele mucho. ¿Puedes darme otra pastilla para el dolor?" me dice con voz entrecortada. Asiento y le respondo: "Claro, bonita. Pero antes debes comer algo. Te he dado medicamentos desde anoche y no has comido nada. Espérame aquí, voy a preparar algo rápido".
Abro la nevera y saco un par de piezas de fruta. Pongo un poco de jamón y queso entre un pan y lo pongo en el horno. Además, sirvo un vaso con leche y añado un par de cucharadas de colacao. Una vez que todo está listo, tomo una bandeja y la llevo a la habitación. Ayudo a Gabriela a sentarse, pero cada movimiento le causa dolor y algunas lágrimas escapan de sus ojos.
Voy en busca del medicamento y se lo entrego, sabiendo que en pocos minutos va a comer. Observo cómo come lentamente, cuidando cada bocado debido al dolor. Me siento a su lado, ofreciéndole mi apoyo silencioso.
Después de terminar de comer, Gabriela se recuesta nuevamente en la cama, sintiéndose un poco más aliviada. Me aseguro de que esté cómoda y le pregunto si necesita algo más. Ella niega con la cabeza y me agradece por cuidarla. "De nada, Gaby. Pero necesito respuestas", le digo con determinación.
Le pregunto el nombre de la mujer, y Gabriela responde: "Sandra García". Le pregunto si sabe si ese es su nombre real o el del perfil, y ella me dice que era el que estaba en el perfil. Le pido que me muestre el perfil, así que ella me pasa su teléfono. Intenta abrirlo, pero se da cuenta de que la mujer la ha bloqueado. Decido buscar el perfil desde mi teléfono y logro encontrarlo. No hay fotos ni información personal, solo un correo electrónico y una descripción de sus "servicios".
Le pido a Gabriela que me deje ver lo que la mujer le escribía. Le pregunto por dónde hablaban, y ella responde que era principalmente a través de Skype, utilizando videollamadas. Casi no había mensajes escritos, y al final de una de las videollamadas, la mujer le dio su dirección. Gabriela nunca recibió una foto de ella ni dejaron evidencia alguna del encuentro. Me enoja saber que esta mujer ha tomado todas esas precauciones y detalles para evitar ser identificada, lo que indica que no es la primera vez que hace algo así a alguien. Me siento determinada a tomar medidas y no precisamente por la vía legal
Gaby, no te preocupes, me encargaré de esto. "¿Qué vas a hacer?", me pregunta preocupada. Le explico que tengo un conocido, más bien un amigo, con el que solíamos participar en actividades relacionadas con el BDSM. A través de ese círculo, conozco a personas encargadas de garantizar que las prácticas sean seguras y respetuosas, y que no sean aprovechadas por aquellos sin escrúpulos. Puedo pedirle a este amigo que localice a esta mujer y tome medidas para detenerla, es importante exponerla públicamente y es la única forma con esas personas, créeme se de lo que te hablo.
**Dentro de mi mente se que mi amigo va a hacer mas que detenerla si la encuentra, digamos que se que esta comprometido con su causa
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La hija de mi jefe - spanking
Short StoryGabriela, una adolescente de 17 años, experimenta una serie de cambios en su vida cuando su madre fallece. Durante una incómoda cena en la que conoce a Sofía, una joven de 21 años que trabaja para su padre, surge una conexión inesperada. Después de...