El balcón

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Gregory

Llegué hasta el balcón, escondido por las cortinas. Me encontré a una chica justo donde planeaba sentarme. La chica se giró. Su pelo color cobrizo caía sobre sus hombros en cascada, la brisa de la noche pegaba su vestido a su piel y sus ojos verdosos como un prado una mañana de primavera, me miraban fijamente. Quedé hipnotizado ante tal belleza. Su cara me resultaba familiar. Hurgué entre mis recuerdos, pero no supe encontrar a la bella desconocida que tenía frente a mí.

- Le ruego me disculpe, señorita, pensé que el balcón estaba vacío.

- No se preocupe, señor. Al parecer no soy la única aburrida de la fiesta.

Me sonrió y mi corazón dió un vuelco. Nos quedamos en silencio sin saber qué decir durante algunos segundos que me parecieron una eternidad. Mis ojos buscaron los suyos. La observé  atentamente, esperando alguna reacción de su parte.

- Si mi presencia le causa alguna molestia, me puedo ir sin tardar

- No, no, quédese.

- Usted llegó antes, sería lo más justo.

- Está bien, de verdad, no se preocupe. De todas maneras, necesitaba compañía.

Apoyó sus brazos en la barandilla del balcón. Se quedó avistada al infinito mientras que yo la contemplada a ella.

La cortina se volvió a abrir. Una chica rubia de aproximadamente unos dieciocho años se acercó a ella y le susurró algo al oído. Su amiga la miró confusa. Luego, notó mi presencia y cogió a la pelirroja del brazo. Antes de irse y desaparecer para siempre, se giró una última vez para mirarme con curiosidad.

Me quedé en estado de trance unos minutos antes de volver con mi madre y mi hermana.

La gente me preguntaba acerca de mis estudios, me felicitaban, mi madre sonreía orgullosa de poder presumir de mí. Hyacinth me miraba con su típica mirada pícara. De vez en cuando, divisaba a la chica rubia entre los invitados, pero no había ni rastro de la pelirroja.

Volvimos a casa poco después, le dije a mi madre que había tenido un día muy largo y que necesitaba descansar.

Durante el trayecto, Hyacinth nos contó lo que había estado haciendo mientras que madre hablaba con Lady Danburry y que yo me aburría en una esquina.

- Fui a ver a la señorita Belleford con Felicity. Pensamos que el otro día, cuando se cayó, iba a tener una cita con algún caballero. No nos contó nada revelante.

- No deberías meterte en ese tipo de historias , Hyacinth. Algún día, te acabará perjudicando.

- Lo sé, madre. Después de eso, fuimos a hablar con las demás señoritas. El señor Albansdale no le quitaba la mirada de encima a Felicity. Creo que le gusta.

- No me sorprende, tu amiga es muy guapa.

- ¿Te acuerdas de Felicity, Gregory?

- Vagamente. Recuerdo que venía mucha a casa.

- Y lo sigue haciendo algún día, puede que las veas.

No recuerdo haber llegado a mi habitación, ni haberme desvestido, ni tampoco haberme acostado en la cama. Solo recuerdo que antes de dormir, el último recuerdo del día que me vino a la mente, fue la sonrisa de la chica pelirroja. Aún no lo sabía, pero esa noche había cambiado mi vida para siempre.

𝒟𝒶𝓎𝓁𝒾𝑔𝒽𝓉 𝓎 ℒℴ𝓈 ℯ𝓃𝓇ℯ𝒹ℴ𝓈 𝒹ℯ𝓁 𝒸ℴ𝓇𝒶𝓏ℴ́𝓃 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora