La cena - Sofía

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Me desperté sobresaltada de una siesta improvisada en mi apartamento. Había estado trabajando arduamente en un proyecto para la universidad y el cansancio me había vencido. Miré la hora en el reloj de mi escritorio y me di cuenta de que ya era tarde para la cena con mi jefe. Apresuradamente, me levanté de la silla, estirando mis brazos y piernas para despejar la somnolencia. Corrí hacia el baño, necesitando refrescarme y arreglarme lo más rápido posible. Puse algo de música pero el agua de la ducha me envolvió, la música paro y una alarma me puso en sobre aviso con el tiempo. 

Una vez fuera de la ducha, envuelta en una toalla, revisé mi guardarropa en busca de algo apropiado para la ocasión. Mis ojos se detuvieron en un elegante vestido azul corto que resaltaba mi figura. Lo había usado en una ocasión especial y sentía que era perfecto para la cena con mi jefe y sus socios. Con cuidado, me puse el vestido azul y me observé en el espejo. Ajusté los detalles, asegurándome de lucir presentable y profesional. Sabía que la apariencia era importante en ese tipo de reuniones, y quería transmitir confianza.

Después de terminar de vestirme, me apresuré a terminar de arreglarme. Me cepillé el cabello negro liso y me maquillé suavemente. Quería lucir lo mejor posible considerando que casi no había dormido. Mientras me miraba en el espejo, una sensación de nerviosismo y anticipación me invadió. Me apresure a tomar las llaves de carro para llegar cuanto antes.

Llegué a la casa de mi jefe y saludé cortésmente al entrar. Para mi sorpresa, noté que había llegado incluso antes de lo esperado. Los socios del bufet aún no habían llegado, lo que me dio un poco de alivio. Mientras esperaba, una pequeña niña de unos 6 años salió corriendo hacia nosotros, saludándonos con entusiasmo. Mi jefe sonrió y me la presentó.

"Ella es Paula, mi hija menor", me dijo con orgullo. La niña parecía llena de energía y alegría, irradiando una inocencia encantadora. Observé cómo mi jefe interactuaba con ella, demostrando un vínculo cercano entre padre e hija. Era reconfortante ver esa relación afectuosa. De repente, escuché una voz enfadada proveniente de otra habitación, preguntando por su teléfono. Paula tenía el teléfono en la mano, y una sonrisa se dibujó en mi rostro al darme cuenta de la situación. Mi jefe tomó el teléfono y le dijo a Su hija que bajara y saludara. Observé cómo la niña bajaba las escaleras, visiblemente molesta. 

Para distraer a su hija, mi jefe decidió presentarme. "Mira, hija, ella es Sofía, trabaja como asistente legal conmigo", dijo con una sonrisa. Gabriela, que así se llamaba su hija mayor, me saludó amablemente y se retiró de inmediato. Noté cierta timidez en su actitud, pero también pude percibir una chispa de curiosidad en sus ojos. Mientras observaba a Gabriela alejarse, quedé intrigada por esa joven chica con un vestido negro. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para reflexionar, ya que la cena estaba a punto de comenzar. Me preparé para enfrentar la velada.

La cena transcurría en un ambiente tenso mientras nos sentábamos alrededor de la mesa. Estaba mi jefe, el padre de Gabriela, junto con su hija menor, Paula, y los dos socios de su bufete de abogados. Sin embargo, Gabriela,  parecía completamente desinteresada en la aburrida cena que se desarrollaba frente a nosotros. Se sentía incómoda  parecía no ser una fanática de los eventos sociales de este tipo y prefería mantenerse al margen de las conversaciones. Su mente estaba ocupada con otros asuntos . Aunque intentaba disimularlo, una tristeza profunda se reflejaba en sus ojos. Me propuse intentar  establecer una conexión con Gabriela, pero notaba su falta de entusiasmo. A pesar de eso, me esforzaba  tratando de involucrarla en la conversación. Sin embargo, era evidente que  no estaba interesada en participar. Por un momento me preguntaba porque podría estar triste.

La risa de los socios me saco de mis pensamientos Paula había hecho algún comentario que causo esa reacción, ella al contrario que su hermana se mostraba encantada con la atención y el ambiente . Aunque Gabriela no compartía el entusiasmo de su hermana, no podía evitar sonreír ante la alegría de Paula. A medida que la cena avanzaba, pude notar que Gabriela se estaba desconectando cada vez más de la conversación. Sus ojos se desviaban hacia el reloj con impaciencia, como si estuviera ansiosa por algo. De repente, interrumpió el diálogo  con una petición inesperada.

"Papá, ¿puedo ir más tarde a casa de Luisa? Hay una fiesta y realmente quiero ir", dijo con un tono de anticipación en su voz. Sus palabras rompieron el flujo de la conversación y crearon un instante de silencio en la mesa.

Mi jefe, reflexionando por un momento, negó con la cabeza y respondió firmemente: "Gabriela, entiendo que tengas ganas de ir a la fiesta, pero en este momento no puedo darte permiso para ir. Tenemos compromisos familiares y es importante que los cumplamos".

Sin embargo, la negativa desencadenó una reacción inmediata en Gabriela. Estalló en un berrinche, expresando su descontento de manera enérgica. "A mí no me importa está cena. Es un compromiso tuyo, no mío. Déjame ir, es cerca del puerto y puedo tomar un Uber", dijo con frustración en su voz.

Pensé momentáneamente que esa malcriada actitud se podría corregir con unas buenas nalgadas, pero sospechaba que mi jefe no era un hombre que estuviera muy de acuerdo con el castigo físico

La tensión en la habitación alcanzó su punto máximo mientras Gabriela continuaba expresando su deseo con insistencia. Su rostro reflejaba su disgusto y su determinación por obtener lo que quería. En medio de este ambiente tenso, mi jefe titubeó, reconociendo que ya era tarde y que las circunstancias no eran favorables para permitirle ir a la fiesta.

Para aliviar la tensión y buscar una solución intermedia, decidí intervenir. Con voz calmada, me dirigí a mi jefe y le ofrecí una alternativa. "Señor, si me permite, puedo llevar a Gabriela a casa de Luisa después de la cena, mi apartamento está cerca de allí, y puedo asegurarme de traerla de vuelta".

Mi propuesta tomó a todos por sorpresa, incluyendo a Gabriela. Su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y gratitud. Miré a mi jefe, quien consideró la idea por un momento antes de asentir con la cabeza. "Está bien, Sofía acepto tú ofrecimiento".

Gabriela parecía aliviada me dirigió una mirada de agradecimiento y emocionada dijo: "Gracias" a su padre y a mí, me limite a sonreír en respuesta.Con la situación resuelta, continuamos con la cena. El ambiente se relajó y la conversación fluyó de manera mas amena, Gabriela se mostró más participativa y entusiasmada en compensación.

Al finalizar la cena, nos despedimos y nos dirigimos hacia el carro. Gabriela estaba ansiosa por llegar a la fiesta, y mientras conducía, pude ver  cómo su expresión había cambiado por completo. La tristeza y la frustración que la habían acompañado durante la cena se habían transformado en emoción y anticipación.

Al llegar a la puerta de la fiesta, me aseguré de que Gabriela entrara de manera segura. Nos miramos por un momento y le recordé: "Gabriela, asegúrate de disfrutar de la fiesta, pero también mantente segura y responsable. Si necesitas algo o cuando termines, no dudes en llamarme. Estaré despierta terminando algunos trabajos".Gabriela asintió con una sonrisa y me agradeció por todo. Bajó del carro y se dirigió hacia la puerta de la fiesta. Observé y me aseguré de que estuviera en un ambiente seguro antes de alejarme.



La hija de mi jefe - spankingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora