Problemas 3 - Gabriela

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Gracias a Dios, el profesor se puso de mi parte y me dejó salir casi de inmediato al escuchar mis disculpas. A la salida me esperaban Pablo y Luisa, quienes de inmediato me preguntaron qué pasó. El profesor salió a la puerta de su oficina y nos dijo: "Chicos, a las duchas. Quedan 20 minutos para el cambio de hora", y esperó a que nos marcháramos en dirección a los baños. "Ahora te cuento", dije mirando a Pablo entrar a las duchas de los chicos. Nuestras compañeras ya salían cambiadas de los baños cuando Luisa y yo apenas entrábamos. Mientras ella se cambiaba, esperaba que le contara. "Nada, una vez me senté y pedí disculpas por devolverle el golpe", le dije. "¿Qué? ¿Por qué tenías que disculparte? Fue ella la que te metió el pie y se te tiró encima como loca", dijo Luisa y haciendo un gesto con los hombros le conteste: "Hoy en serio no me apetece hacer el problema más grande. Ya tuve suficiente con el demérito y un fin de semana horrible", le respondí mientras me quitaba la camiseta de deportes.

Dejé que ella entrara primero a los cubículos de duchas antes de desvestirme por completo. No quería que preguntara por el resto de las marcas. Me duché lo más rápido que pude y noté que una de las marcas, efectivamente, había sangrado. Intenté bañarme rápidamente; detesto que las toallas del colegio sean tan cortas. Me envolví en una y salí. Luisa se estaba cambiando y ya tenía medio uniforme puesto, pero sin duda estaba haciendo tiempo muerto para salir conmigo del gimnasio. Empecé a cambiarme y, al darme la vuelta, vio las marcas en mis piernas y de inmediato me jaló del brazo.

¿Qué carajos? ¿Fue tu papá por lo de Química?", preguntó con un tono de voz exaltado. "No, no fue él, y esto no tiene nada que ver con lo de la firma", le contesté. "Entonces, ¿Gabriela, qué mierda es eso?" Nada, me lo busqué yo misma. Conocí a alguien en línea y todo salió muy mal, pero no quiero, en serio no quiero hablar de eso. Luisa soltó mi brazo "Lo de la mano no fue una banda de resistencia, ¿verdad?", preguntó Luisa con preocupación en su voz. No respondí de inmediato, dejando que un suspiro escapara de mis labios. Mientras intentaba cambiarme, ella notó que me dolía y me ofreció su ayuda. "Ven, déjame ver y te ayudo", dijo con amabilidad, extendiendo su mano hacia mí. Dudé por un momento, pero finalmente asentí  y me ayudo a cambiarme. 

El resto del día, las conversaciones con Luisa se volvieron tensas y nos distanciamos un poco de Pablo. Las clases transcurrieron con normalidad, aunque aburridas, y ya no podía soportar estar sentada en esa maldita silla de madera ni un minuto más. Finalmente, cuando terminó la jornada escolar, me despedí de Luisa y Pablo, quienes solían ir juntos en el carro de la mamá de Luisa, y me dirigí a la salida para tomar el transporte escolar.

Sin embargo, en mi camino hacia la salida, me encontré con la odiosa niña que me había metido el pie en el gimnasio. Antes de que pudiera reaccionar, ella se acercó a mí y afirmó casi a gritos: "¡Por tu culpa estoy suspendida tres días!".Sus palabras resonaron en mis oídos y sentí una mezcla de enojo y frustración. No entendía cómo ella podía culparme a mí. Traté de mantener la calma y le respondí con firmeza: "No te metas conmigo. Tú fuiste la que empezó,"  " si pero con tu actitud de 'yo no hice nada' y pidiendo disculpas al profesor de deportes, solo lograste que me llevaran a la dirección". Acto seguido, me empujo contra la pared y ya no pude más. ¿Adivinen qué? Sí, otra vez en el suelo, recibiendo golpes.

Los golpes se intercambiaban y el enojo y la frustración se apoderaban de mí. Sentía una mezcla de rabia y desesperación al enfrentarme una vez más a esta niña que parecía buscar cualquier excusa para provocarme, a medida que nos golpeábamos, una multitud comenzó a congregarse a nuestro alrededor. Gritos y murmullos llenaban el ambiente, pero yo estaba completamente inmersa en la pelea. No me importaba lo que dijeran o pensaran de mí en ese momento, solo quería defenderme.

El personal del colegio finalmente intervino y lograron separarnos. Ambas estábamos desaliñadas , pero me negué a mostrar debilidad. Mantuve la mirada fija en la otra chica, aún llena de ira, mientras los miembros del personal nos llevaban a la dirección del colegio. Allí, nos esperaba el coordinador de disciplina, me pidió explicaciones, pero las palabras no salían de mi boca. Estaba cansada de explicar cómo había llegado a esta situación, cómo había sido provocada y cómo había tenido que defenderme.

El director decidió llamar a mi papá y me obligó a quedarme en la dirección del colegio, esperando a que él viniera a recogerme. Sentada en una silla incómoda, esperaba ansiosa mientras los minutos parecían eternos. Finalmente, mi papá llegó al colegio con una expresión seria en su rostro. Me miró con preocupación y decepción al ver el estado en el que me encontraba. Sin pronunciar palabra, me indicó que nos fuéramos. Durante el camino de regreso a casa, noté que mi papá estaba preocupado. Aunque no me regañó en absoluto, pude percibir su inquietud a través de su mirada y su actitud. Sin embargo, no profundizamos en el tema. Una llamada importante relacionada con su trabajo lo interrumpió, y pasó el resto del viaje hablando por teléfono en altavoz. Al llegar a casa, mi papá me dejó en la entrada sin siquiera bajar del auto. Me dio instrucciones claras: "Renacuajo, haz tus deberes y cuida de Paula. Nos vemos en la noche". 


La hija de mi jefe - spankingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora