La fiesta - Sofía

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Durante el resto de la noche, continué trabajando en mi apartamento mientras esperaba ansiosamente la llamada de Gabriela. A medida que pasaba el tiempo y se hacía tarde, mi impaciencia comenzaba a aumentar. Decidí darle un margen de media hora más para que se comunicara conmigo, pero si no lo hacía, tomaría el carro y saldría en su búsqueda.

Justo cuando estaba a punto de tomar una decisión, mi teléfono sonó. Era Gabriela, y en su voz noté que estaba evidentemente alterada y confundida. Parecía haber bebido en exceso y también lloraba. Trataba de explicarme algo pero sus palabras eran incoherentes y difíciles de entender, había salido a la calle a fumar pero al parecer había tropezado volviendo a  la casa de su amiga y se había lastimado el labio y una rodilla. 

Decidí que no había tiempo que perder. Le dije a Gabriela que me dirigía hacia su ubicación y le pedí que se quedara en un lugar seguro hasta que llegara. Rápidamente, me subí al carro y conduje hacia donde ella se encontraba, tratando de mantener la calma y pensar en la mejor manera de abordar la situación.

Finalmente, llegué al lugar y, con alivio, la vi esperando en un rincón. Su rostro reflejaba tristeza y confusión, su labio se veía evidentemente mal, note que había un destello de alivio al verme. Al acercarme, noté el olor a alcohol que emanaba de ella y observé las botellas de licor y cerveza vacías sobre la mesa cercana.

Gabriela apenas se sostenía en pie, y me costó un poco ayudarla a caminar hasta llegar al carro. En el camino,  terminó vomitando en la calle. Aunque me preocupaba su estado y traté de mantener la calma. Me encontraba molesta por su irresponsabilidad, por beber en exceso, por ponerse en peligro saliendo en ese estado a la calle, por fumar... Mi mente solo pensaba mientras conducía que si estuviese mas sobria le daría un sermón y de tener algún derecho sobre ella muy seguramente al llegar a casa le daría una paliza que no se pudiera sentar al día siguiente. 

Al llegar mi apartamento, me aseguré de cuidar de Gabriela. Con delicadeza, limpié sus heridas y las curé para evitar cualquier complicación. La ayudé a quitarse los zapatos y la arropé en mi cama. Estaba agotada por los eventos de la noche y, en cuestión de minutos, se quedó dormida. 

La hija de mi jefe - spankingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora