Recordé mientras caminaba hacia la puerta que el día del accidente veníamos de mi presentación y que ese día pasé de primeras porque a Mia Sandoval se le rompió la banda de resistencia y le dejó una marca parecida pero en la pierna. Mi papá tomó mi mano y volvió a preguntar con los ojos, buscando una respuesta. "No es nada, papá. Intenté volver a practicar y la banda de resistencia se rompió sobre mi mano", le expliqué. Él pareció olvidarse del golpe al escuchar que había vuelto a entrenar. "Me alegra mucho, renacuajo, que vuelvas a practicar. Mamá estaría muy orgullosa", dijo con una sonrisa. En ese momento, lejos de sentirme sentimental, me enfadé y le solté: "¿Dónde estabas? Deberías haber vuelto hace días. Anoche, Paula no hacía más que llamar a mamá, y eres tú quien debe estar aquí para ella, no yo, papá".
"Lo siento, Gaby. A veces el despacho me toma mucho tiempo", se disculpó mi papá. Paula llamó desde adentro, pidiéndole atención, y mi papá se quedó con las excusas en la boca. Terminé la conversación diciéndole: "Papá, déjalo. No necesito explicaciones. Ve con Paula, ella te necesita ahora".
Después de esa breve pero tensa interacción con mi papá, fui a mi habitación y revisé las marcas en mi cuerpo. Se veían peor de lo que esperaba. Había dormido con las gasas húmedas y eso no me había sentado bien. Decidí quitarme todos los vendajes y me metí rápidamente a la ducha. Traté de hacerlo lo más rápido posible, ya que el agua y el jabón me causaban un dolor intenso. Necesitaba alistarme rápidamente para poder llegar al colegio a tiempo.
Miré mi agenda con las tareas y, gracias a Dios, había terminado todo el sábado antes de tener la brillante idea de irme a otra ciudad en busca de algo que no se me había perdido. Me vestí rápidamente, agradeciendo que ese día tocara el uniforme de deportes. Me puse algunos vendajes, incluyendo uno en la mano, y metí todo apresuradamente en la maleta.
Bajé a desayunar y María, como de costumbre, me sirvió más comida de la que una persona normal podría comer. Tomé un poco de jugo y un par de cucharadas de fruta. Justo en ese momento, escuché el claxon del autobús escolar y vi a mi papá bajando las escaleras.
"Amor, espera. Come bien, yo te llevo", dijo mi papá, tratando de ofrecer su ayuda. Pero yo no quería un silencio incomodo en el auto. "No, papá. No hace falta", respondí con firmeza mientras cerraba la puerta principal. En el bus escolar, acomodé mejor mis cosas en la maleta y revisé mi celular. Tenía un par de mensajes de Sofía.
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La hija de mi jefe - spanking
Short StoryGabriela, una adolescente de 17 años, experimenta una serie de cambios en su vida cuando su madre fallece. Durante una incómoda cena en la que conoce a Sofía, una joven de 21 años que trabaja para su padre, surge una conexión inesperada. Después de...