Yo también te odio

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Había decidido acercarme a la casa Bridgerton para pedirle a Gregory que me devolviera mi guante, quería pensar que no lo había hecho queriendo, pero, todo parecía indicar lo contrario.

Llegué delante de la puerta, empecé a temblar y no pude, decidí dar media vuelta. Vi al mayordomo entrar a la casa así que me di prisa para que no me viera y me preguntará si quería pasar.

Por suerte, no se percató de mi presencia porque me acerqué a la pared y me agaché.

Pensaba que todo saldría bien, sin embargo, la ventana que tenía encima de mi cabeza, se abrió de repente.

Hyacinth me miró sin creerse lo que estaba viendo.

- ¿Felicity? ¿Qué?

- Hyacinth, lo siento, quise venir a hablar con tu hermano. Me acabo de dar cuenta de que es una estupidez, de verdad, lo lamento.- Agaché la cabeza, avergonzada por mi comportamiento.

- No te preocupes. Solo, no me esperaba verte.

Me sonrió tímidamente.

- Ven, entra.

Escuché el ruido de los pasos de Hyacinth y vino ella misma a abrirme la puerta.

Dudó un instante, pero, luego me abrazó cariñosamente. La había echado de menos...

- Estaba esperando a Gareth, sin embargo, no va a venir, se puso enfermo ayer, cuando fueron a cazar.

Los sobrinos de Hyacinth correteaban por toda la casa todos tenían más o menos entre tres y diez años.

Eran monísimos. Quería casarme y tener hijos algún día, solo me preocupaba escoger bien al padre y mi futuro marido.

Uno de los sobrinitos de Hyacinth, creo que uno de los hijos del segundo hermano Bridgerton, vino a reclamarle un abrazo a su tía favorita y Hyacinth se lo dió con gusto.

El niño tenía una fresa en la mano y la cara sucia, llena de fresa. Hyacinth reía y regañaba al niño, diciéndole que tenía que tener más cuidado.

Entonces, lo vi. Estaba sentada en el sillón con mi amiga y él entró por la puerta principal con una dama del brazo.

Me dolió pensar que seguramente era su prometida.

Él tampoco esperaba encontrarme en su propia casa y ahí sí que pude analizar su reacción.

Sorpresa pura y dura. Después volvió a quedarse serio, de piedra, como la última vez.

La chica que iba con él, era rubia, tenía los ojos grises y era alta, casi tanto como él.

Ella me observó atentamente y luego con malicia, dejó un beso en la mejilla de Gregory y le juró amor eterno antes de irse.

Hyacinth fingió disgusto, casi como si estuviera vomitando.

Su hermano la ignoró por completo, y centró toda su atención en mí.

- ¿Qué la trae por aquí, señorita Featherington? Ya que tanto usted como yo, sabemos que llevaba bastante tiempo sin pisar esta casa.- Su mirada era gélida.

- Creo que ambos sabemos muy bien porqué estoy aquí, señor Bridgerton.- Lo miré decidida, no iba a ganar, no esta vez.

Hyacinth nos miró confusa.

-¿Me perdí algo?

Ninguno de los dos le contestó.

- Podemos llegar a un acuerdo si es lo que desea.- Propuso Gregory.

- ¡Ja! ¿Un acuerdo?- Me empecé a reír- Señor Bridgerton, es mi guante, usted me lo robó.

- Usted también tiene algo que me pertenece y debería devolvermelo.

No me esperaba que me dijera eso.

- ¿Puedo saber de qué se trata?

- De mi reputación. Desde que huyó el día de nuestra boda, mi reputación se ha ensuciado, aunque haya hecho todo para arreglarlo.

Debía de estar bromeando, no podía decirlo en serio.

La tensión entre nosotros era palpable.

- ¡Por el amor de Dios! ¡Bésense ya!- Exclamó Hyacinth.

Ambos la ignoramos, sabiendo que era exactamente lo que deseábamos a pesar de todo.

- Si quiere recuperar su guante, tendrá que luchar por el.

- Estoy preparada.



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