El desahogo - Sofía

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La tarde en la oficina estaba siendo caótica hasta niveles desastrosos. Teníamos una reunión en la que todo había salido de control y, debido a un error, varios contratos con clientes no se habían almacenado correctamente. Mi jefe siempre ha sido un hombre calmado, incluso en las peores situaciones, y rara vez se le podía ver fuera de sus cabales. Sin embargo, ese día podía ver en su rostro cómo estaba a punto de perder la paciencia. Su ceño fruncido y su mirada tensa reflejaban la frustración y el estrés que estaba experimentando. El teléfono de la oficina sonó y escuché menciones de una pelea y mi jefe preguntando si Gabriela estaba bien. Por la respuesta qué escuché, pude deducir que ella se encontraba ilesa, pero algo había sucedido. Mi jefe colgó rápidamente, asegurando que se dirigía al colegio. Estuve a punto de escribirle a Gabriela para saber qué había ocurrido, pero en ese momento mis compañeros de trabajo me llamaron desde mi escritorio, solicitando mi ayuda para facilitar unos documentos.

Dejé de lado mis propias preocupaciones y me enfoqué en atender las necesidades laborales. El tiempo pasaba rápidamente mientras resolvía las solicitudes y me aseguraba de que todo estuviera en orden. Aunque tenía curiosidad por saber más sobre la situación de Gabriela, la oficina no daba tregua y, antes de darme cuenta, mi jefe regresó. Sentí cierto alivio al verlo, pero sabía que aún tenía que cumplir con la reunión y tomar notas de los acuerdos alcanzados. La reunión se extendió hasta bien entrada la noche y mi jefe decidió que la mayoría se retirara a descansar. Sin embargo, él y yo nos quedamos para repasar los acuerdos y resolver asuntos laborales.

Entonces pregunté: "¿Está todo bien?" Antes de que pudiera responder vagamente, me atreví a decir: "Escuché que tuvo que retirarse por un problema en el colegio de Gabriela". Mi jefe, cansado y resignado, respondió: "Sí, ella está bien. La verdad es que creo que fue una pelea sin importancia, pero estoy preocupado. Últimamente, el trabajo me tiene consumido y eso repercute mucho en ellas. Con Gabriela es más difícil, siento que he perdido esa conexión que solía tener con ella. A veces es una adolescente llena de emociones descontroladas y en otras ocasiones parece haber una desconexión total. Intento darle todo lo que necesita y lo que desea, pero no tengo idea de lo que estoy haciendo desde que mi esposa murió"

El peso de las palabras de mi jefe me afectó profundamente. Por un momento, pensé en mi padre y cómo nunca escucharía algo similar de su boca. "Señor, usted hace un gran trabajo con su hija. Gabriela es increíble. Solo es una adolescente", le dije sonriendo, "no controlar sus emociones y meterse en problemas es parte de su trabajo en esta etapa de su vida. Respecto a la muerte, lamento profundamente lo sucedido. Sin embargo, puedo asegurarle por experiencia propia que el proceso de lidiar con la ausencia de quienes amamos es duro y se manifiesta de muchas formas"

El algo aliviado después de escucharme me dijo "Gracias y perdón por desahogarme un poco hoy contigo, pero este día me sobrepasó. También agradezco que hables con Gabriela últimamente, eso me tranquiliza y da algo de cordura a la mente de mi hija. Sé que a veces puede ser muy impulsiva y actuar sin pensar en las consecuencias". "Tranquilo", le respondí, "todos tenemos días así. Y en cuanto a Gabriela, no se preocupe, es un gusto poder ayudarla y cuidarla en lo que pueda". Mi jefe me miró con gratitud y me dijo " ve a casa y descansa". 


La hija de mi jefe - spankingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora