Libres

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La semana que siguió nuestro primer encuentro íntimo, Gregory rompió su acuerdo con la joven que fingía ser su futura prometida y empezó a cortejarme cómo era debido.

Todo el mundo notó lo feliz que estaba y se alegraban por mí.

No podía estar más llena de alegría. Adoraba pasar tiempo con Gregory a solas, provocaba cosas en mí que nadie hacía.

Una noche, salimos a escondidas y nos paseamos por el parque agarrados de la mano. De vez en cuando, se detenía y me atraía hacia él para unir su dulce boca con la mía y volverme loca devorando mi cuello.

Posó su mano por encima de mi pecho y el dolor me molestó. Tenía los pechos sensibles y llevaba con náuseas matutinas un par de días.

Mi madre lo había notado y se había preocupado por mi salud, estuvo a punto de llamar al médico, gracias a Dios, Penélope volvió a quedar embarazada y la atención se vio desviada.

Gregory sacó algo de su bolsillo, una cajita roja, no entendí de inmediato lo que era, pero, luego, me tapé la boca completamente sorprendida.

- ¡Gregory! ¿Es lo que creo qué es?

Gregory se arrodilló y me sonrió.

- Felicity, sé que a lo largo de nuestras vidas, te tuve que pedir esto varias veces, sin embargo, creo que ahora es el mejor momento para casarnos.

- Eres mi pasado, mi presente y el día de mañana, mi futuro. Deseo verte todos los días de mi vida, amarte con locura. Tener contigo uno, cinco, siete, nueve hijos, realmente, no importa. Quiero ser tuyo y que seas mía para la eternidad. Para tí, quiero ser el primero y para mí quiero que seas la última y definitiva, la mujer de mi vida.

No pude contener mis lágrimas.

- ¡Claro que quiero!- Lo abracé cuando menos se lo esperaba y la caja salió volando.

Gregory estalló de risa y empezó a buscar la caja.

Me agaché culpablemente entre los árboles para ver si estaba por ahí escondida, pero, nada.

Me giré para decirle a Gregory que no la encontraba y lo único que pude hacer, fue ver cómo se metía dentro de la fuente.

Atónita, me quedé esperando a que saliera. Al tardar tanto, me acerqué, estaba empapado, en medio de la fuente rebuscando la caja.

Gracias a la luz de la luna pude ver su cuerpo a través de la ropa mojada, sus abdominales se marcaban mucho, tanto como otras partes del cuerpo.

Me miró divertido por mi mirada embobada al verle tan hermoso.

- ¿Te apetece bañarte conmigo?

Me ardían las mejillas.

Mi amado se acercó a mí y capturó mi boca con la suya atrayéndome hasta el interior de la fuente.

Hipnotizada, me metí con él. Busqué su mano y la acaricié dulcemente, la llevé a mis labios para desposar un pequeño beso en ella.

Gregory deslizó su otra mano por debajo de mi vestido y acarició mi muslo con su mirada lascivia.

Ser acariciada por él, era la mejor sensación del mundo.

- No hablamos de nuestra primera noche. No me dijiste que te pareció. ¿Te gustó?

Su mano fue subiendo hasta mi entrepierna y la posó justo encima de la tela que lo separaba de mi intimidad. Me acarició por encima de la tela.

- Sí.- Gemí al sentir sus caricias.- Mucho.- Tenía la respiración entrecortada.

- ¿Te gustaría volver a hacerlo?- Preguntó mientras insertaba un dedo en mi interior.

Iba a decirle que sí, pero, perdí el equilibrio y me caí, aterricé encima de la caja roja. La cogí y se la entregué.

- Creo que la encontré.

Ambos nos empezamos a reír a carcajadas.

Sacó el anillo de la caja y volvió a hacerme la famosa pregunta.

Sin dudarlo, acepté y me puso el anillo.

Fui más rápida que él y lo besé.

𝒟𝒶𝓎𝓁𝒾𝑔𝒽𝓉 𝓎 ℒℴ𝓈 ℯ𝓃𝓇ℯ𝒹ℴ𝓈 𝒹ℯ𝓁 𝒸ℴ𝓇𝒶𝓏ℴ́𝓃 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora